21 de mayo de 1.969, ROSARIAZO |
El sistema de poder K supo recuperarse de los duros golpes que en 2008 y 2009 le infligieron la multitudinaria protesta de la Argentina profunda y la derrota en las elecciones legislativas, según quedó probado en las presidenciales del 2011, cuando el 54% de los votos le permitieron a Cristina Fernández de Kirchner (CFK) obtener su reelección. De ahí que, incluso entre opositores al kirchnerismo que adhirieron a la multitudinaria movilización popular del jueves 13 de setiembre o 13-S, se crea posible que el régimen K todavía pueda sacar algún conejo de su galera para asimilar el impacto de esa expresión masiva de rechazo, vuelva a reunir una rotunda mayoría de votos en las elecciones legislativas del 2013 y pueda así resolver su dilema sucesorio mediante una reforma constitucional que autorice la re-reelección de CFK en el 2015.
A la luz de lo acaecido desde el 2003 hasta ahora hay que admitir que sería imprudente negar de plano que esa alternativa tenga visos de posibilidad.
No obstante, algunas diferencias que existen entre el proceso transcurrido en el lapso 2008/9-2011 y el que irá desde ahora al 2013/15 autorizan a afirmar el régimen K ingresó en un ocaso desde el que parece improbable – aunque no del todo imposible – que pueda volver a recomponer el hoy erosionado consenso a su sistema de poder.
Obreros de clase media unidos a clase media no sindicalizada
La que nos parece la diferencia más significativa entre la situación que se le planteaba al régimen K tras la lucha de 2008 contra la Resolución 125 y la que le impuso el 13-S, así como en las perspectivas del oficialismo de cara a las elecciones legislativas del 2013 y a las presidenciales del 2015, es la posición que adoptó en uno y otro caso el movimiento obrero organizado y su ubicación respecto del oficialismo.
Así, en las multitudinarias movilizaciones de la Argentina profunda de 2008 y con la sola excepción de los trabajadores rurales que conduce Jerónimo “Momo” Venegas, las organizaciones sobreras reunidas en la CGT liderada por Moyano se ubicaron junto al gobierno, en la vereda opuesta a la protesta.
En cuanto a las elecciones legislativas de 2009, aunque las organizaciones sindicales que tienen como referentes a Luis Barrionuevo y los rurales de Venegas respaldaron al peronismo opositor que derrotó al kirchnerismo, la CGT de Moyano y los sindicatos que la integran acompañaron a las listas del oficialismo.
Por fin, en los comicios presidenciales del 2011, los mayores actos de apoyo a la reelección de CFK fueron los organizados por la CGT de Moyano
Hoy, en contraste con ese proceso, la movilización popular del 13-S tuvo el apoyo explícito de Moyano, Venegas, Barrionuevo y de la CTA de dirige Pablo Michelli y no se escucharon voces críticas desde los sindicalistas que programan crear la CGT de la Casa Rosada y tampoco desde la CTA progubernamental de Hugo Yasky, siendo que la capacidad real de esas organizaciones para movilizar a trabajadores en la calle en apoyo al régimen K es, cuando menos, dudosa.
Este dato nos parece relevante dado que las movilizaciones callejeras masivas que en nuestra historia marcaron una modificación en la correlación de fuerzas políticas en torno de la cuestión del poder y que luego se tradujeron en cambios institucionales (17 de octubre de 1945, mayo de 1969, 30 abril y 15 de junio de 1982), tuvieron en común una participación central en ellas de contingentes del movimiento obrero.
Por lo demás, conviene tener en cuenta que los trabajadores en blanco de los sindicatos que forman la CGT de Moyano, la de Barrionuevo y la CTA, tanto por su nivel de ingresos cuanto por sus pautas y expectativas culturales, también forman parte de la clase media que se manifestó el 13-S y comparten la mayor parte de las apologías y los rechazos de quienes se manifestaron ese día.
A propósito de ello, viene a cuento una observación impresionista de la experiencia vivida en ese 13-S Cuando la columna a la que me había sumado, llegó a Diagonal Norte y Bartolomé Mitre en su marcha hacia Plaza de Mayo (a la que, dicho sea de paso, no pudimos llegar por lo abigarrada multitud que la ocupaba hasta la esquina de Florida y Diagonal) ahí estaba estacionado un camión de residuos y parados sobre él cinco trabajadores camioneros, vestidos con sus uniformes azules con vivos de amarillo fluorescente, que aplaudían y saludaban el paso de la columna de manifestantes, quienes a su vez los aplaudían y lanzaban vivas a Moyano.
Esa novedosa confluencia en las posturas de oposición al gobierno entre buena parte de los trabajadores organizados con buena parte del resto de la clase media es un escollo no menor para que el régimen K se pueda recuperar del impacto recibido, remonte su situación de ocaso y logre alcanzar continuidad.
