Por Carlos Tórtora/El Informador Público.-
La seguridad pasó a convertirse en una pieza central de la lucha por el poder, desde el momento en que cualquier éxito que se obtenga sería rápidamente capitalizable en términos políticos. La declaración de la emergencia de seguridad en Buenos Aires realizada por Daniel Scioli días atrás movilizó rápidamente la reacción presidencial. Carlos Zannini se reunió de inmediato con Hermes Binner y se acordó que el gobierno nacional realizaría en forma sorpresiva en Rosario el mayor operativo de seguridad en la historia de Santa Fe, con la participación de más de 2000 gendarmes y prefectos. Los 89 allanamientos realizados -de acuerdo a fuentes técnicas- pueden considerarse en general exitosos, aunque su espectacularidad no alcanza a disimular el hecho de que no fue descabezada ninguna organización y que las redes del narcotráfico golpeadas se reconstruirían en los próximos días.
Sin embargo, el operativo dirigido por Sergio Berni era políticamente necesario para la Casa Rosada para quitarle la iniciativa a Scioli y poner de manifiesto que sin la intervención de las fuerzas federales cualquier estrategia de seguridad provincial está destinada al fracaso. En suma, que al igual que lo que pasa con los recursos financieros, las provincias que hagan buena letra serían apoyadas a través de acciones como la que se coordinó con Antonio Bonfatti. Por el contrario, los gobernadores rebeldes -por caso José Manuel de La Sota- deberían arreglárselas solos con sus ineficientes y corruptas policías locales. El caso es que, después de que Sergio Massa dejara descolocado al cristinismo con su ofensiva contra el proyecto de reforma del Código Penal, en Olivos decidieron no darle a Scioli ninguna chance de que aparezca como el abanderado de una exitosa ofensiva contra la inseguridad.
No ceder ni un centímetro
Pero el megaoperativo en Rosario también puso sobre la mesa que las relaciones entre el entorno presidencial y Binner están en uno de sus mejores momentos. La conflictividad en torno a la candidatura de Scioli está llevando así las cosas al punto en que la Casa Rosada preferiría que una provincia gobernada por la oposición -Santa Fe- pueda exhibir éxitos en la lucha contra el narcotráfico, resultando beneficiada en comparación con la mayor provincia del país, gobernada por el oficialismo. El estado de hipersensibilidad presidencial habría aumentado a fines de la semana pasada, cuando trascendió que el jefe de gabinete bonaerense, Alberto Pérez, se había reunido con los dirigentes de varios partidos nacionales para comunicarles que es muy posible que el gobernador termine convocándolos a formar una alianza obviamente ajena al Frente para la Victoria.
Paradójicamente, Scioli recibiría un excelente dividendo a cambio de tener que soportar nuevas humillaciones provenientes del gobierno. En general, los encuestadores coinciden en que el gobernador podría subir varios puntos en las encuestas si consigue convencer a la opinión pública de que marcha por caminos distintos del ultracristinismo. De llegarse a esto, la mala noticia sería para Sergio Massa, que se vería obligado a disputar cierta franja de votantes anti-k con el sciolismo.