DE AQUÍ A OCTUBRE
Julio César Moreno
El país ha empezado a moverse hacia las elecciones de octubre, en un clima de crispación social, lucha de facciones y desagregación partidaria. Quiere decir, entonces, que se ha ingresado en un año electoral, aunque para los comicios de octubre –previstos para el domingo 23– aún faltan ocho largos meses, en los que pueden suceder muchas cosas y con inciertos resultados. Lo que se advierte, en efecto, es un clima de incertidumbre total, apatía y desinterés de parte de la ciudadanía. Si en la Argentina no existiera el voto obligatorio, hoy sería previsible una alta abstención; pero en nuestra tradición electoral, la mayoría de la gente decide su voto a último momento. Hubo excepciones, por cierto, como en 1983, cuando varios meses antes de las elecciones del 30 de octubre de ese año, se respiraba en el aire una amplia victoria de Raúl Alfonsín. Y hoy no es que no existan apetencias de cambio, sino que no se vislumbran en el horizonte verdaderas y efectivas alternativas de cambio.
El país ha empezado a moverse hacia las elecciones de octubre, en un clima de crispación social, lucha de facciones y desagregación partidaria. Quiere decir, entonces, que se ha ingresado en un año electoral, aunque para los comicios de octubre –previstos para el domingo 23– aún faltan ocho largos meses, en los que pueden suceder muchas cosas y con inciertos resultados. Lo que se advierte, en efecto, es un clima de incertidumbre total, apatía y desinterés de parte de la ciudadanía. Si en la Argentina no existiera el voto obligatorio, hoy sería previsible una alta abstención; pero en nuestra tradición electoral, la mayoría de la gente decide su voto a último momento. Hubo excepciones, por cierto, como en 1983, cuando varios meses antes de las elecciones del 30 de octubre de ese año, se respiraba en el aire una amplia victoria de Raúl Alfonsín. Y hoy no es que no existan apetencias de cambio, sino que no se vislumbran en el horizonte verdaderas y efectivas alternativas de cambio.
¿Dos peronistas? Con un peronismo dividido y con una oposición también dividida, lo que asoma es una elección parecida a la de 2003, cuando cinco candidatos disputaron la presidencial con escasas diferencias entre ellos. En esta ocasión, las primeras encuestas parecen favorecer con holgura al oficialismo.
En aquella oportunidad, Carlos Menem y Néstor Kirchner –ambos peronistas– obtuvieron el 24 y 22 por ciento, respectivamente, seguidos por Ricardo López Murphy, Elisa Carrió y Adolfo Rodríguez Saá en orden decreciente. Menem renunció a su candidatura, ya que las encuestas le adjudicaban una clara victoria a Kirchner en una segunda vuelta.
Hay quienes piensan que en octubre próximo la elección se dirimirá otra vez entre dos candidatos peronistas. Pero falta mucho tiempo y puede correr mucha agua bajo los puentes, y es probable que se formen alianzas interpartidarias que antes no existían y que puedan generar una sorpresa.
De todos modos, la gran pregunta es si continuará el “modelo kirchnerista”, en lo político, lo económico y lo social, aunque muchos se preguntan si el kirchnerismo existe realmente como “modelo” o si se trata simplemente de una estrategia y una práctica de acumulación del poder, que no tiene visiones claras sobre el futuro.
Pero si bien la experiencia de 2003 está relativamente fresca en la memoria colectiva, lo que realmente preocupa a los argentinos es la reiteración de los violentos choques entre facciones peronistas como los que ocurrieron en el período 1973-1976. Lo ocurrido hace pocos días tras la detención del sindicalista Gerónimo Venegas, liberado pocas horas después de la reacción del ex presidente Eduardo Duhalde, que le devolvió a éste un protagonismo y un manejo de los hilos del poder que se creía que había perdido definitivamente, es sólo un ejemplo de las cosas que se están moviendo en el interior de la sociedad argentina.
La crispación social y política reinantes, las luchas entre facciones sindicales, la disgregación y la dispersión del sistema de partidos políticos, a lo que hay que agregar frecuentes desvaríos del Gobierno nacional –tanto en la política interna como en las relaciones exteriores– hacen presagiar un año electoral muy conflictivo.
FUENTE: LA VOZ DEL INTERIOR