LA ARGENTINA DE LA POBREZA Y LA DESNUTRICIÓN
Con más de 4 millones de personas viviendo en la indigencia y con un 6 por ciento de la población con problemas de desnutrición, la Argentina se acerca cada día más a la hecatombe social. Causas que llevan al deterioro general del país, y que han puesto contra las cuerdas a una nación que hace 60 años atrás supo ser ejemplo en el mundo por sus niveles de igualdad social
Día a día la Argentina sufre fuertes retrocesos sociales que no hacen más que consolidar un modelo de desigualdad muy grande, del cual costará décadas salir adelante. Los números fríos de la realidad marcan que en nuestro país, un lugar donde se produce alimentos para más de 400 millones de personas, hay cuatro millones que viven por debajo de la línea de la indigencia y la desnutrición trepa al 6 por ciento de la población según datos oficiales.
Con una inflación creciente que hace que los productos básicos estén cada vez más alejados de los salarios de los trabajadores y los más pobres, la situación no hace más retroalimentarse, causando estragos en los que menos tienen.
En el país hay 20 millones de personas que no tienen cobertura de salud y casi la mitad de las maternidades públicas no son seguras, sea por falta de personal calificado o de insumos. Hay que sumar que hoy el 30% de los nacimientos corresponden a hogares pobres. Además, la inflación genera más pobreza, lo que hace que no sólo las mujeres pobres queden fuera del sistema de salud.
Temas que en estos momentos no están en discusión entre la clase dirigente nacional, que se pelean más por saber quienes serán los candidatos de cara a las elecciones de octubre del año que viene, que en encontrar soluciones rápidas y viables para los principales problemas que tiene la sociedad hoy en día, como son la Salud, la Educación, el Empleo y la Inseguridad.
En lo que parecía ser un cambio en la mentalidad de la ciudadanía, muchos pensaban que esta forma de hacer política iba a cambiar en la Argentina del siglo XXI, pero el retroceso que se está viviendo en nuestro país desde distintos puntos de vista, es mayor a lo previsto, y se recae nuevamente en estas acciones que nos siguen sumiendo en el fondo del tercer mundo.
Todo lo dicho muestra un total abandono por parte de las autoridades nacionales, provinciales y municipales hacia la situación que tienen que padecer cientos de miles de argentinos diariamente, en los que la clase dirigente hace muy buenos discursos de campaña en los que promete soluciones rápidas a los problemas básicos de la sociedad, pero que una vez que llegan al poder se olvidan de lo prometido y comienzan una nueva etapa de excusas que sólo sirven para seguir empeorando el deteriorado y decadente sistema social argentino.
La hipocresía reinante en la clase dirigente argentina lleva a que no se tomen en cuenta los datos suministrados por distintas asociaciones médicas que residen en el país, que muestran que en la Argentina mueren por día ocho niños a raíz del hambre. El hambre, es una enfermedad que según todos los especialistas es perfectamente solucionable si desde el gobierno se implementan medidas rápidas y efectivas para paliar un flagelo que con el correr de los años ha crecido a un ritmo vertiginoso, casi a tanta velocidad como la caída del país.
Para acabar con este flagelo que azota a la humanidad entera, se requieren políticas en conjunto que puedan acabar con la indigencia, la pobreza y la marginación, ya que si los números de excluidos siguen aumentando periódicamente como sucede hoy en día, será un problema que con el correr de los años en vez de disminuir, aumentará y se extenderá a las futuras generaciones.
Sólo con una fuerte política de Estado que tienda al mejoramiento gradual y sustancial de la ayuda social, que lleve a un mejoramiento de las condiciones sociales de vida, que procure atender las causas y no que atienda los hechos consumados, la Argentina podrá volver a recuperar la excelencia que supo tener en una época, y evitar que se siga cayendo en el desgaste y deterioro de las últimas décadas.