El dilema sucesorio
Aunque es obvio, queremos recordar que las normas constitucionales vigentes no le permiten a CFK volver a ser electa presidente en 2015 y pese a que es casi igual de obvio, vale subrayar que la “monarca elegida” no tiene en torno de sí a nadie confiable que pueda ser candidato/a y ganar las elecciones.
De ahí que la única posibilidad de continuidad del régimen K – que no puede ser esencialmente distinto de cómo fue desde el 2003 hasta aquí – es que una reforma constitucional autorice la re-reelección de CFK.
Para conseguirlo el cristinismo debería lograr, entre otras cosas, disciplinar tras de ese objetivo a todos los segmentos del justicialismo que orbitaron en el oficialismo, una necesidad difícil de lograr según lo indica el hecho de que ya tuvo deserciones importantes, explícitas y ruidosas como las de Moyano y del gobernador de Córdoba, José Manuel De la Sota, otras no menos explícitas aunque menos importantes como la del diputado riojano Jorge Yoma y algunas implícitas pero relevantes, como las del “sciolismo” bonaerense reunido en la agrupación Juan Domingo.
Es sobre ese desgranamiento de lo que era propia tropa que suenan aldabonazos callejeros como el 13-S y el acto de la CGT de Moyano de julio y se dan a conocer encuestas según las cuales una aplastante mayoría de los entrevistados tiene una opinión desfavorable a la perspectiva de la re-reelección.
Si a lo consignado se añade que el modo en el que las personas deciden a quien votar en una elección presidencial es diferente al que adoptan en una elección legislativa (un dato que tiende a ser desfavorable para los K) y que lo que podríamos llamar la “compasión a la viuda” – factor que sumó votos a favor de CFK en la elección presidencial del 2011 - no parece que vaya a funcionar igual en los comicios legislativos de 2013; suena improbable que en las próximas legislativas el cristinismo pueda obtener un resultado similar al de las últimas presidenciales.
Si así fuere y el caudal de votos “cristinistas” cayeran del 54 al 40 o al 35 por ciento (porcentaje éste que es el que consiguió el Frente de la Victoria en 2009), además de clausurarse toda posibilidad de re-reelección, el régimen K quedaría en una situación de debilidad que podría abrir una crisis de gobernabilidad de cara a la continuidad hasta el 2015.
De la abundancia a la carencia
También es preciso tener en cuenta que un componente decisivo de la recuperación de consenso que logró el régimen K entre el 2009 y el 2011 se basó en el fogoneo del consumo popular a través de múltiples y cuantiosos subsidios explícitos e implícitos y del alza del nivel real de los salarios (en especial los de los trabajadores en blanco que los establecen en paritarias) lo que se pudo financiar mediante el formidable ingreso de recursos que hubo en esos dos años, asentado en los volúmenes y precios de nuestras exportaciones (en especial las agroalimentarias y minerales) y en la exportación de automóviles, en especial a Brasil.
El crecimiento de nuestra economía en el 2010 y el 2011 que impulsó la cuestionable matriz productiva que reflejan los pilares mencionados, le permitió al gobierno nacional recaudar cuantiosos fondos por vía de una recaudación impositiva que concentra para sí, dejando en el abandono a las arcas de los gobiernos provinciales.
Al uso inescrupuloso de esos enormes recursos públicos se sumaron los recursos obtenidos mediante la apropiación indebida de otros fondos, como los del sistema previsional acumulados en la ANSSES y los generados por los salarios diferidos que los trabajadores destinan a sus Obras Sociales sindicales.
De tal manera, mediante la abusiva aplicación de fondos públicos al objetivo de conseguir consenso para su sistema de poder concentrado y autocrático, el régimen K consiguió recomponerse de la situación difícil en la que lo habían colocado el conflicto con la Argentina profunda del 2008 y la derrota en las legislativas del 2009 y alcanzar una neta mayoría en las elecciones presidenciales de 2011.
También debe decirse que ese proceso de recomposición fue facilitado por la ineptitud de las fuerzas de la oposición, que dilapidaron el crédito que habían recibido en las legislativas del 2009, asunto que amerita un análisis específico que no haremos aquí.
Pero en 2012 el cristinismo gobernante comprobó que en materia de política económica se puede hacer cualquier cosa, menos evitar las consecuencias de lo que se hace.
Los inevitables efectos deletéreos de lo que hizo mal el gobierno lo llevaron a intentar un ajuste al que llamó “sintonía fina”, entre cuyas medidas principales estuvo tratar de poner un tope del 18 por ciento a los aumentos salariales que se pactaran este año en paritarias, aunque la tasa de inflación real fue de entre un 25 y un 30 por ciento.
Una señal de esa decisión, contraria a la más elemental justicia social, fue que el Ministerio de Trabajo no homologara el aumento del 35 por ciento de los salarios de los trabajadores rurales que habían acordado en forma pacífica y libre los empleadores (las entidades de la Mesa de Enlace) y empleados (UATRE del Momo Venegas) en la paritaria del sector y lo redujera en alrededor de un 15 por ciento.
