Hace escasos días la diplomacia norteamericana hizo una declaración sobre el tema Malvinas. USA “reconoció la administración de las islas Malvinas por parte de Gran Bretaña, pero eludió posicionarse en cuanto a su soberanía, instando a que el problema se resuelva con diálogo entre los dos países en conflicto”. A los pocos días, sugestivamente y tras la alarma que ocasionó en algunos medios británicos, la jugada política norteamericana asimilando el lenguaje de la UNASUR parece haber dado sus frutos. El virtual ingreso de una petrolera yanki al negocio de la exploración de recursos naturales en las islas Malvinas (Anadarko, vinculada al Pentágono), revela que la jugada diplomática sólo tuvo como finalidad presionar a Gran Bretaña para obtener una tajada en el gran negocio de la exploración de los hidrocarburos en la plataforma continental argentina por parte de capital imperialista.
El pasado 21 de enero, el propio canciller Héctor Timerman aseguraba que “el gobierno argentino recibió con entusiasmo la declaración sobre la necesidad de un acuerdo pacífico por la cuestión Malvinas entre Argentina y Gran Bretaña realizada por la administración Obama”, alentando a que ambas partes resuelvan sus diferencias a través del diálogo diplomático. Como algunos medios y sectores políticos de Inglaterra, se comieron el amague de los norteamericanos, que una vez más, como tantas veces a lo largo de la historia de los países latinoamericanos, buscan seguir aspirando los recursos naturales de nuestras naciones a través de un acuerdo entre la Anadarko y Rockhopper, empresa inglesa que está explorando en Malvinas.
En un momento de gran incertidumbre internacional por la crisis económica que todavía no termina de desarrollarse, perfilando un futuro inestable para las distintas naciones, las grandes potencias tienen certidumbres muy firmes sobre sus intereses económicos y siguen avanzando sobre los recursos naturales, especialmente los energéticos. En medio oriente, utilizando la fuerza bruta para despojar a naciones de su petróleo y gas (Irak, Libia), pero sin perder pisada a las posibilidades de apropiación en otras regiones del mundo, como en el caso de Malvinas, donde la birlada soberanía argentina, no parece ser un obstáculo importante para que el imperialismo siga aspirando nuestros recursos.
Con la aparición de Anadarko en la escena de Malvinas, queda claro que la declaración diplomática norteamericana instando a Argentina y Gran Bretaña a negociar la soberanía de las islas no pasó de ser un elemento de presión que, utilizado en una situación propicia, (tras la posición de la Unasur a favor de nuestro país), preparó el terreno para que los ingleses cedan una parte del negocio petrolero malvinense a manos norteamericanas.
Saber entender cuál es el momento propicio para presionar forma parte del “arte de la política”, de la capacidad de lectura del momento histórico que puedan tener los hombres que conducen formal e informalmente los destinos de las naciones y sus intereses. Esto dicho sin analizar que intereses defienden quienes llevan a cabo tales jugadas, que no necesariamente son en beneficio de un país.
La estrategia de “mostrar los dientes para luego negociar” no es nueva y en el tema energético ha sido muy utilizada en nuestro país, incluso recientemente. Tras la década del ’90, en toda América Latina comenzaban a correr con fuerza vientos nacionalistas, empujados por la Venezuela de Chávez, Bolivia y Ecuador, que estatizaban servicios públicos y sectores estratégicos de sus economías, llegando incluso a denunciar la deuda externa fraudulenta (el gobierno de Correa lo hizo en Ecuador, con asesoramiento de técnicos argentinos). Allá por el 2006, cuando Evo Morales comenzaba a estatizar recursos naturales en Bolivia (estatizar, es decir que el estado se apropie de los recursos), sucedió algo similar en la política argentina en relación al petróleo.
Tras los anuncios de Morales, a principios de ese año, el propio Néstor Kirchner citó en sus despachos a un histórico defensor de los recursos naturales argentinos, Pino Solanas, entonces titular del MORENO (Movimiento por la Recuperación de la Energía Nacional Orientadora), junto a Hebe de Bonafini, que fue la encargada de organizar la reunión. También estuvo en la cita el ministro Julio De Vido. Solanas contó al tiempo detalles de la reunión, que trascendieron en los medios: “(Kirchner) reconoció que había sido un error la privatización (de YPF), que había sido un error el voto en la reforma constitucional (de 1994, para provincializar el petróleo). Se dijo que se iba a formar una comisión que, por supuesto, nunca se formó. Estaban los periodistas y piden que hagamos unas declaraciones, y salió en todos los diarios. Una reunión con una fuerte declaración política, en la que se reclamaba la nacionalización del petróleo”.
Lo cierto es que tiempo después, quince días solamente, Kirchner viaja a Europa y cierra en la España de Zapatero un acuerdo para que Repsol, que se había quedado con la YPF estatal en épocas de Menem, ceda finalmente una parte del negocio a los banqueros Eskenazi. Como en el caso antecitado de la declaración diplomática norteamericana sobre Malvinas, la jugada de Kirchner fue mostrar los dientes a los ibéricos, que desde entonces permitieron que un empresario ligado a los Kirchner se hiciera de una parte del negocio petrolero argentino. No hubo estatización: la reunión con Solanas y Bonafini fue parte del operativo para que Eskenazi entrara en YPF, la promocionada “argentinización” cuyos resultados (falta de inversión, manejos monopólicos de los precios del gasoil diferencial para el transporte, etc) son cuestionados por la propia presidenta Cristina Fernández de Kirchner en su primera aparición mediática tras la operación a la que fuera sometida en enero de 2012.
La historia sigue. El pasado martes 24 de enero de 2012, Evo Morales volvió a anunciar otra estatización en el área energética en Bolivia, quedándose la nación boliviana con una participación del 25% de PAE (Pan American Energy, del empresario argentino Carlos Bulgheroni) en el proyecto de gas Caipipendi, vital para el bombeo del combustible al mercado argentino, con el argumento de que la firma había incumplido su compromiso de inversión. Ayer, Cristina Fernández sostuvo que “las empresas petroleras (en argentina) son apenas concesionarias”, luego de arremeter contra esas compañías. Les reprochó que le cobren más caro el gasoil a granel al transporte y que no produzcan lo necesario. “El subsuelo es de los argentinos y está concesionado”, repitió CFK, ampliando a “los argentinos” lo que primero había identificado como de las provincias. “Por lo tanto –siguió– no se puede volver a la época del Virreinato, donde se llevaban todo y no dejaban nada”, les dedicó con crudeza. “Creo que es bueno que sepan que han pasado esas épocas y que es necesario reinvertir en el país”, completó. “El combustible es algo que atraviesa a toda la sociedad, a todos los sectores de la vida económica”, destacó luego, en referencia a la denuncia por sobreprecios en el gasoil. “Analizamos sector por sector y descubrimos que pasaba esto”, explicó.
Hechos y declaraciones, la historia continúa. Veremos como se escriben los próximos capítulos.