Königstein (Alemania), 13 Jul. 09 (AICA)
La afirmación de que en Honduras hubo un golpe militar es falsa, porque la deposición del presidente fue decidida por el Parlamento por 124 votos contra 4, y decretada por el Tribunal Supremo. Es extraño que muchos políticos y medios de comunicación occidentales sigan afirmando esa falsedad, declaró a la agencia Zenit, de Roma, María Lozano, colaboradora en América Latina de la institución pontificia “Ayuda a la Iglesia Necesitada”.
La Iglesia católica, gracias a su compromiso por el bien común y la democracia, se convirtió en la gran promotora del diálogo en medio de la gravísima crisis institucional que padece Honduras, explicó Lozano en una entrevista en la que deshizo algunos de los malentendidos que llevaron a emitir críticas injustificadas a la Conferencia Episcopal de ese país.
Tras haber tenido un contacto de primera mano con el cardenal Óscar A. Rodríguez Maradiaga, arzobispo de Tegucigalpa y presidente de la Conferencia Episcopal de Honduras, María Lozano explicó que está desempeñando un "papel neutral, sin tomar partido" para que "se llegue a un diálogo entre las partes implicadas", buscando la reconciliación.
-¿Es cierto que la Iglesia en Honduras respalda la decisión de la Corte Suprema de Justicia de que el Presidente Manuel Zelaya no regrese al país?
-Aquí habría que diferenciar dos cosas. Por una parte, la Conferencia Episcopal estudió detalladamente los fundamentos jurídicos de lo que está sucediendo en Honduras y llegó a la conclusión de que las instituciones estatales han actuado realmente de conformidad con la Constitución. Sin embargo, el hecho de que los obispos recomienden al presidente Zelaya que de momento no regrese no tiene nada que ver con esta valoración jurídica. La propuesta de la Conferencia Episcopal pretende evitar el estallido de la violencia en el país. La prudencia de esta postura se puso de manifiesto el domingo, cuando Zelaya intentó regresar al país y hubo dos muertos. Pero no creo que los obispos estén por principio en contra del retorno del depuesto presidente. Por lo demás, la Conferencia Episcopal exigió una aclaración detallada sobre las circunstancias de la salida forzada de Zelaya a Costa Rica el 28 de junio.
-Sobre este suceso se oyen explicaciones contradictorias. ¿Fue el Presidente depuesto realmente por un golpe militar?
-En todos los medios de comunicación, incluso en los de más prestigio, se sigue hablando de un golpe militar. Pero esta afirmación es discutible, y quizá incluso falsa. La deposición del presidente no fue decidida por los militares, sino por el parlamento, y decretada por el Tribunal Supremo. La mayoría parlamentaria fue de 124 votos a favor y 4 en contra, con el propósito de preservar la Constitución. Es decir, los militares no pretendieron asumir el poder, sino que sólo ejecutaron las órdenes de la Fiscalía General y la Corte Suprema. Es extraño que muchos políticos, también en países occidentales, aún no lo hayan advertido, y que tampoco los medios de comunicación lo hayan destacado. Yo no pretendo juzgar si la deposición de Zelaya estuvo bien o mal, pero fue una decisión legítima dentro de un sistema democrático. Lo que no puedo entender es que Zelaya haya sido enviado a Costa Rica. Éste me parece ser el único punto antidemocrático e ilegal.
-¿Por qué el Parlamento depuso al presidente Zelaya?
-Antes de llegar a esta decisión hubo una serie de escándalos de corrupción en torno a Zelaya. La gota que parece haber colmado el vaso y la razón de que el presidente haya sido depuesto es que pretendió enmendar la Constitución valiéndose de un referendo, y conseguir así una prolongación de su mandato presidencial. Este mandato concluye dentro de unos pocos meses, y la Constitución no prevé una reelección directa. A pesar de la prohibición por el Tribunal Supremo, Zelaya insistió en celebrar el referendo. La situación se agravó cuando Zelaya dio orden a las fuerzas armadas de apoyarlo en el desarrollo logístico de este referendo opuesto a la Constitución. La jefatura militar reaccionó democráticamente, rechazando la orden presidencial, lo cual fue apoyado por la Corte Suprema de Justicia. Zelaya reaccionó con la deposición de la jefatura militar. Llegado este momento, estaba claro que el Parlamento tenía que actuar.
