MEMENTO (DEL LATÍN MEMENTO, ACUÉRDATE)
POR GABRIELA POUSA
La política en la Argentina no avanza: surgen nuevos escándalos o temas cada semana, pero los mismos problemas de siempre continúan como telón de fondo, subyacentes y sin solución.
“¿Dónde estás? Acabas de despertar en un cuarto de hotel.
Aquí están las llaves, sientes que es la primera vez que estás ahí
pero...
quizás lleves aquí una semana, tres meses,
es difícil decirlo, no sé. Es un cuarto anónimo.”
Atrás quedó una semana llena de aparentes novedades en materia política. Claro que, lo que aquí y ahora suele llamarse “novedades” llega sin el elemento básico y esencial como para ser así definido. Y es que lo “nuevo” aunque se trate de dibujarlo no está. El film va hacia atrás.
La Argentina está sumida en la fase más ruin de aquello que denominamos la vieja política. Paradójicamente, un país que ha sorteado el principio de siglo bregando por el cambio, se halla enfermizamente arraigado a las costumbres más perniciosas de los vicios del pasado. Si acaso la corrupción fue una constante en sucesivas administraciones que forjaron esta decadencia, hoy directamente aflora en escena como el ícono intrínseco del sistema.
Los “vueltos” que pudieron guardarse algunos funcionarios en la demonizada década del 90 ya no satisfacen. No alcanzan el status de coima ni por broma. Ni sirven de propina. De la famosa pista de Anillaco a las propiedades del matrimonio presidencial en El Calafate las distancias son abismales. Desde luego que una cosa no justifica ni anula la otra. Pero con estos arbitrarios ejemplos, queda graficado por qué el gobierno de estos últimos siete años se sitúa en el plano más envilecido de lo antiguo. Lo peor de la política se afianza con una mediocridad que espanta.
Las instituciones son ruinas de una república vencida, no por guerras sino por ignominia. En el banquillo de los acusados se sienta la mismísima Justicia. La legislación no iguala, discrimina, aunque en la oratoria oficial y eufemística pretenda celebrarse como un paradigma de paridades para todos aquellos que viven en la Argentina.
Así como la “redistribución de la riqueza” del “modelo productivo” kirchnerista coopera a marcar mayores diferencias, las nuevas leyes en lugar de tender puentes, abren grietas.
La ley de Medios, aunque aún no se haya instrumentado siquiera, obliga a la televisión a estar más lejos de transmitir aquello que pasa e interesa a la población. Se ampliará la brecha si ésta encima entra en vigencia.
La ley del matrimonio entre seres del mismo sexo pone de manifiesto intereses demagógicos que se valen de derechos, manipulados según el antojo de las necesidades electorales de un gobierno.
Los jubilados nuevamente quedan presos de debates fútiles, porque si del intento se pasa al logro, lo que sigue es el veto. Y el mayor interés para la “oposición” parece ser que quede al descubierto el descrédito político del Ejecutivo. No se ve un genuino desvelo por la calidad de vida de los “viejos”…
El silencio y el mutismo de algunos marcan a las claras la incapacidad para responsabilizarse de todo hecho. Aparecen y desparecen de escena como si no hubiese frente a ellos, espectadores que pagaron la entrada para escucharlos y verlos en acto, no en hibernadero. En consecuencia el precio termina siendo una estafa, y la obra no vale nada.
Las fotos importan más que el guión. La trama del film se asemeja a un engendro de imágenes sin significación. El ayer revela más el hoy que aquello que sucede en este momento. Los argentinos no pueden imitar siquiera al protagonista de “Memento” porque no alcanza la superficie del cuerpo para anotar el devenir de los hechos y no perder la noción del tiempo. Se ha cercenado la memoria con la desfiguración de lo verdadero.
Todo es demasiado grotesco. El que ayer se negó a un juicio, hoy pide a gritos tenerlo. ¿Actuó la conciencia entre medio? No, cerraron los números para que el resultado sea benéfico. Si la taba se da vuelta en el proceso, habrá plan B y en lugar de la banda y el cetro, intentarán seguir al frente del Obelisco y el Cabildo. No suena muy patriótico es cierto, pero es más realista que la declamación en verso de una transparencia en algo que nació desde el vamos sucio y maniqueo.
Desde luego que los integrantes de la administración de la ciudad de Buenos Aires son “nenes de pecho” al lado de los miembros del gobierno nacional. No en imitarlos sino en diferenciarse está el mérito. Hay quienes eligen como adversarios a aquellos que saben perdieron de ante mano. Vulgarmente podría decirse que así “cualquiera es macho”…
Lo grave de todo esto es que se sitúa a la sociedad frente a una temática que no le soluciona nada aunque le clarifica de alguna manera el panorama. Lo que hay no presenta síntomas de poder cambiar las viejas prácticas de una política viciada por demagogia y oportunismos ligados a intereses mezquinos. El “bien común” es un binomio muerto dentro de un libro que parece que hiciera años que no se ha abierto: la Constitución de la Nación.
En su lugar se han emplazado ejemplares de Corin Tellado, novelas y culebrones donde los galanes pierden prestancia y, aunque se engañen a sí mismos, no conquistan nada. La dama sigue en el rol de Penélope tejiendo la esperanza de un comicio donde la ciudadanía no acuda simplemente a ensobrar al adversario menos malo, sino a elegir un hombre o una mujer capaces de cumplir un mandato.
Tal vez el error sea creer que éste equivale a un período de cuatro años cuando, en rigor de verdad, de lo que trata es de cumplir en representarnos. © www.economiaparatodos.com.ar