HANNAH ARENDT

En 1951, Hannah Arendt escribió: "El sujeto ideal de un régimen totalitario no es el nazi convencido o el comunista comprometido, son las personas para quienes la distinción entre los hechos y la ficción, lo verdadero y lo falso ha dejado de existir".

miércoles, 23 de octubre de 2013

El relato "pega la vuelta" y Cristina es "market-friendly": ¿nueva etapa o gesto oportunista?

Por Fernando Gutierrez (Producción: Lucila Lopardo).- El Banco Mundial es bienvenido, se prepara un nuevo índice para medir la inflación, se convoca a los acreedores para que cambien deuda por inversión, se hace subir al dólar más rápido mientras se critica al club de los devaluadores, hay planes para cambiar política de subsidios. ¿Mutación K? Alguien que elabora un discurso muy fuerte contra la compra de marcas de lujo y a favor del ahorro en "segundas marcas" del supermercado, por ejemplo, puede sucumbir ante la tentación de adquirir el jean más caro del mercado.
Y luego lo justificará con el argumento de que tenía bien ganado el darse un regalo por su esfuerzo ahorrativo. La vida cotidiana de las empresas está llena de esos ejemplos, en los que alguien dice que no caerá en una determinada conducta y luego busca un justificativo racional para hacer lo opuesto a lo dicho. Esa actitud puede también aplicarse a la política, y el kirchnerismo es un verdadero caso de estudio en este sentido. Con la misma pasión con la que se defendía al dólar alto como una herramienta industrializadora, ahora se defiende un tipo de cambio atrasado y se condena al "club de los devaluadores". O se amenaza con abrir el mercado importador para "castigar" a las mismas empresas a las que poco antes se protegió con el cierre comercial. Esta ambivalencia ha alcanzado su punto máximo en estos días, en los que cuanto más radicalizado es el discurso en defensa del "modelo", más medidas aparecen en el sentido de adoptar un camino "market friendly". Como destaca el influyente economista Miguel Bein, existe dentro del Gobierno una corriente de opinión favorable a "encontrar mecanismos no tradicionales de apertura al crédito", una situación que implicaría un posible "giro hacia el mercado". El esfuerzo diplomático que se puso de manifiesto en las últimas semanas tendría, según Bein, un objetivo bien específico: "Aumentar el fondeo potencial de los organismos internacionales".

 El cambio es particularmente notable en dos planos: 

 • El primero, el endeudamiento a través del plan Baade, en un intento de obtener dólares por la vía de garantizarle a los inversores un tipo de cambio más alto que el oficial. 

• El segundo, el acercamiento a los organismos internacionales de crédito, en abierta contradicción con el combativo discurso presidencial. 

 "El Gobierno se ve obligado a salir al mundo en busca de dólares, bajando todas las banderas. La necesidad tiene cara de hereje", sintetiza el consultor Salvador Di Stefano, uno de los que se dejó ganar por el optimismo de las nuevas medidas y de los que cree que el Banco Central podría así atenuar el ritmo de caída de las reservas. No todos comparten ese optimismo, por cierto. Como Hernán Lacunza, ex gerente del Banco Central, quien declara no tener "ninguna expectativa sobre los beneficios que pueda tener el país por las gestiones que se hacen con los organismos internacionales, a lo sumo el Gobierno estará otra vez incurriendo en una contradicción". 

 Lo cierto es que, aparentemente, al Ejecutivo no le ha pesado mucho esa contradicción con el discurso anti-endeudamiento que ha enarbolado desde la cancelación de la deuda con el FMI en 2005. De hecho, el ministro Hernán Lorenzino -el mismo que el 3 de agosto de 2012 proclamó que el país había logrado su "independencia económica" al cancelar el último de los Boden nacidos durante el corralito- fue ahora el encargado de ponderar la nueva "buena onda" entre la Argentina y el Banco Mundial. La demostración de buena voluntad argentina fue plasmada en la nueva actitud receptiva hacia las empresas que habían ganado juicios en el Ciadi -el tribunal de resolución de litigios sobre inversiones internacionales- lo cual haría nuevamente que el organismo financiero habilitara líneas de crédito para la Argentina. Seguramente, el "relato" kirchnerista ya tiene el argumento preparado: lo dio la propia Cristina Kirchner cuando distinguió entre un tipo de deuda buena -la que tiene por objeto financiar la infraestructura- y otra deuda mala (la del "revolving" por la cual el país aumenta su endeudamiento -al cambiar vencimientos cortos por largos- mientras los asesores financieros hacen fortunas). 

 Ironías del destino, la convocatoria a las empresas para que cobren su deuda en bonos destinados a financiar la exploración petrolera en Vaca Muerta guarda no pocas similitudes con el Plan Brady de los demonizados años '90, en los cuales los acreedores aceptaban canjear "deuda por inversión". Un mecanismo que, dicho sea de paso, permitió que empresas públicas cambiaran de manos. La nueva esperanza K Un remixado plan Baade se ha convertido ahora en la nueva esperanza del Gobierno, como antes lo fuera la malograda iniciativa del Cedin. No sólo apuesta a que alivie la escasez de dólares en el Banco Central, sino además que contribuya a mejorar la floja tasa de inversión que exhibe la economía. Pero no sólo eso, sino que también -como se pretendía con el Cedin- se intentará que se convierta en un sustituto del blue, al transarse en un mercado secundario. Los resultados todavía se presentan como inciertos, ya que hasta ahora hay más promesas que entradas concretas de divisas. 

