HANNAH ARENDT

En 1951, Hannah Arendt escribió: "El sujeto ideal de un régimen totalitario no es el nazi convencido o el comunista comprometido, son las personas para quienes la distinción entre los hechos y la ficción, lo verdadero y lo falso ha dejado de existir".

sábado, 14 de mayo de 2011

CRISTINA, EL ESPEJO DE EVITA Y EL FILÓN ELECTORAL DE PEGARLE A MOYANO.

La Presidenta amenaza con su retiro y reedita el drama peronista del “renunciamiento histórico” de Evita. En la pelea con el líder de la CGT encontró un rival que le da sustancia histórica al desafío que enfrenta, ante la orfandad de la oposición. Pero también se insinúa puro cálculo político: suma votos de la clase media y desplaza de la agenda pública temas incómodos como la inflación.


El tono dramático del discurso de Cristina Kirchner en José C. Paz, fue una de las piezas oratorias de la Presidenta más logradas de su carrera política. No hay dudas que como todas las mujeres que se formaron políticamente en el peronismo, Cristina estudió a fondo a Evita.

Pero acaso por primera vez, esa emulación del tono desgarrado del ícono más puro que tiene el peronismo para ofrecer, no sonó impostada. Como la mujer de Perón, combinó de manera cuidadosa, referencias a los dolores personales y hasta físicos, que le provoca la lucha contra los oscuros intereses que traban el progreso de la patria, la felicidad del pueblo.

Cristina exhibió su dolor y su furia, en un paisaje apropiado para la iconografía peronista, lo hizo allí ante los más desprotegidos, los olvidados de todo olvido, en el corazón del que acaso sea el distrito más pobre del postergado Conurbano. Si el peronismo fuera un lugar, bien podría ser José C. Paz.

A algunos desprevenidos podrá parecerles una herejía que una presidenta peronista utilizara la tribuna para descargar una crítica a los líderes sindicales, que hasta ahora ningún líder de la oposición se atrevió a pronunciar. Quienes se sorprenden y vaticinan un cisma irremediable en el oficialismo, no han leído bien la historia del peronismo.

El “movimiento” transitó durante toda su existencia la tensión entre sus dirigentes políticos y sindicales. Historia que como toda historia humana, mezcla actos de imprevisible grandeza, con traiciones y mezquindades. Ambición y orgullo, pelea de egos y de poder ¿O qué fue acaso el duelo de Perón y Vandor?

Por caso, uno de los momentos mas dramáticos de la vida política de Evita, en los que fraguó su condición de líder, ocurrió en una cálida noche de enero de 1951, cuando irrumpió sola y sin custodia en una agitada asamblea de ferroviarios en los talleres de Remedios de Escalada, en la que se definía un paro contra Perón.

“Compañeros, ¿ qué están haciendo ? Es que no comprenden que están traicionando a quien hace todo lo que está a su alcance por ustedes ? ¿ O suponen que el general Perón dejó de pensar en el bienestar de ustedes y el de sus familias ? Por eso he venido hasta aquí. A pedirles que vuelvan al trabajo, si eso vale mi vida, les doy mi vida. Pero comprendan que esta huelga, en la Argentina de Perón, es una traición a la patria y un gran daño contra el pueblo ... ¡ que son ustedes mismos !”, los reprendió Evita, trepada a una de las máquinas del taller. Un pesado silencio invadió la escena y la huelga se levantó. O al menos, eso es lo que consigna la mitología peronista, que para el caso, es lo que cuenta.

Esa escena homérica, de la mujer sola y valiente, frágil pero consumida por un fuego sagrado que logra torcer la voluntad de toscos y fornidos trabajadores ferroviarios -reproducida y amplificada en infinidad de películas y libros-, marca a fuego la esencia contradictoria y paternalista de lo que se entiende por peronismo y que resulta tan difícil de entender desde lo racional, para quienes no lo han experimentado como vivencia.

El líder del peronismo –en ese caso Perón- es como un padre protector de los trabajadores que velará mejor que ellos mismos por sus intereses. De manera que hacerle un paro a Perón –o a Cristina- es no sólo un acto de desagradecidos, sino mucho más grave, un atentado de los líderes sindicales a su propia base; porque la medida golpeará al Gobierno y entonces los enemigos del proyecto –o modelo como se dice ahora- aprovecharán la fisura para recuperar el poder y desarticular las conquistas sociales conseguidas.