-¿Qué papel cumple la Iglesia en este conflicto?
-Hemos hablado estos días con el cardenal Rodríguez Maradiaga, presidente de la Conferencia Episcopal. Él destacó especialmente que quiere desempeñar un papel neutral, sin tomar partido. Desea ante todo que se llegue a un diálogo entre las partes implicadas e hizo un llamamiento para la reconciliación. Esto no impide que intente clarificar y llamar las cosas por su nombre. Pero también esto fue mal entendido e interpretado de modo unilateral en los medios de comunicación.
-¿Cree usted que el diálogo en Honduras tiene posibilidades de éxito?
-Yo pienso que ese diálogo sólo será posible si el mundo reconoce la realidad política en Honduras. El presidente depuesto no puede regresar sin más ni más, como si nada hubiera ocurrido, querer eso es una utopía sin fundamento. ¿Y por qué se permite que países como Venezuela o Nicaragua amenacen a los gobernantes de Honduras con medidas militares, sin que la comunidad internacional diga nada? Mientras no se llegue a una situación de tranquilidad, el diálogo va a ser difícil.
-¿Se sienten amenazadas las iglesias ante la posibilidad de un nuevo mandato del Presidente Zelaya?
-Manuel Zelaya se había orientado últimamente en la dirección del presidente venezolano Hugo Chávez. De Venezuela llegaron incluso las urnas y papeletas para el proyecto de referendo ilegal. Esto es preocupante, no sólo para los cristianos sino para todos los demócratas. En cuanto al tema de la reelección, muchas Constituciones de países de América Latina preveían o prevén que un presidente sólo puede ser elegido por dos períodos electorales. Es esta una lección aprendida del pasado, que frecuentemente fue marcado por dictaduras, y esto es algo que debe mantenerse. Pero por otra parte, la relación de la Iglesia con el gobierno de Zelaya no estuvo hasta ahora nada mal. Es verdad que la Iglesia se manifestó en contra de la corrupción en el país y ello no agradó al gobierno, pero verdaderas dificultades no las hubo.
-¿Qué cabe esperar si el presidente Zelaya no regresa?
-Pienso que él debería regresar, de lo contrario la situación en Honduras nunca será estable. La única pregunta es cómo y cuándo debe ser el regreso. ¿Como víctima y acompañado de políticos extranjeros que quieren verlo de nuevo en el poder? ¿O con acompañamiento de observadores neutrales, dispuestos a encontrar una solución justa y pacífica? Esto es lo que se desea.
-¿Cómo podría ser esta solución?
-Para noviembre están previstas las elecciones. Quizá se podrían anticipar, o quizá también establecer un gobierno de transición. Habría que aclarar también cómo y por qué Zelaya fue llevado fuera del país. Si ello hubiese sido anticonstitucional, debe haber alguien que asuma la responsabilidad. En todo caso, conviene llegar en Honduras mismo, sin interferencia desde el exterior, a una solución democrática. La anunciada mediación del Presidente de Costa Rica, Óscar Arias, podría aportar una solución al conflicto. Arias recibió en 1987 el Premio Nobel de la Paz por sus esfuerzos en pacificar América Latina, quizá sean las negociaciones que han comenzado una medida esperanzadora.
-¿Han dejado de haber actualmente representantes de la Iglesia católica y de iglesias evangélicas que actúen como consultores en las comisiones gubernamentales, para ayudar a solucionar los problemas crónicos en Honduras?
-Espero que no sea así. Dos problemas crónicos son la corrupción y la injusticia social. La Iglesia debe seguir observando la situación y actuar enérgicamente. Y a nosotros en Europa nos incumbe rezar por la paz en el país, manteniéndonos además bien informados sobre la situación, aunque sea difícil. De modo especial sugiero que se rece por el cardenal Rodríguez Maradiaga, pues sobre él pesa, como representante de la Iglesia en Honduras, una gran responsabilidad.