Pero si lo que se ha estado negociando sale bien, entonces el Gobierno puede encontrar algo de alivio en: 

• El ingreso de unos u$s500 millones del grupo Bulgheroni. 

• Otros u$s68 millones de empresas acreedoras que ganaron el juicio del Ciadi. 

• Unos u$s300 millones que aportarían las cerealeras, a las que ya se les ha golpeado la puerta. 

 • Hay, además, presión para que las automotrices también hagan su aporte a este "bono patriótico". 

 Por otra parte, el acercamiento al Banco Mundial implicaría el ingreso de u$s3.000 millones, de los cuales entrarían en forma neta unos u$s700 millones luego de descontado el monto que se destinaría al pago de obligaciones financieras pendientes. En la misma línea de estas medidas "market friendly" se inscribe la implementación de un nuevo índice de inflación que, según Lorenzino, está casi listo para ser aplicado. 

Este último punto era, por cierto, una de las condiciones para que la Argentina no recibiera, al decir de Christine Lagarde, una "tarjeta roja" por parte del antes "denostado" FMI. Con el nuevo índice, aumentan las posibilidades de que baje el riesgo país. No hay que olvidar que hasta 2007, cuando fue intervenido el Indec, Argentina pagaba la misma tasa de interés que Brasil y, por consiguiente, mejorarían las perspectivas de una vuelta al mercado de deuda. En principio, los analistas consideran positiva esta nueva actitud, aunque muestran cautela sobre el nuevo indicador de precios. "Se está buscando una salida elegante, en una dirección que marcaría la racionalidad", observa Ariel Barraud, economista del Instituto Argentino de Análisis Fiscal. Pero también advierte respecto de caer en un exceso de optimismo ya que, al mismo tiempo, hay otras actitudes del Ejecutivo que traen suma preocupación, como financiar el elevado gasto público apelando al Banco Central y a la Anses. ¿Alcanza esta dosis de racionalidad? 

La gran pregunta ante este aparente giro al "market friendly" por parte del Gobierno es si alcanzará para mejorar los problemas de fondo que muestra la economía o si se trata de un simple parche. Quienes intentan responder esta cuestión ponen la lupa en el volumen de gasto público, especialmente en los subsidios, que ya duplican el ingreso del fisco por las retenciones a las exportaciones agrícolas. En el recientemente aprobado presupuesto, el Gobierno dio indicios en el sentido de iniciar el tantas veces postergado recorte (de subsidios), lo que implica un gradual sinceramiento en los precios de los servicios públicos. Si esto se hará, y en qué medida, es uno de los grandes enigmas del momento. Es que, por un lado, la carga fiscal de las tarifas congeladas se hace difícil de sobrellevar. Pero, por otro, está presente el antecedente de las protestas en Brasil tras un leve incremento en el transporte público. No es, por cierto, una decisión fácil de tomar. 

Para Jorge Colina, economista de la Fundación IDESA, el temido "ajuste" ya no se trata de una "opción de política" sino, más bien, de un "camino inevitable". Por otra parte, sostiene que al Gobierno no le queda mucho margen de maniobra: de todos los rubros del gasto público, los subsidios son los únicos pasibles de sufrir un recorte. "La jubilación se complementa directamente con la inflación, el salario es muy difícil de mantener en valores bajos por la presión de los sindicatos. En cambio, los subsidios se pueden ir desplazando", argumenta el economista. También Bein percibe que en los últimos meses "comenzó a ganar fuerza dentro del Gobierno el intento de empezar a asumir algunos costos derivados de la recomposición parcial de los precios relativos de la economía (léase tarifas y tipo de cambio) intentando asegurar la transición al 2016 sin disrupciones". Por lo pronto, los inversores del mercado de capitales parecen tomarse en serio la posibilidad de un ajuste tarifario: la acción bursátil de Edenor subió un impactante 68% en lo que va del mes. 

 Pero aún asumiendo que todas las medidas dieran el resultado esperado, hay quienes sostienen que es apenas una corrección menor frente a las inconsistencias de fondo. "Se está proyectando la necesidad de transferir en el 2014 al Tesoro nacional $57.000 millones desde el Banco Central y $28.000 millones desde la ANSES. En otras palabras, si se quisiera dejar de financiar el gasto con emisión monetaria y fondos de los jubilados, se necesitaría un ajuste adicional, del orden de los $85.000 millones", advierte Colina, de Idesa. Además, como argumenta el economista Tomás Bulat, si se lograra en los próximos tres años un ingreso de u$s3.000 millones gracias al acercamiento con el Banco Mundial, esto apenas equivaldría a la pérdida de reservas de 17 días ocurrida en septiembre pasado. 

También minimiza la ayuda que pueda generar una mayor tasa devaluatoria para mejorar la competitividad. "En lo que va del año se aceleró la devaluación del dólar oficial y lleva un 18,5%, que es la más alta de los últimos años. La inflación Congreso acumulada es del 18,4%", analiza Bulat. Y agrega: "El problema es que los países vecinos sí han devaluado un 6%, con inflaciones de menos del 3%". De todas formas, hay que reconocer que algo es algo. No hace todavía ni dos meses que Axel Kicillof, al defender el proyecto de Presupuesto en el Senado, fustigó a los "agoreros de siempre" que criticaban al modelo y supuestamente reclamaban "ajuste y reendeudamiento serial". Hoy el kirchnerismo muestra una cara amable al mercado. En las próximas semanas empezará a quedar más claro si se trata de un acercamiento real o de apenas un gesto oportunista.

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