Por Pablo Díaz de Brito/La Capital.- En Venezuela la última elección competitiva fue la de diciembre de 2015 y la perdió el oficialismo. Fue una "elección" sin observadores imposible de controlar, ni siquiera de chequear con los más rutinarios controles, porque se le quitaron todos los mecanismos de seguridad, como la tinta indeleble, las mesas designadas para listas de electores (algo que permitió que un votante eligiera votar donde quisiera y, eventualmente, votar varias veces), y con el aparato represivo trabajando de la manera más bestial. Pese a todas estas ventajas alevosas, el chavismo sin Chávez o madurismo hizo un papel tan pobre como literalmente increíble. El domingo, al chavismo sin Chávez de Maduro y sus generales se le cayó la legitimidad de origen que ostentó en su modelo original, y muy precariamente desde 2013 con su "hijo" y heredero designado. En diciembre de 2015 perdió con amplitud las parlamentarias. Fueron esas las últimas elecciones competitivas y creíbles que hubo en Venezuela.
Ahora, ante un puñado de militantes, Maduro dijo la madrugada de lunes que ganó con algo más de 8 millones de votos, que es igualmente el 41 por ciento del padrón. En todo caso, serían más votos que los que logró en 2013 y casi los mismos que obtuvo Chávez un año antes, según estimó el especialista en procesos electorales Eugenio G. Martínez. Pero si tenía estos votos no habría eludido el referendo revocatorio que la oposición pidió, cumpliendo todos los requisitos constitucionales, en 2016, ni las elecciones de gobernadores, postergadas sin explicaciones ese mismo año. Es así literalmente increíble la "elección" del domingo, no la cree nadie medianamente informado. De nuevo: al chavismo madurista se le terminó la legitimidad de origen. Consciente de esa falta de legitimidad irrecuperable, armó esta farsa. "Es la votación más grande que haya sacado la revolución bolivariana en toda su historia" exclamó Maduro ante la moderada multitud, que además no se mostraba nada entusiasta.
El régimen ha entrado en otra etapa, ya definitivamente sin el respaldo de los votos. Habrá unos pocos países que lo reconozcan y respalden —Cuba, autora intelectual de este diseño de elección constituyente, Bolivia, Nicaragua y, mucho más importante, Rusia. China apoya también, pero sin exponerse. Rusia y China son dos potencias plenamente dictatoriales, así que sienten hacia esta evolución autoritaria una afinidad intrínseca. Con este recortado respaldo externo, Maduro, sus generales-ministros y sus fuerzas armadas pondrán en funciones esta nueva etapa, mucho más represiva todavía que la conocida hasta ahora. Se multiplicarán los arrestos violentos del Sebin y de los demás aparatos represivos y de control del Estado socialista-chavista. Es el modelo cubano, el know how llegado desde la isla en todos estos años, que se aplicará finalmente a fondo. Queda por ver si el chavismo madurista tiene margen para tanta represión, pero ése es el camino que se ha trazado. Los 16 muertos del domingo y la falacia de los 8 millones de votos así lo dicen. Con absoluta claridad.
A nivel regional, la deslegitimación acelerada del chavismo golpea con fuerza a las izquierdas neopopulistas que, sea en el poder o en el llano, deben salir a defender lo indefendible. El muy bajo perfil del kirchernismo ante el escándalo venezolano evidencia este costo, a la vez muy inoportuno y muy alto.