Por Carlos Tórtora/El Informador.-
En las distintas facciones que dividen al cristinismo habría coincidencia en cuanto a que CFK reasumirá la presidencia después de las elecciones. Sin embargo, este paso sería apenas el primer capítulo de una polémica que recién se inicia y en la cual se entremezclan los diagnósticos médicos con las estrategias políticas. El estricto reposo que debe observar CFK les transfirió una cuota de poder político a los que controlan el limitadísimo acceso a su persona.
Entre ellos, Máximo Kirchner pasó a ser el portavoz de las posturas del entorno familiar, colisionando hasta con el mismo Carlos Zannini en cuanto a cuál debe ser la estrategia hasta el 2015. El primogénito presidencial defendería una postura de máxima, consistente en que CFK no debería seguir exponiéndose al extremo stress que le imponen sus funciones, porque su salud se agravaría. Como ejemplo estaría lo ocurrido con Néstor Kirchner. Reforzando este argumento, sostendría también que a partir de ahora el gobierno deberá tomar medidas económicas altamente impopulares que podrían debilitar seriamente el capital político de la presidente.
La evaluación del entorno presidencial es que, aun con la actual baja, Cristina cuenta con un núcleo duro de alrededor del 30% de los votos que necesita conservar a toda costa. Con esta perspectiva, habría distintas propuestas en danza. Máximo se inclinaría por la conveniencia de que, después del 10 de diciembre- y escudándose en razones de salud- ella renuncie para dejar que Amado Boudou sea el que ponga la cara en el inminente ajuste de la economía. No se trataría de una operación sólo destinada a preservar la salud de CFK sino a que ella conserve la jefatura política del kirchnerismo aun desde fuera del gobierno. Algunos interpretan que este plan implicaría la generación de un gran vacío político y serias dificultades de gobernabilidad que, según los autores del mismo, terminaría repotenciando la capacidad de Cristina para digitar un presidenciable del peronismo para el 2015.
Y también le permitiría, en caso de así decidirlo, levantar su candidatura a gobernadora de Buenos Aires.
Sin llegar a los extremos de la renuncia, le adjudican a Zannini un plan más moderado. Se trataría de una nueva y larga licencia presidencial para que Boudou haga el trabajo “sucio” del ajuste, es decir, un tarifazo importante acompañado por una devaluación, intentando preservar así en alguna medida la figura de Cristina del extremo desgaste político que sufriría el gobierno, así como de las inevitables tensiones sociales. La importante participación del vicepresidente en el acuerdo para pagar a cinco de las empresas que litigan contra el gobierno en el CIADI sería entonces la prueba piloto para un plan más ambicioso.
Claro está que estos caminos están sembrados de espinas. Varios legisladores K, empezando por el jefe de la bancada de senadores del FpV, Miguel Pichetto, y el presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, estarían advirtiéndole al círculo presidencial que el uso de Boudou como prestanombre tendría un limite político.
En otras palabras, que si en el futuro se intentara que él quede a cargo del ejecutivo nuevamente, tomando decisiones de alto costo político, podría generarse una rebelión en el Congreso. Muchos diputados y senadores del oficialismo coincidirían con los bloques opositores en que es inaceptable que una figura extremadamente desprestigiada esté a cargo del Ejecutivo. Bastaría tal vez que el juez federal Ariel Lijo lo cite a Boudou a prestar declaración indagatoria para que se instale un escenario crítico. Una versión indica que Daniel Scioli, paciente tejedor de una extensa trama, se ubicaría entre los que sostienen que, si CFK no quiere o no puede continuar, la solución de ninguna manera podría pasar por el polémico vicepresidente sino por una asamblea legislativa.
El repliegue a Buenos Aires
Estas alternativas -y otras que se están elucubrando en Olivos- privilegian un objetivo. Lo importante es que CFK llegue a fines del año que viene como gran electora del peronismo. Es decir, que elija al candidato presidencial sabiendo que de esta elección depende que el justicialismo se fracture, como viene ocurriendo desde el 2003, presentando entonces varias fórmulas. El segundo objetivo, no menos importante, sería retener el control del PJ bonaerense, para asegurarse la chance de ganar la gobernación en el 2015, sobre todo teniendo en cuenta que en este distrito no hay ballotage. La clara decisión de Sergio Massa de construir su futuro fuera del PJ le acaba de abrir a la Casa Rosada una oportunidad.
Urgido por la resolución del Juez Federal con competencia electoral de La Plata Manuel Blanco, que dispuso la caducidad del PJ de Buenos Aires -medida que fue apelada- el presidente de la Junta Electoral del partido, Hugo Curto, ratificó que las internas para renovación de autoridades se realizarán el próximo 15 de diciembre. En principio, el intendente de Malvinas Argentinas Jesús Cariglino tenía pensado presentar una lista opositora. Pero las últimas informaciones indican que el apoderado partidario Jorge Landau dispuso cerrar los padrones partidarios cuidándose de que ningún dirigente disidente pueda acumular votantes propios. Con este cepo de afiliados, el cristinismo se aseguraría digitar una conducción partidaria a su medida y contar con un PJ sumiso para la crítica etapa que se avecina. Y tal vez también en función de una eventual candidatura a gobernadora de Cristina.