Esa señal fue leída con lucidez por Hugo Moyano y quienes le acompañan en la CGT como un dato inequívoco en el sentido de que el gobierno iba a oponerse a que ejercieran la representación de los trabajadores en una cuestión central cual es la defensa del salario real y ese fue un factor decisivo de la ruptura del líder de la central obrera con el cristinismo.
El manejo irresponsable de los fondos públicos y la imposibilidad de financiarse en el mercado voluntario de créditos de un mundo que no mira al gobierno argentino con buenos ojos, le marcan al cristinismo restricciones objetivas para seguir contando con una caja inagotable con la cual financiar sus delirios de poder.
Ese dato de la realidad económica es otra diferencia esencial entre lo que sucedió del 2008 al 2011 y lo que es posible que suceda de aquí al 2013 y 2015.
¿Movilización espontánea o “conspiración destituyente”?
El día, la hora y los principales lugares de reunión que derivaron en los multitudinarios actos del 13-S fueron propuestos a través de las redes sociales (correos electrónicos, mensajes de texto, Twitter, Facebook, etc.) que utilizan Internet. Pero el hecho que haya existido esa modalidad organizativa básica no niega el carácter espontáneo de la movilización y sobre todo su magnitud.
A propósito de ello me permito reseñar una anécdota personal. El 21 de mayo de 1969 fui un protagonista activo del primer rosariazo que se produjo ese día. Por entonces, yo era uno de los representantes del movimiento universitario en la Comisión Obrero Estudiantil que integraba también la CGT Regional Rosario. El día 20 los integrantes de esa Comisión habíamos resuelto realizar una manifestación en la avenida Pellegrini, que marca el límite Sur del centro rosarino. El movimiento obrero convocó a los trabajadores a través de sus cuerpos orgánicos y nosotros citamos a través de un sistema celular que reunía a miles de estudiantes y se había organizado tras el cierre de la Universidad, dispuesto por las reacciones que suscitó el asesinato del estudiante Adolfo Bello, quien el 16 de mayo había buscado refugio en la Galería Melipal cuando participaba de una manifestación que fue reprimida por la policía. En las primeras horas de la noche del 21, miles de estudiantes y obreros nos manifestamos a lo largo de la avenida Pellegrini, sorprendidos por la ausencia policial. Llevábamos un buen rato manifestando cuando llegaron compañeros que nos contaron que el centro de la ciudad estaba siendo tomado por miles de manifestantes espontáneos. No tardamos mucho en llegar al centro y sumarnos a los espontáneos, haciendo retroceder a la policía que trataba de reprimir la pueblada. A poco más de 100 metros de la Plaza San Martín - frente a la cual se sitúa la Jefatura de Policía en la que terminaron refugiándose los efectivos avasallados por la masa de gente que los enfrentaba - militantes y dirigentes estudiantiles ocupamos la sede del Rectorado de la Universidad y los estudios de LT8. Ahí una bala mató al obrero y estudiante secundario Luis Blanco, de apenas 15 años. La anécdota viene a cuento a propósito de la espontaneidad y la organización. En aquella ocasión, los voceros del gobierno militar que presidía el general Juan Carlos Onganía – quien había asumido una actitud solipsista y refractaria a todo diálogo fuera del estrecho círculo que lo rodeaba – denunciaban que el rosariazo era el resultado de una conspiración urdida por organizaciones subversivas infiltradas en la Universidad y el sindicalismo y aunque no nos cupiera la calificación de “subversivos” o la condición de “infiltrados”, es cierto que la movilización comenzó con la acción que llevamos a cabo dirigentes obreros y estudiantiles. Pero no es menos cierto que, si lo que sucedió ese 21 de mayo de 1969 se hubiera reducido a lo que fue convocado por los “conspiradores”, la cosa no habría pasado de una manifestación numerosa que marchó por la avenida Pellegrini y no hubiera habido rosariazo. Si lo hubo fue por la decisión espontánea de hombres y mujeres “de a pie” que decidieron volcarse a la calle y manifestar con firmeza su hartazgo con el gobierno de Onganía.
Mutatis mutandi, la capacidad de conducción de las redes sociales que convocaron a la movilización del jueves 13 de setiembre de 2012 les daba para armar un “cacerolazo” más o menos numeroso. Lo que va de eso a lo que fue el 13-S lo aportó la decisión espontánea de hombres y mujeres “de a pie”, que decidieron volcarse a la calle y manifestar con firmeza su hartazgo con el gobierno de CFK.
De ahí que las especulaciones de voceros K como Juan Manuel Abal Medina, Aníbal Fernández o Hebe de Bonafini, quienes atribuyeron al 13-S el carácter de una “conspiración destituyente”, son tan falaces como las declaraciones que a su tiempo hicieran los voceros del gobierno de Onganía respecto del primer rosariazo y unas y otras evocan aquello de que Dios ciega a quienes quiere perder.