JORGE ALTAMIRA (ESPECIAL PARA ARGENPRESS.info)
Es un lugar común en los mentideros de todo el mundo decir que la demanda de China pondrá fin al derrumbe capitalista mundial. Los K están haciendo la experiencia de lo contrario: el freno a la exportación de aceite de soja de Argentina por parte de China podría acelerar el derrumbe kirchnerista como no lo lograría ninguna derogación de decretos oficiales por parte del Congreso.
De todos modos, no hay que perder la calma: China no le va a hacer la guerra (por ahora) a Cargill, Nidera, Dreyfuss o incluso a la Aceitera General Deheza -los grandes pulpos internacionales del aceite de soja-. China, además de necesitar el yuyito y el poroto, debería prepararse un poco más para empezar una confrontación con los yanquis. Estos pulpos, además de atender el mercado de China y el sudeste asiático, podrían aprovechar los mercados de biocombustibles, que Europa y Estados Unidos están subsidiando en función de un nuevo desarrollo de la industria automotriz. Las aceiteras deben competir con el etanol que producen las compañías azucareras, en especial en Brasil pero también en el norte de Argentina.
Nike y Techint
China reclama, para levantar la suspensión de estas exportaciones, que Argentina reduzca o elimine las barreras a las importaciones desde China. Se trata de textiles y calzados, pero también de automóviles. No es, sin embargo, una exigencia propiamente china, pues detrás de los calzados, por ejemplo, están Nike o Adidas, que exportan las zapatillas de alta gama que producen en China. También aquí hay que cuidarse de las apariencias, porque los K ya tienen acuerdos de mercado con esos pulpos. ¿Se han roto esos acuerdos? De mayor alcance sería el perjuicio que un ingreso de automóviles de origen chino le produciría a Techint, que tiene el monopolio de la producción de uno de los insumos de los autos: el acero. La sobreproducción mundial de acero es enorme: China sola podría satisfacer más del 50% del mercado mundial, aunque hay muchas empresas chicas o medianas de China que deberán desaparecer. Este choque con la llamada ‘burguesía nacional' promete alcanzar un voltaje político alto y afectar la escasa capacidad de gobierno que les queda a los K. Techint se encuentra en retroceso y en cualquier momento podría ser adquirida por alguno de sus principales competidores –incluso chinos. Pero la apertura a los autos chinos tampoco le convendría a Brasil, que comparte con la Argentina un lucrativo acuerdo de comercio de vehículos.
Sobreproducción
Probablemente, el tema de fondo de esta crisis con China sea la sobreproducción mundial de soja, cuyos precios han comenzado a caer; el precio del petróleo no ha subido lo suficiente para que sea compensada con demanda para biocombustibles. Como ocurre con el mineral de hierro, China pretende fuertes reducciones de los precios de las materias primas, o sea que quiere industrializar una mayor parte de la soja que importa. Las peleas de los chinos con las mineras han sido brutales; un alto directivo de Río Tinto se encuentra preso en China bajo la acusación de arreglos ‘indebidos' con sus clientes. La prensa internacional cree, sin embargo, que es una represalia en la disputa comercial con los pulpos mineros.
De igual importancia podría ser el conflicto en torno al petróleo, luego de que el español Zapatero y los K vetaran el ingreso de una empresa china en Repsol-YPF. Para China, el asunto es crucial no solamente porque necesita petróleo, sino porque también necesita convertir sus enormes reservas en dólares en capital. Ejerce una fuerte presión en los países periféricos porque tiene virtualmente prohibida la entrada en Estados Unidos y Europa – no digamos a Japón, que tiene excedente de capitales en todas las ramas. Es cierto que China acaba de comprar una participación en Panamerican Energy, un pulpo mimado por el chubutense Das Neves, al que los K le acaban de dar también concesiones en las áreas que circundan Malvinas. Pero Bulgheroni, uno de los capos de PAE, acaba de revelar su intención de comprar una participación en YPF e incluso la mayoría que controla Repsol –lo cual está anunciando las pretensiones chinas. Un sector importante de accionistas españoles de Repsol desea con fervor que vengan los chinos para poder salir de la quiebra que les ha ocasionado el derrumbe inmobiliario en España. La pretensión de Bulgheroni-China anunciaría el fin del ‘empresario' de los K, Eskenazi, quien está ‘comprando' su parte en YPF con la plata que obtiene de sus dividendos. Pero un pulpo que paga dividendos exorbitantes no puede invertir. Como se ve, el conflicto con China envuelve cuestiones globales.
La mentalidad estrecha de los K y de sus plumíferos reduce el impacto de la crisis mundial en Argentina a la comparación con países a los que les ha ido peor, como si una caída del 3% del PBI, del 15% de la tasa de inversión y del 20% del empleo fueran moco de pavo. Pero la crisis mundial es también el impacto que sufren las relaciones internacionales, que han perdido el equilibrio bastante precario que tenían antes de la bancarrota. El capital mundial quiere el mercado chino, pero la burocracia que gobierna China sigue aferrada a una política de penetración en los mercados de otros países, en detrimento relativo del desarrollo del mercado interno. Tiene razones para ello: la orientación hacia el mercado mundial consolida una política conservadora y acelera la confiscación del campesinado; el desarrollo interno es imposible sin una revolución agraria que potencie el ingreso y el poder adquisitivo de la masa rural. Este aspecto de la crisis mundial juega cada vez más un rol decisivo como base de las crisis políticas internacionales, y es el que pone ahora a la crisis de los K y del conjunto del régimen político en el límite.
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