COMBATIENDO LA COLUMNA VERTEBRAL
“Sólo podemos cambiar
el pasado y construie el futuro"
(aforismo implicado)
“Sin nombre, refiriéndose en general a empresarios y sindicalistas, la jefa de Estado aludió a un panorama de disputas gremiales reclamando cautela. Volvió a elogiar los convenios por empresa para distribuir ganancias, a los que prefiere por sobre una ley. “o preferiría que en lugar de apoyarme tanto pidiéndome para que sea presidenta, me apoyen de una manera más contundente sin necesidad de presiones o de hechos que crean demasiada conflictividad”. “Distribución de ganancias o bono por productividad, el nombre es lo de menos, lo importante es que los trabajadores encuentren dónde encauzar sus demandas legítimas, pero que no afecten a aquellos sectores que ni siquiera tienen un trabajo”, (Pagina 12). Reclamó que los sindicatos no la presionen, no le griten, ni la amenacen. La presidenta Cristina Kirchner pidió ayer a los gremios que, en lugar de apoyar tanto su reelección, deberían ayudarla a evitar la conflictividad social y, una vez más, exigió más racionalidad en los métodos de protesta. Mariana Verón - Diario La Nación
(APe).- Una de las marcas de la cultura represora es instalarse cómoda y confortablemente, en el nivel convencional encubridor. En ese espacio, todos los gatos se comen por liebre y los lobos lucen hermosas pieles de cordero. El asesinato de un aventajado alumno de la CIA, que luego se pasó al lado oscuro y musulmán de la fuerza (parodiando a la insustituible Guerra de las Galaxias de George Lucas) es tomado como un acto de justicia y de la más premiada de las paces: la del Nobel. Las palabras ya no importan. Todo puede ser dicho por cualquiera, en cualquier momento, depende de las circunstancias. Con el mismo entusiasmo con el cual el gobierno festeja la elección permanente en Neuquén, desconocen la elección en la CTA y mantienen a su delegado interventor como secretario general, palabras más, delirios menos. Que todo dé para todo, que el pensamiento crítico sólo se refugie en los medios alternativos a los monopolios privados y estatales, no es malo, pero no podría decir que es demasiado bueno. El Ministro del Interior esperó en su área de confort más de 5 meses para preparar una reunión con el pueblo qom y de paso, se hizo un espacio para canallescamente atacar a Nora Cortiñas. Pero las palabras cada vez importan menos, todo puede ser dicho en cualquier momento porque luego otros dichos se encargarán de barrerlos bajo la moquette o el piso flotante, ya que pocos usan alfombra. Lo importante es apoyar sin crear conflictividad. O sea: la conflictividad, prima hermana de la gobernabilidad, y nuera de la habilidad, suegra de la estabilidad, es creada por las presiones. La cultura represora invierte la lógica racional, y en esa inversión que es política y cultural, decreta la única racionalidad verdadera: la del Estado y de quien detenta su Jefatura. Subordinación sin valor, y apoyen sin chistar. Si hay presiones es porque hay conflictividad, y esta conflictividad es el apodo, el nickname, que el capitalismo serio le otorga a la lucha de clases. Ahora bien: el nombre es lo de menos, dice la jefa de estado, sin agregar a pesar de que todos pensaron en los moyano, vos sos un gordo bueno. El bono por productividad es el castigo disfrazado de premio a la hiper explotación laboral. No se trata solamente de apropiación de plusvalía, de saqueo de las ganancias que todo trabajador genera. El bono por productividad, y disculpe la Jefa de Estado pero debo dirigirme a usted, es una operación en la subjetividad del trabajador para que se autoexplote mientras alucina y delira con los créditos de los bancos que transforman el consumo en adicción. El nombre, la palabra, es el mundo. Freud dijo: “comenzamos renunciando a las palabras y terminamos renunciado a las cosas”.
