PELEA POR SALARIOS DESNUDA DISTORSIONES DEL MODELO
La puja salarial en el seno del Consejo del Salario dejó al desnudo las distorsiones cada vez más indisimulables del "modelo" kirchnerista, uno de cuyos lados oscuros es la continua remarcación de precios. La CGT y la CTA reclamando aumentos del 41 por ciento, y un sector privado contraofertando 19, reflejaron por un lado la gran distancia entre reclamo y oferta, pero también pulveriza cualquier intento de defender la credibilidad de los índices del INDEC. Finalmente, Cristina ordenó 25 % de aumento y salario mínimo de $ 2.300, y se acabó la discusión. ¿Cómo se explica que el costo de vida haya subido sólo 10 por ciento anual según el a esta altura poco útil instituto de estadísticas, pero los sectores de la economía real discutan sobre variables que hasta cuadruplican los datos oficiales? La aceleración de precios que la economía argentina padece desde hace más de tres años es producto de un conjunto de factores que el gobierno omite abordar, y menos reconocer, pero una realidad tangible y dolorosa para millones de argentinos. Que al votar en las primarias los ciudadanos hayan priorizado el crecimiento económico y aceptado como mal menor la inflación, no quiere decir que la escalada de precios sea una variable a subestimar por quienes conducen los destinos del país. Al contrario, deberían tomar debida nota de que mes tras mes los ingresos de millones de habitantes se van licuando y generan una bomba de tiempo de imprevisibles consecuencias. El alza en los alimentos a nivel mundial y la especulación de los formadores de precios que aprovechan la mayor demanda para aumentar su rentabilidad son parte del problema.
Pero también contribuyen la fenomenal presión tributaria aplicada por este gobierno, una de las más altas de la historia, y la vigencia de impuestos distorsivos que a esta altura se transformaron en máquinas de recaudar sin fundamento alguno, como e impuesto al cheque a nivel nacional, y ciertas aplicaciones del gravamen a los Sellos a nivel distrital.
La desconfianza es otro factor que conspira contra la estabilidad, y así lo demuestran los 13.000 millones de dólares que se fugaron de la Argentina entre enero y julio de 2011. El proteccionismo que se profundizó en vastos sectores de la economía, a partir de un intervencionismo cada vez más notorio, también contribuye a generar inflación e impide ganar en productividad a diversos sectores, como los del transporte, acostumbrados a vivir de la vaca lechera del Estado.
Las inversiones han crecido en los últimos años, pero no al ritmo que parece merecer un Producto Bruto que aumenta 9 por ciento anual. La apuesta argentina es que China mantenga la demanda de soja y que Brasil no deje caer mucho la actividad automotriz, pero también se requerirá de acciones de alta política que aún no aparecen.
Gana consenso entre los especialistas, por ejemplo, la idea de impulsar un aterrizaje suave de la economía, con pautas decrecientes para las principales variables económicas. Mientras en la actualidad el gasto público crece al 35% anual, para el 2012 la meta sería bajarlo al 20. Si los salarios en blanco suben 27% este año, la pauta para el 2012 podría reducirse al 20%.
Otro tema clave es la necesidad de reducir la emisión de moneda y aplicar una devaluación que cuando concluya el año próximo complete un 12 por ciento, el doble de la actual. Todo posible en teoría, pero el interrogante es si habrá margen para que algunas variables se terminen acomodando como el país y la racionalidad económica necesitan.