Lo dijo Sebastián Galiani. «La tasa de crecimiento bajará en 2012», señaló.
«La eliminación de los subsidios es parte de la solución. Es necesario recrear una burocracia capaz de regular los servicios públicos, independiente y eficazmente», sostuvo Sebastián Galiani desde Estados Unidos. «El Gobierno se consumió el superávit fiscal que heredó al comienzo de su gestión en 2003 y hoy tiene un déficit que sólo puede financiar con impuesto inflacionario».
Así lo señaló el economista argentino Sebastián Galiani desde Estados Unidos, donde es profesor de Economía en la Washington University en St. Louis y además de la Universidad de San Andrés en Buenos Aires.
Galiani, graduado en Oxford y que desde septiembre va a enseñar en Maryland en un cargo de profesor full time, indicó que «sería deseable que el Gobierno baje el gasto público, que alcanzó niveles récord, y es altamente ineficiente. Quizás deba hacerlo gradualmente, pero dentro del marco de un plan de estabilización económica que planee un presupuesto equilibrado en años de bajo crecimiento y de superávit fiscal en años de crecimiento alto. Esa sería una política fiscal sana».
Periodista: ¿Cómo prevé que evolucionará la economía argentina durante este año?
Sebastián Galiani: La tasa de crecimiento real bajará de forma significativa. Los principales factores que estimularon la economía en los últimos años, como ser los términos de intercambio favorables y las bajas tasas de interés reales, se agotaron. En el primer caso, mejores precios, aún cuando sean permanentes, estimulan el crecimiento de la economía sólo por un tiempo, mientras ésta ajusta su stock de capital a su nuevo nivel de equilibrio. En el segundo caso, hemos visto ya cómo las tasas de interés subieron para frenar la salida de capitales. No veo que el Gobierno, dada su política macroeconómica, pueda revertir en el corto plazo. Adicionalmente, me parece que en Argentina hay mucha incertidumbre política, hecho que no ayuda a que se encaren proyectos de inversión de largo plazo.
P.: A pocos meses de las elecciones, ¿dónde identifica la naturaleza de esta incertidumbre?
S.G.: Por un lado está la cuestión de la inestabilidad en las reglas de juego, que en mi opinión se agudizó desde la reelección de la Presidenta. Por otro, está claro que el mercado percibe la inconsistencia intertemporal de la política económica actual, y el Gobierno no se apresta a presentar un programa económico consistente. Esto naturalmente genera mucha incertidumbre.
P.: ¿Por qué piensa que la inestabilidad institucional se agudizó?
S.G.: Por la sencilla razón de que la Presidenta logró una concentración de poder que difícilmente estimule la vida democrática en el país. Hoy no existe un solo dirigente opositor de peso. El oficialismo maneja el Congreso a discreción y, según uno lee, también controla ciertos resortes del sistema judicial. Por lo tanto, no están dados los contrapesos necesarios para un buen funcionamiento institucional. Ya estamos viendo los resultados de este nuevo equilibrio de fuerzas.
P.: ¿El pesimismo sobre la marcha de la economía se extiende al mediano plazo?
S.G.: Sí. Por un lado creo que el ciclo de consumo populista que hemos vivido en el último quinquenio se está agotando y el Gobierno no tiene ni plan ni ahorros para hacerle frente a la nueva situación económica. Este año probablemente desaparezca el superávit de cuenta corriente prevalente desde 2002, hecho que se suma a que las tasas de interés reales negativas ya no son sostenibles. Lamentablemente, y a pesar que la sociedad argentina sí ahorró en forma razonable en la última década, el Gobierno se consumió el superávit fiscal que heredó al comienzo de su gestión en 2003 y hoy tiene un déficit fiscal que sólo puede financiar con impuesto inflacionario. Esto ocurre a pesar de que el Estado bajó sustancialmente su nivel de deuda, lo cual a pesar de las circunstancias, es algo positivo. Por otro lado, la visión que tiene el Gobierno sobre el rol del Estado en la economía no es consistente con la adopción de políticas conducentes al crecimiento económico. El crecimiento no lo generan los gobiernos sino las firmas privadas que innovan, adoptan nuevas tecnologías e invierten. No hay ningún ejemplo de un país pequeño que haya crecido a tasas elevadas por al menos 25 años que lo haya hecho aislado del mundo.
P.: ¿Cree aún que con menor crecimiento se puede recuperar el superávit fiscal?
S.G.: Sería deseable que el Gobierno baje el gasto público, que alcanzó niveles récord, y es altamente ineficiente. Quizás deba hacerlo gradualmente, pero dentro del marco de un plan de estabilización económica que planee un presupuesto equilibrado en años de bajo crecimiento y de superávit fiscal en años de crecimiento alto. Esa sería una política fiscal sana.
P.: ¿La baja de subsidios es una medida en la dirección correcta?
S.G.: La política regulatoria del Gobierno tiene muchísimos problemas. La eliminación de los subsidios, que alcanzaron un nivel de 4 puntos del producto y no son sostenibles, es sólo una parte de la solución. Es necesario recrear una burocracia capaz de regular, independiente y eficazmente, los servicios públicos, dejando de lado la discreción actual. En general, las tarifas actuales no cubren los costos de largo plazo. Esto necesitará un ajuste adicional, que será menor cuanto antes se recuperen los incentivos a la reducción de costos que se perdieron al abandonar el esquema de regulación anterior de precio máximo con revisiones periódicas y se adoptó uno de costo-plus.
P.: Usted vive en Estados Unidos... ¿cómo marcha la economía allí?
S.G.: Logró evitar caer otra vez en recesión y creo que lentamente irá recuperando su crecimiento de largo plazo. Muchos de los datos reales de la economía son razonablemente buenos y la recesión está fuertemente concentrada en el sector de la construcción. En este contexto, no entiendo a los proponentes de políticas de gasto del tipo keynesianas. Creo que la Reserva Federal, en cambio, hizo un muy buen trabajo al disipar el riesgo de una crisis financiera.
P.: ¿Debería el Banco Central Europeo adoptar una política monetaria y financiera similar a la de la Fed?
S.G.: En su espíritu de prestamista de última instancia, sería deseable que pudiese hacerlo, y es lo que vienen reclamando muchos economistas. Europa hoy tiene dos problemas financieros muy complejos y conexos. Por un lado, los sistemas financieros de varios países enfrentan serias dificultades. Por el otro, el riesgo soberano en varios países pequeños periféricos más España e Italia -en parte causado por la fragilidad de los bancos- reduce el precio de los bonos soberanos y deteriora la hoja de balance de los bancos. Ahora bien, la introducción del euro hace que ningún país pueda ser prestamista de última instancia de sus propios bancos o pagar su deuda soberana con inflación. Por lo tanto, para que el BCE actúe como prestamista de última instancia, se requiere que unos países estén dispuestos a afrontar costos, probablemente altos, para ayudar a otros países de la región, lo cual no es políticamente sencillo.