La degradación de las políticas públicas y la verdad de la milanesa.
Ignacio Miri - Editor de Política de El Cronista
En algún momento del nuevo siglo, la Argentina perdió la noción de lo que es una política pública. Dicha así, esa afirmación parece una cita destinada al mundo académico, pero existen formas de bajarla de tamañas alturas. Esta semana, por ejemplo, Cristina Kirchner presentó una medida que permite llevar esa idea al ámbito doméstico, incluso hasta el comedor o la cocina. La Presidenta anunció el miércoles el programa “Milanesas para todos”. A pesar de que el plan fue anunciado por la máxima autoridad política del país, que representa a todos los argentinos, en un acto público en la Casa de Gobierno, la medida no es una política pública.
No lo es porque, según explicó la propia Presidenta, el anuncio implica que una sola carnicería –el Mercado Central, en Tapiales– de las miles que existen en el país, ofrecerá un corte de carne determinado a un precio de 21 pesos. Eso parece más una impensada publicidad para un pequeño emprendedor privado que una política pública, que por definición debe estar destinada a toda la población o al menos tener la pretensión de llegar a todos.
El disparate pasó desapercibido acaso porque la Presidenta acostumbra a presentar en persona esa clase de ideas, que hasta no hace mucho caían en manos de funcionarios menores. Ya desde los inicios de su gobierno, cuando ofrecía planes de bicicletas a bajo precio que se mantenían por dos semanas en algunas cadenas de supermercados, o el año pasado, cuando escenificó una escena de compra de filetes de merluza para promocionar la aparición de un camión frigorífico bautizado como “Pescado para todos”, Cristina mostró su predilección por los anuncios destinados a porciones ínfimas de la población, de duración mínima o que llegaban a un puñado de barrios. La etiqueta “Para todos” –que debutó cuando el Gobierno decidió subsidiar con fondos públicos a los clubes, dirigentes, representantes, técnicos y jugadores de fútbol profesional para quitarle el negocio de las transmisiones televisivas al Grupo Clarín– fue usada también para promocionar toda una serie de intervenciones, algunas más arbitrarias y extravagantes que otras, en los mercados de bienes y servicios. ¿Cuánto falta para que se lance el plan “Bailando por un sueño para todos”, ya que los programas de Marcelo Tinelli demostraron ser incluso más populares que el fútbol? ¿Qué otros platos de la cocina argentina, además de las venerables milanesas, se cruzarán en la mente de los publicistas del Gobierno? ¿Por qué discriminar a los suculentos y popularísimos ravioles? ¿Qué funcionario tuvo la idea de mezquinar la implementación del programa “Flan con crema para todos”, atendiendo a su arraigo entre la población y a sus reconocidas propiedades alimenticias? Para tranquilidad del Ministerio de Economía, hay que decir que el flan también está caro en los restaurantes y almacenes. Incluso, si se atiende al cálculo proporcional, más caro que las milanesas.
La explicación tal vez haya que buscarla en la pretensión de mostrar a la Presidenta en un continuado de anuncios diarios, que la obliga a ocuparse de esa clase de microanuncios. Hay que decir que las inauguraciones de una escuela o de tres kilómetros de autopista no son patrimonio de Cristina Kirchner y que son muchos los presidentes que se dedicaron a esas cosas en la historia argentina. Sin embargo, la proliferación de publicidades con decisiones irrelevantes termina por opacar otras medidas que benefician a todo el país. Por caso, el mismo miércoles, unas horas después de anunciar el plan de las milanesas, Cristina aseguró que la vacuna contra el Virus del Papiloma Humano (VPH) –que afecta a millones de argentinas y que es la segunda causa de cáncer femenino– se incorporará al calendario de vacunación oficial. Esa sí que es una política pública, para decir la verdad de la milanesa.
FUENTE: EL CRONISTA