Una vez más se cae en una visión simplista y parcial que solo tiende a justificar que luego de semejante desastre los trenes sigan funcionando igual y obliguen a dos millones de personas a seguir viajando en las mismas condiciones que los cincuenta muertos. Esta es la consecuencia aberrante de una mirada, que sostenida en una mafia de intereses que conduce el sistema ferroviario (en la que se articulan empresarios, funcionarios públicos y dirigentes sindicales cómplices de la privatización), nos propone pasar por alto un enfoque global sobre el régimen ferroviario vigente y las formaciones ferroviarias concretas que tenemos. A esta altura del partido, resulta claro que el tren se puso en funcionamiento (como tantas otras veces) con su sistema de frenos al borde de lo funcional, que de los ocho compresores que debía tener el tren solo había cinco, que ninguno de ellos estaba al pleno de su funcionamiento y que por lo tanto no lograron frenar el tren en tiempo y forma chocando esta formación ferroviaria con un viejo paragolpes hidráulico de la época de vapor. Choque este que baja abruptamente la velocidad del tren de 20km/hora a cero en menos de un segundo. Es aquí donde aparece el segundo problema que nadie esta considerando y que habla del estado general de nuestros trenes. Si al ocurrir el choque los coches (vagones) hubieran estado en forma, lo ocurrido solo hubiera hecho lamentar contusos y heridos. En tanto no era así y el vagón (reparado por la propia TBA hace no más de dos años) carecía de la consistencia necesaria para poder afrontar eventuales accidentes ferroviarios, es que tenemos el desastre que tenemos. Este tipo de coches debiera poder resistir una presión de impacto de no menos de 70tn. Lo ocurrido en Once en ningún caso supone una presión de impacto que exceda las 20 o 30tn. Ocurre que la obsolescencia funcional de estos coches y su falta de mantenimiento (desinversión) los transforma en verdaderos vagones de cartón que al incrustarse unos sobre otros dieron lugar a los 50 muertos y a los más de 700 heridos. Sería imperdonable que después de este Cromañon Ferroviario, la desidia y los negocios del Gobierno Nacional obliguen a dos millones de personas a seguir conviviendo cotidianamente con la muerte. El problema no son sólo los frenos, son los vagones de cartón."
HANNAH ARENDT
En 1951, Hannah Arendt escribió: "El sujeto ideal de un régimen totalitario no es el nazi convencido o el comunista comprometido, son las personas para quienes la distinción entre los hechos y la ficción, lo verdadero y lo falso ha dejado de existir".
miércoles, 29 de febrero de 2012
CLAUDIO LOZANO: "EL PROBLEMA NO SON SÓLO LOS FRENOS, SON LOS VAGONES DE CARTÓN"
Para el diputado Claudio Lozano, “la discusión sobre lo ocurrido con la masacre ferroviaria de Once, comandada por un gobierno que pretende eludir sus responsabilidades así como salvaguardar al conjunto de concesionarios privados que lo acompañan y financian en sus campañas electorales, aparece restringida y circunscripta al problema de los frenos y a la responsabilidad del maquinista. Argenpress.info.
Una vez más se cae en una visión simplista y parcial que solo tiende a justificar que luego de semejante desastre los trenes sigan funcionando igual y obliguen a dos millones de personas a seguir viajando en las mismas condiciones que los cincuenta muertos. Esta es la consecuencia aberrante de una mirada, que sostenida en una mafia de intereses que conduce el sistema ferroviario (en la que se articulan empresarios, funcionarios públicos y dirigentes sindicales cómplices de la privatización), nos propone pasar por alto un enfoque global sobre el régimen ferroviario vigente y las formaciones ferroviarias concretas que tenemos. A esta altura del partido, resulta claro que el tren se puso en funcionamiento (como tantas otras veces) con su sistema de frenos al borde de lo funcional, que de los ocho compresores que debía tener el tren solo había cinco, que ninguno de ellos estaba al pleno de su funcionamiento y que por lo tanto no lograron frenar el tren en tiempo y forma chocando esta formación ferroviaria con un viejo paragolpes hidráulico de la época de vapor. Choque este que baja abruptamente la velocidad del tren de 20km/hora a cero en menos de un segundo. Es aquí donde aparece el segundo problema que nadie esta considerando y que habla del estado general de nuestros trenes. Si al ocurrir el choque los coches (vagones) hubieran estado en forma, lo ocurrido solo hubiera hecho lamentar contusos y heridos. En tanto no era así y el vagón (reparado por la propia TBA hace no más de dos años) carecía de la consistencia necesaria para poder afrontar eventuales accidentes ferroviarios, es que tenemos el desastre que tenemos. Este tipo de coches debiera poder resistir una presión de impacto de no menos de 70tn. Lo ocurrido en Once en ningún caso supone una presión de impacto que exceda las 20 o 30tn. Ocurre que la obsolescencia funcional de estos coches y su falta de mantenimiento (desinversión) los transforma en verdaderos vagones de cartón que al incrustarse unos sobre otros dieron lugar a los 50 muertos y a los más de 700 heridos. Sería imperdonable que después de este Cromañon Ferroviario, la desidia y los negocios del Gobierno Nacional obliguen a dos millones de personas a seguir conviviendo cotidianamente con la muerte. El problema no son sólo los frenos, son los vagones de cartón."
Una vez más se cae en una visión simplista y parcial que solo tiende a justificar que luego de semejante desastre los trenes sigan funcionando igual y obliguen a dos millones de personas a seguir viajando en las mismas condiciones que los cincuenta muertos. Esta es la consecuencia aberrante de una mirada, que sostenida en una mafia de intereses que conduce el sistema ferroviario (en la que se articulan empresarios, funcionarios públicos y dirigentes sindicales cómplices de la privatización), nos propone pasar por alto un enfoque global sobre el régimen ferroviario vigente y las formaciones ferroviarias concretas que tenemos. A esta altura del partido, resulta claro que el tren se puso en funcionamiento (como tantas otras veces) con su sistema de frenos al borde de lo funcional, que de los ocho compresores que debía tener el tren solo había cinco, que ninguno de ellos estaba al pleno de su funcionamiento y que por lo tanto no lograron frenar el tren en tiempo y forma chocando esta formación ferroviaria con un viejo paragolpes hidráulico de la época de vapor. Choque este que baja abruptamente la velocidad del tren de 20km/hora a cero en menos de un segundo. Es aquí donde aparece el segundo problema que nadie esta considerando y que habla del estado general de nuestros trenes. Si al ocurrir el choque los coches (vagones) hubieran estado en forma, lo ocurrido solo hubiera hecho lamentar contusos y heridos. En tanto no era así y el vagón (reparado por la propia TBA hace no más de dos años) carecía de la consistencia necesaria para poder afrontar eventuales accidentes ferroviarios, es que tenemos el desastre que tenemos. Este tipo de coches debiera poder resistir una presión de impacto de no menos de 70tn. Lo ocurrido en Once en ningún caso supone una presión de impacto que exceda las 20 o 30tn. Ocurre que la obsolescencia funcional de estos coches y su falta de mantenimiento (desinversión) los transforma en verdaderos vagones de cartón que al incrustarse unos sobre otros dieron lugar a los 50 muertos y a los más de 700 heridos. Sería imperdonable que después de este Cromañon Ferroviario, la desidia y los negocios del Gobierno Nacional obliguen a dos millones de personas a seguir conviviendo cotidianamente con la muerte. El problema no son sólo los frenos, son los vagones de cartón."
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