Ciudad del Vaticano/AICA.- “El crecimiento de la desigualdad y la pobreza ponen en peligro la democracia inclusiva y participativa, que siempre presupone una economía y un mercado que no excluya y que sea justo”, dijo el papa Francisco, esta mañana, al recibir a los participantes en la asamblea plenaria del Pontificio Consejo Justicia y Paz; una reunión que coincide con el quinto aniversario de la publicación de la encíclica de Benedicto XVI “Caritas in veritate”.
El Santo Padre recibió esta mañana a los participantes en la asamblea plenaria del Pontificio Consejo Justicia y Paz; una reunión que coincide con el quinto aniversario de la publicación de la encíclica de Benedicto XVI “Caritas in veritate”.
“Un documento clave -ha observado Francisco- para la evangelización de lo social, que da valiosas orientaciones sobre la presencia de los católicos en la sociedad, las instituciones, la economía, las finanzas y la política” y que “llamó la atención no sólo sobre los beneficios, sino también sobre los peligros de la globalización que aunque haya aumentado en gran medida la riqueza de varios estados individuales también ha exacerbado las diferencias entre los distintos grupos sociales, creando desigualdades y nuevas pobreza en esos mismos países considerados más ricos”
Reflexionando sobre los aspectos del sistema económico actual el Papa hizo hincapié en la explotación del desequilibrio internacional de los costos laborales, que afecta a millones de personas que viven con menos de dos dólares al día y que además de no respetar la dignidad de los que suministran mano de obra barata, destruye empleo en aquellas regiones en las que está más protegido.
“Se plantea aquí -dijo- el problema de crear mecanismos de tutela de los derechos laborales y del medio ambiente, frente a una ideología consumista, que no se siente responsable ni de las ciudades ni de lo creado.
Por otra parte, el crecimiento de la desigualdad y la pobreza ponen en peligro la democracia inclusiva y participativa, que siempre presupone una economía y un mercado que no excluya y que sea justo”.
“Se trata, pues, de superar las causas estructurales de la desigualdad y la pobreza” continuó, recordando que en su exhortación apostólica Evangelii gaudium señaló tres instrumentos básicos para la inclusión social de los más necesitados, como la educación, el acceso a la atención sanitaria y el trabajo para todos.
“En otras palabras -explicó- el Estado de derecho social no debe ser desmantelado, en particular el derecho fundamental al trabajo. Esto no puede considerarse como una variable dependiente de los mercados financieros y monetarios. Es un bien fundamental por cuanto se refiere a la dignidad, a la formación de una familia, a la realización del bien común y de la paz. La educación y el empleo, el acceso al bienestar para todos son elementos clave para el desarrollo y la justa distribución de los bienes, tanto para lograr la justicia social, como para pertenecer a la sociedad y para participar libre y responsablemente en la vida política, entendida como la gestión de la “res publica”.
Las ideas que pretenden aumentar la rentabilidad a costa de la restricción del mercado del trabajo que crea nuevos excluidos, no son conformes con una economía al servicio de la humanidad y el bien común, ni con una democracia inclusiva y participativa”.
Otro problema surge 'del desequilibrio persistente entre los sectores económicos, entre la remuneración, entre bancos comerciales y bancos de especulación, entre instituciones y problemas globales: es necesario mantener viva la preocupación por los pobres y la justicia social.
“Por una parte -indicó el Pontífice- hacen falta reformas profundas, que prevean la redistribución de la riqueza y la universalización de los mercados libres al servicio de las familias y por otra la redistribución de la soberanía, tanto en ámbito nacional como en el supranacional”.
Regresando a la encíclica “Caritas in veritate”, el Papa recordó cómo ese documento destacaba el vínculo entre ecología del medio ambiente y ecología humana y cómo sus principios sean de gran actualidad. “Un amor lleno de verdad es, efectivamente, la base sobre la que construir la paz hoy tan deseada y tan necesaria para el bien de todos.
Permite superar fanatismos peligrosos, conflictos por la posesión de los recursos, migraciones de proporciones bíblicas, las plagas perdurables del hambre y la pobreza, la trata de personas, la injusticia y las desigualdades sociales y económicas, y el desequilibrio en el acceso a los bienes colectivos”.
“La Iglesia -finalizó- está siempre en camino en busca de nuevas formas de anunciar el Evangelio también en el ámbito social”.