SANZ Y TECHINT, LOS INESPERADOS ALIADOS DE CRISTINA.
Las idas y vueltas del senador hundieron al radicalismo, principal fuerza opositora, en un laberinto que amenaza sus chances electorales y complica el armado de una gran alianza opositora. Es además un mensaje para Techint y otras grandes empresas, que imaginaban posible construir un presidenciable de laboratorio.
La renuncia de Ernesto Sanz a la interna que él mismo promovió contra Raúl Alfonsín, arroja un mensaje de largo aliento que no deja de contener un rasgo alentador, entre tanta miseria. En la Argentina de hoy ya no es posible inventar liderazgos de alcance nacional en la intimidad de una sala de directorio, por más poderosa que sea la empresa que lo impulse. No es un secreto que la candidatura presidencial del senador radical fue un arriesgado experimento de Techint, el principal grupo económico de la Argentina. Y fracasó de una manera tan estruendosa que dispara la imaginación de todo tipo de teorías conspirativas. Es que él único resultado concreto que arrojó la aventura, fue sumir al radicalismo en una crisis interna que lo ubica en las puertas de perder la carrera presidencial. La UCR había encontrado en Ricardo Alfonsín una síntesis que no le ofrecía Julio Cobos: un candidato taquillero, pero que sumaba el pedigrí partidario que tanto cuidan los radicales. Como presidente de la UCR, Sanz eligió correrse del lugar privilegiado de arquitecto de esa construcción colectiva, para involucrarse en una pelea a todas luces desafortunada y que vaticinaba el resultado de suma cero que hoy consagró, con la conferencia de prensa en la que anunció lo inevitable: que se bajaba de una interna que nunca debió plantear. No hizo nada de lo bueno que había prometido y sí mucho de lo malo. Es decir, no siguió hasta el final para al menos vigorizar al partido y al candidato electo con un debate interno. De hecho, en su momento Sanz explicó que era necesario anticipar la interna radical porque no se podía seguir demorando el armado de las alianzas con otras fuerzas políticas; y ahora al anunciar que enfrentará a Alfonsín en las primarias de agosto termina de hacer todo el daño que dijo buscaba evitar.
Con esta decisión Sanz conduce a su fuerza al escenario que imaginó Néstor Kirchner: la sume en una proceso interno que se avecina desgastante y demasiado largo; y lo más grave, que abstraerá al radicalismo de los grandes temas nacionales liberando las manos del Gobierno, como le sucedió en todos estos meses. O sea, el viejo internismo radical potenciado a límites que no hubieran aventurado los más entusiastas estrategas del kirchnerismo.
Antes de las volteretas de Sanz, el radicalismo se encaminaba a ser el eje de una gran alianza de centro progresista que contendría a los socialistas de Hermes Binner, al GEN de Margarita Stolbizer y porque no a Lilita Carrió, todos unidos bajo el paraguas de la candidatura presidencial de Alfonsín.
Ahora resulta difícil imaginar que Binner acepte mansamente esperar hasta agosto para involucrarse en la primaria del radicalismo como vice de Alfonsín. No es casualidad que en estas semanas el socialista haya reflotado su candidatura presidencial y acelerara los contactos con Stolbizer y Pino Solanas.
De confirmarse esa alianza, el aporte de Sanz al kirchnerismo que dice combatir no podría haber sido más efectivo. Como anticipó La Política Online, el plan maestro de Kirchner antes de su fallecimiento apuntaba a generar una dispersión opositora de manera que ninguna fuerza pudiera superar la distancia de 10 puntos que Cristina necesita para reelegir con el 40 por ciento de los votos.
Igual, no todo está perdido para este sector y acaso los socialistas y compañía logren armar un gran frente para agosto y con ese sello Binner se presente en la interna junto a Alfonsín. Pero aún en esta hipótesis optimista, el tiempo perdido suena muy gravoso para que la oposición consolide una propuesta alternativa.
En ese marco, la movida de Sanz igual lastima a la oposición en un costado sensible. Agudizan la impresión en la sociedad de que no existe por el momento una fuerza opositora madura como para hacerse cargo del relevo del poder, en un próximo mandato que se imagina muy complicado por la gran cantidad de problemas no resueltos, que sin duda exigirán mucho músculo político.
Es evidente que resulta difícil aún para los propios radicales explicar porque Sanz, que estaba con Cobos y gracias a él reeligió como senador y se encaramó en la cúpula de la UCR, pasó luego a sumarse a la candidatura de Alfonsín cuando se sumó a su lanzamiento en Córdoba, provocando una crisis con el cobismo; para luego romper con Alfonsín y proponer la interna de la que hoy se bajó, criticando en ese momento al vicepresidente por su decisión de no participar y lanzarse a la primaria de agosto, lo mismo que él anunció esta tarde.
Más allá de las especulaciones, lo cierto es que Sanz se bajó de la interna porque todas sus previsiones fallaron. No hubo una ola de independientes fascinados con su postulación, pese a los denodados esfuerzos publicitarios y mediáticos que desplegó, y los últimos informes de su círculo íntimo le bajaron el martillo: la interna radical iba camino a un papelón histórico, se estimaban apenas 300 mil votantes. La UCR sólo en la provincia tiene un padrón de 1 millón de afiliados.
En ese escenario Sanz, con el único respaldo de peso –interno- de Federico Storani, se asomaba a una derrota homérica. Más hábil estuvo Leopoldo Moreau que viendo que el barco de Sanz tenía destino de naufragio, se dio vuelta en el aire y cerró con Alfonsín. Hoy Moreau tiene mas lugares en las listas que si hubiera ganado la interna que perdió.
En tren de buscarle una explicación a tantos desatinos, algunos dirigentes radicales creen que la movida de Sanz tiene que ver con un supuesto diagnóstico de Techint: Cristina ya ganó y ahora hay que pelear el liderazgo opositor. Sanz es el más confiable y por eso el objetivo es demoler a Ricardo Alfonsín, haciéndole estallar la alianza que venía tejiendo con Binner, Stolbizer y Carrió. Así debilitado, en octubre Alfonsín podría salir tercero detrás de la posible alianza de Macri y Duhalde. Y en ese momento, Sanz pasaría sobre su cadáver para reclamar el liderazgo radical y desde allí confrontar con el gobierno de Cristina.
Suena muy miserable, pero la política argentina dio sobrados ejemplos de su pasión por el vuelo bajo. Como sea, hoy Sanz logró que festejen en dos despachos que no son precisamente los radicales: la Casa Rosada y el gobierno porteño.
FUENTE: lapoliticaonline