El cristinismo, obsesionado por los costos políticos del ajuste
Varios de los últimos pasos del gobierno nacional muestran la creciente obsesión oficial por los costos políticos que puede significar cualquier medida de ajuste. Ni bien el gobernador santacruceño Daniel Peralta envió a la legislatura su proyecto de reforma previsional y se produjeron reacciones sociales, La Cámpora, en su carácter de portaestandarte presidencial, se opuso inmediatamente al ajuste provincial, que es, por otra parte, inevitable.
Un segundo caso, la Casa Rosada negoció a toda velocidad el traspaso del servicio de subte a la jurisdicción de la Ciudad, pero su verdadera urgencia era que Macri pusiera en marcha su propio tarifazo, cosa que hizo con el aumento del 127 por ciento. De este modo, el PRO, como principal partido opositor, convalidó en los hechos la política de eliminación de los subsidios de las tarifas que lleva adelante Julio De Vido.
Otro claro indicio de la extrema vulnerabilidad oficial a las reacciones anti-ajuste son las vacilaciones acerca de cuándo anunciar la extensión de la eliminación de los subsidios a otras zonas de la Capital y el Conurbano.
La posibilidad de cacerolazos y el recuerdo del 2008 alimentarían las pesadillas de la cúpula cristinista. El apuro oficial para refinanciar las deudas provinciales se explica en el mismo sentido. Cualquier estallido local podría ser la primera chispa de un gran incendio.
Por último está el DNU 324, firmado por la presidente y conocido como de revisión de los sueldos estatales. La norma, en realidad, se refiere a los pagos de suplementos y bonificaciones y no a los sueldos. Sobre dichos pagos, señala que deberán adecuarse a los requisitos que establecerá en el futuro la comisión técnica asesora de política salarial del sector público.
En otras palabras, el gobierno abre el paraguas para una reducción de los suplementos, pero de ningún modo define la cuestión, dejando abierta la puerta para, por ejemplo, dar marcha atrás si la reacción sindical es demasiado fuerte.
Los tres niveles
Éstas y otras señales hablan a las claras de que el cristinismo estaría obsesionado por la posibilidad de que las medidas de ajuste impliquen un descenso de la imagen positiva de la presidente. En un segundo escalón, más grave, estaría la aparición de focos de violencia social. Más improbable pero no imposible es que el ajuste provoque una escalada de reacciones que afecte sustancialmente la gobernabilidad, como ocurrió, por ejemplo, en Grecia. El cristinismo no está dispuesto siquiera a pagar los costos del primer escalón. El problema es que semejante vulnerabilidad lo puede llevar a otro problema: intentar la aplicación de medidas de ajuste y luego dar marcha atrás debido a las reacciones. O sea, un serio riesgo de perder autoridad.