La semana pasada, el Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, ordenó a las naciones africanas que revocaran las leyes penales que aplican sanciones contra la conducta homosexual y que pusieran fin a la discriminación por causa de la orientación sexual o de la identidad de género. Ban Ki-moon se dirigió a las 54 naciones de África reunidas en la Cumbre de la Unión Africana en Addis Abeba el 29 de enero. Instó a los países de la concurrencia a afianzar los derechos civiles, políticos y económicos. Entre ellos incluyó los derechos de las personas lesbianas, gay, bisexuales y transgénero (LGBT).
Dijo: «Permítanme mencionar una forma de discriminación que ha sido ignorada y hasta penalizada por muchos Estados durante demasiado tiempo... la discriminación basada en la orientación sexual y la identidad de género. Esta ha impulsado a algunos gobiernos a tratar a las personas como ciudadanos de segunda clase, y hasta como delincuentes. Encarar esta discriminación es un desafío. Pero debemos estar a la altura de la Declaración Universal».
En la mayoría de los países africanos, la homosexualidad es mal vista por ser inmoral y degradante. La mayor parte de las naciones africanas orientales y occidentales penalizan los actos homosexuales, y algunas llegan hasta a prescribir la pena de muerte. Muchas de estas leyes datan del período poscolonial y fueron aprobadas en los últimos diez años. En la mayoría de estos países, los derechos LGBT ni siquiera se contemplan como posibilidades en un futuro lejano.
Esta no es la primera vez que una figura política mundial impulsa los derechos LGBT en África. En noviembre del año pasado, David Cameron dijo que el Reino Unido estaba trabajando a través de la Commonwealth para presionar a las naciones africanas a fin de que reconocieran los derechos LGBT. Cameron llegó a decir que en el futuro la ayuda de la Comunidad Británica de Naciones llegaría con condiciones especiales. De la misma manera, Hillary Clinton en diciembre habló de promover los derechos LGBT como una «prioridad» de la política exterior de los Estados Unidos.
Tales alusiones a los derechos LGBT en el contexto internacional son ambiguas, en el mejor de los casos. Con frecuencia se cita el derecho de todos los seres humanos a verse libres de la violencia y de la discriminación, como lo consagra la Declaración de los Derechos Humanos y otros tratados internacionales. Pero el objeto de esas menciones es, evidentemente, la adopción de toda la gama de exigencias del lobby homosexual, comenzando por la eliminación de las leyes penales que proscriben la conducta homosexual, siguiendo luego con la concesión de los mismos derechos a las uniones homosexuales que a las parejas casadas, y finalizando con el reconocimiento de toda forma de orientación sexual e identidad de género. Derechos de este tipo fueron rechazados, o ni siquiera contemplados, cuando se redactaron la Declaración Universal de Derechos Humanos y otros acuerdos internacionales.
Especialistas en derecho internacional indican que ningún tratado internacional menciona los derechos LGBT. La orientación sexual y la identidad de género simplemente no existen en el derecho internacional, y no pueden servir de base para ningún derecho especial. Aunque las naciones tienen la obligación de proteger de la discriminación injusta a todos los individuos, incluso a las personas con orientaciones sexuales e identidades de género heterodoxas, los estados soberanos conservan el derecho de legislar como consideren adecuado respecto de la salud y de la moral. Está fuera del alcance del Secretario General y de otros líderes mundiales el reinterpretar el derecho internacional para impulsar los derechos LGBT en otras naciones.
Hasta ahora, pocas naciones han dado indicios de que vayan a doblegarse frente a esta clase de presiones.
Traducido por Luciana María Palazzo de Castellano