El arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, recordó que “la fe en la encarnación de Dios, el misterio profundísimo y bello que es el contenido de la fiesta de Navidad, ilumina la realidad humana y perfila exactamente una idea del hombre”, y advirtió que el debilitamiento de la fe, o lo que es peor su abandono y su contradicción, hacen perder de vista quién es el hombre, qué es lo verdaderamente humano. Este defecto afea malamente a la cultura actual y extravía sus realizaciones más pretenciosas”.
“En el centro de los problemas contemporáneos se sitúa la cuestión antropológica. No se reconoce que exista una naturaleza humana ni un orden natural que rija la vida de la persona y oriente su acción. El hombre sería autocreador, una construcción sociohistórica en la que ni la inteligencia está destinada a alcanzar la verdad, ni la libertad tiene como meta adherir al bien. Todo sería relativo, funcional, cambiante; se habla hasta el cansancio acerca de los valores, pero éstos son considerados como creaciones subjetivas, o el resultado de consensos mayoritarios, sin referencia objetiva a la realidad de la naturaleza humana y a sus bienes propios, a su dignidad como criatura y sus consiguientes derechos”, aseveró durante la misa de Navidad celebrada en la catedral Nuestra Señora de los Dolores.
El prelado platense sostuvo que “esta ideología se va imponiendo en las ciencias sociales y se difunde a través de canales diversos: el activismo de algunos grupos de intelectuales, la propaganda periodística, los contenidos de los programas educativos. Pareciera que se intenta cambiar el sentido común de la población, el buen juicio natural de las personas, fomentando la inversión de las convicciones fundamentales, aquellas que se remiten, en última instancia, a una idea del hombre, precisamente al reconocimiento de la naturaleza humana”.
Tras destacar que, sin embargo, “gracias a Dios queda aún mucho de sensatez en el pueblo argentino, herencia de la cultura cristiana originaria en la que campea la idea bíblica del hombre”, apuntó contra “los legisladores nacionales, de casi todos los sectores políticos, que han impuesto al cuerpo de la nación leyes que contradicen el orden natural y la recta razón”.
“Ya se ha logrado alterar la esencia del matrimonio y la constitución de la familia, y se pretende presentar ese atentado legislativo como un progreso. Las consecuencias jurídicas, sociales, psicológicas y morales serán atroces. Sancionando el derecho a la identidad de género se intenta desconocer la diferenciación natural del ser humano en sexo masculino y sexo femenino, para que cada uno elija lo que quiera ser según su preferencia subjetiva. Es ésta otra fuente de perturbaciones inimaginables. Siempre amenazan, aguardando el momento oportuno, varios proyectos para legalizar el aborto. Todas estas aberraciones empiezan a enseñarse en las escuelas. Así se va imponiendo, con fuerza de ley, lo que Benedicto XVI llamó la dictadura del relativismo”.
El arzobispo explicó que “el misterio de Navidad se proyecta en la vida personal y comunitaria y por su propio dinamismo de iluminación y recreación está destinado a hacerse cultura. La finalidad de la Navidad del Señor es la salvación integral del hombre, que anticipa y prepara en el tiempo su realización eterna. La fe en la Navidad, en el acontecimiento por el cual el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, exige la confesión de esta verdad con una confiada convicción y requiere a la vez comprender y aceptar sus consecuencias para la visión del mundo y de la esencia y destino del hombre”.
“Pero esa fe -aseguró- debe ser celebrada asiduamente en la liturgia, en la Eucaristía –no sólo el día de Navidad– para que cobre toda su fuerza y pueda proyectarse en un testimonio de vida cada vez más creíble y eficaz. No basta con creer íntimamente, sino que es preciso profesar públicamente nuestra fe. El Santo Padre nos recuerda que profesar la fe con la boca –por ejemplo, recitando el Credo– indica que la fe conlleva un testimonio y un compromiso público. El cristiano no puede pensar nunca que creer es un hecho privado. La fe es decidirse a estar con el Señor para vivir con él. Y este ‘estar con él’ nos lleva a comprender las razones por las que se cree. La fe, precisamente porque es un acto de libertad, exige también la responsabilidad social de lo que se cree”.
Por último, monseñor Aguer señaló que “con la Navidad, aproximadamente, comienza un nuevo año, aunque aquí en el lejano sur nos pilla de vacaciones, más bien distraídos. Pero el nacimiento de Cristo, que es un inicio total, el principio de los últimos tiempos, se actualiza en la celebración de la fe y nos incita a renovarnos espiritualmente, a comprometernos con Aquel que se comprometió con nosotros hasta darse por entero para darnos a Dios. Es una ocasión propicia para resolvernos a empezar de nuevo, una oportunidad que se renueva anualmente: hacernos responsables de lo que creemos y decidirnos a proceder con coherencia para que eso se note públicamente. Nuestra contribución podrá ser modesta, pero es imprescindible. A través de nosotros tendrá que enterarse el mundo de que el Salvador ha venido, y ha de saber que no ha venido en vano”.+