Escuché también, aunque la prensa escrita no lo menciona, una frase: “la suerte de tener trabajo”. Pensé que era un derecho, no suerte, ni siquiera buena suerte. Y entonces la presión, la amenaza sería la de la Jefa de Estado: los que tienen no pidan, no presionen, no conflictúen, porque hay muchos que no tienen suerte”. Esta concepción del conflicto social, donde la lógica empresarial y la lógica obrera son equivalentes, remite al delirio del contrato social, que como casi todos sabemos, apenas ha sido un pacto perverso, causa primera de múltiples genocidios y crímenes de lesa humanidad. No griten y de paso, que se calle el del bombo. Sólo puede gritar el chetaje que almuerza y cena en puerto madero. Los piqueteritos sólo pueden hacer piquetitos en el cordón de la vereda, ordenaditos y en voz bajita, para ser dignos de paka paka. Y por penúltimo, no sé cuál es la racionalidad de los métodos de protesta. ¿Una sola racionalidad es posible, como la Razón K se empeña en establecer? En el Seminario Marplatense de Psicoanálisis Implicado trabajamos en el año 2008 sobre “Cultura represora: de la queja al combate”. Lo hicimos en el marco teórico y político de lo que llamamos la “triple frontera”: psicología social, teología de la liberación y psicoanálisis implicado. Diferenciamos la queja, como descarga individual, la protesta, como reclamo colectivo, el combate, como estrategia de disputa de poder. El discurso de la Jefa de Estado tolera la queja, o al menos la quejita, no está dispuesta a escuchar la protesta, y no tengo duda razonable de que permita combatir al capital. El ataque a Pablo Micheli, que sí fue presionado y amenazado, no debe estar en la lista de aquello que genera conflictividad sindical. Después de todo, nunca el ministerio de trabajo, conducido por uno de los tres aspirantes al cetro porteño, soñó con la personería jurídica de la CTA, que hubiera sido la pesadilla para los que hoy empiezan a sentir dolores en la columna vertebral. No aceptaré el alucinatorio social que el “modelo”, todo “modelo”, propone. Por supuesto, que la acusación permanente y discriminatoria (un Inadi por ahí) de que todo opositor es gorila, no va a quebrar mi columna mental. Y si eso sucediera, mis 25 años de cooperativismo de trabajo en salud mental me ayudarán a recuperarme. Aunque nunca tuve honores, nunca dejaré de sostener la lucha.
Escuché también, aunque la prensa escrita no lo menciona, una frase: “la suerte de tener trabajo”. Pensé que era un derecho, no suerte, ni siquiera buena suerte. Y entonces la presión, la amenaza sería la de la Jefa de Estado: los que tienen no pidan, no presionen, no conflictúen, porque hay muchos que no tienen suerte”. Esta concepción del conflicto social, donde la lógica empresarial y la lógica obrera son equivalentes, remite al delirio del contrato social, que como casi todos sabemos, apenas ha sido un pacto perverso, causa primera de múltiples genocidios y crímenes de lesa humanidad. No griten y de paso, que se calle el del bombo. Sólo puede gritar el chetaje que almuerza y cena en puerto madero. Los piqueteritos sólo pueden hacer piquetitos en el cordón de la vereda, ordenaditos y en voz bajita, para ser dignos de paka paka. Y por penúltimo, no sé cuál es la racionalidad de los métodos de protesta. ¿Una sola racionalidad es posible, como la Razón K se empeña en establecer? En el Seminario Marplatense de Psicoanálisis Implicado trabajamos en el año 2008 sobre “Cultura represora: de la queja al combate”. Lo hicimos en el marco teórico y político de lo que llamamos la “triple frontera”: psicología social, teología de la liberación y psicoanálisis implicado. Diferenciamos la queja, como descarga individual, la protesta, como reclamo colectivo, el combate, como estrategia de disputa de poder. El discurso de la Jefa de Estado tolera la queja, o al menos la quejita, no está dispuesta a escuchar la protesta, y no tengo duda razonable de que permita combatir al capital. El ataque a Pablo Micheli, que sí fue presionado y amenazado, no debe estar en la lista de aquello que genera conflictividad sindical. Después de todo, nunca el ministerio de trabajo, conducido por uno de los tres aspirantes al cetro porteño, soñó con la personería jurídica de la CTA, que hubiera sido la pesadilla para los que hoy empiezan a sentir dolores en la columna vertebral. No aceptaré el alucinatorio social que el “modelo”, todo “modelo”, propone. Por supuesto, que la acusación permanente y discriminatoria (un Inadi por ahí) de que todo opositor es gorila, no va a quebrar mi columna mental. Y si eso sucediera, mis 25 años de cooperativismo de trabajo en salud mental me ayudarán a recuperarme. Aunque nunca tuve honores, nunca dejaré de sostener la lucha.