La lectura revela también que desde su nacimiento el peronismo jerarquizó y le dio participación a la dirigencia gremial, pero con un límite infranqueable: la conducción del dispositivo de poder es tarea reservada a los “líderes políticos”, que tienen la capacidad de ver y armonizar la complejidad del cuadro general. Si Perón –o Cristina-, por ejemplo piden moderar los reclamos salariales, esto está bien porque el fin último siempre es el mismo: proteger a los trabajadores. Y entonces lo que le queda a los sindicalistas, es apoyar. Lo otro es pasarse al bando de la oligarquía –ahora las corporaciones-.

El voto emocional

Pero mas importante que la decodificación programática del mensaje, es la búsqueda del impacto emocional. El peronismo es por lejos la fuerza política de la Argentina que mejor entendió que el voto contiene muchas más razones del corazón que de la cabeza. Y Cristina está demostrando que sabe como pulsar esas teclas.

La épica de la política como lucha contra los poderosos, como martirio, como esfuerzo que consume hasta las últimas energías en un sacrificio, antes por los “cabecitas negras”, ahora la clase media a la que Cristina ofrenda su puja con Moyano, dificulta las críticas y despierta compasión ¿Cómo cuestionar a una mujer que está entregando hasta lo último de si, en una batalla monumental?

En esta materia como en tantas otras –su visión de la prensa como enemigo, el estatismo fuerte pero no absoluto, la vocación industrialista, la puja con el campo, la voracidad por hegemonizar todas las expresiones políticas-, los Kirchner han demostrado que su política bucea en los rasgos preponderantes del ADN peronista.

El negocio político

Pero Cristina es también una política profesional que recorrió todo el espinel desde la militancia universitaria hasta la Presidencia. Es decir, el calculo político es su segunda piel. Y no es posible que se le escape que la pelea con Moyano le ofrece el filón electoral que no encontraría en discusiones con Ricardo Alfonsín.

Ella necesita sumar lo que no tiene para ganar en primera vuelta, básicamente clase media de grandes centros urbanos y clase alta. Así como pegarle a los militares, fue un excelente negocio político para Néstor Kirchner para atraer a los sectores progresistas y darle a su mandato una mítica trascendente; ahora Cristina golpea sobre el símbolo del desprestigiado sindicalismo argentino. Y suma.

Cuanto hay de calculo electoral y cuanto de autentica convicción, es intrascendente. Lo que importa es si funciona o no como artilugio de acumulación electoral. Lo que se ve es una mujer que se anima a ingresar en la zona de riesgo de la política argentina, desafiante frente al poder. Se trata de una ilusión –por supuesto-, ya que si existe algo como el poder, bien podría ser la Presidencia.

Pero el kirchenrismo ya demostró que sabe como tender la mesa para quedar ubicado del lado de la épica rebelde, creando monstruos a los que empieza a asignar todo lo malo. En el 2005 fue Duhalde, “El Padrino”. Luego de la derrota con el campo, extrajo esa vitalidad política de la pelea contra el “Monopolio” Clarín; y ahora ya desgastados esos insumos, Moyano es el enemigo perfecto. Pocas cosas irritan más a la clase media que las protestas que caotizan su vida cotidiana; que la desfachatada estética de nuevo ricos, de los sindicalistas millonarios.

Lo dicho no implica negar la realidad del problema político que el líder de la CGT representa para un gobierno, en el que no se vislumbran muchos ministros con músculo y experiencia como para doblegar al camionero. Existe el problema y existe la especulación electoral.

Como también existe el dolor personal y acaso la tentación de ponerle un “broche de oro” a una fulgurante carrera política, renunciando justo sobre el final, cuando ya estaba al alcance de la mano, a lo que todos ansían. Acaso la vanidad de realizar un gesto para la historia que la emparente con Evita. O una descarna confesión de impotencia, para afrontar la pelea de poder, que como suele suceder en los dramas peronistas, es entre los propios "compañeros".

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