Está demostrado. |
Por Federico Andahazi/Tribuna de Periodistas.- Alberto Fernández siempre ha tenido una relación difícil con la prensa. También sabemos que es una persona extremadamente impulsiva; dos condiciones complicadas para alguien que aspira a ser presidente de la República.
Todos tenemos presente las destempladas respuestas del candidato a nuestra compañera Mercedes Ninci, cuando ella le preguntó por la causa de Cristina en relación con el memorándum de Irán: Alberto Fernández, sacado, terminó amenazándola: “Preparate, Mercedes, porque vas a tener que declarar”. Tuvo también un duro cruce con el periodista cordobés Mariano Pereyra.
Y sin ir más lejos ahora se irritó incomprensiblemente cuando nuestro compañero Rodrigo Jorge, de radio Mitre, lo consultó por la ausencia de Cristina en la campaña, Alberto optó por negar lo evidente pero retrucó con una descalificación: “Andá a trabajar de periodista”.
En cuanto a la impulsividad y a esa actitud soberbia, altanera, de Fernández podemos recordar el lamentable episodio que protagonizó en un restaurant de Puerto Madero el año pasado cuando un anciano se acercó a la mesa donde él cenaba con su mujer.
El hombre le habló a cierta distancia, probablemente lo insultó, no importa, nada justifica la reacción de Fernández: se paró y lo pecheó, mientras estaba con las manos detrás de la espalda. El hombre se cayó por el empujón, se golpeó la cabeza, y Fernández continuó con su cena mientras llegaba la ambulancia para atender al anciano. Ni siquiera se molestó en asistir al hombre mayor que estaba lastimado en el piso.
Decíamos que quienes se dejan dominar por los impulsos pierden la capacidad de razonar. Las emociones se vuelven tan intensas que no hay explicaciones o diálogo posible. El impulso es una fuerza desbordada con un gran componente de egoísmo, es muy difícil tener en cuenta a otros en medio de un ataque impulsivo.
La regulación emocional tiene como función poder medir causas y consecuencias antes de hablar o actuar. Quienes no son capaces de gestionar los impulsos suelen actuar de manera arbitraria, agresiva o desmedida.
Pensemos ahora el potencial riesgo que correría un país con un presidente con estas dificultades para controlar la impulsividad; el presidente conduce las fuerzas de seguridad, es el jefe de las FFAA y maneja los servicios de inteligencia. ¿Qué podría hacer con la prensa y la oposición alguien que, desde el llano, hace lo que hace y dice lo que dice?
De hecho, todavía estamos esperando que Fernández se manifieste en relación con el informe de la comisión de la Memoria, dedicada ahora a perseguir periodistas de investigación que hacen su trabajo: investigar.
Fernández confronta cuerpo a cuerpo con el adversario, señala con el dedo e increpa a periodistas; reacciona de manera primitiva, elemental, exagerada. ¿Cómo ejercería el poder una persona con ese perfil?
Durante el debate, cuando le preguntaron cómo no vio la corrupción kirchnerista cuando era Jefe de Gabinete, contestó con arrogancia, chicanas, sin dar explicaciones: “No me corra por ese lado, puedo darles lecciones de decencia”.
Fernández tiene pocos filtros, pero la República, afortunadamente, sí tiene filtros institucionales: los organismos de control y la división de poderes, por ejemplo. ¿Cómo se va a llevar con esos límites? ¿Los va a aceptar o reaccionará como Chávez o Maduro eliminado los filtros?
Por lo pronto ya llegaron a la Justicia las advertencias que soltó en el mes de mayo cuando dijo: “Algún día Ercolini, Bonadío, Irurzun, Hornos y Geminiani van a tener que explicar las barrabasadas que escribieron para cumplir con el poder de turno”.
Y ya sabemos lo que ocurrió estos últimos tiempos: varios jueces empezaron a actuar en consecuencia, torciendo el rumbo de sus investigaciones. En el debate de ayer, Fernández no dudó en atacar con un golpe bajo haciendo referencia al padre de Macri, recientemente fallecido. Tras bambalinas Macri le recriminó a Fernández el gesto de mal gusto y Alberto lo increpó en forma agresiva y, dicen los presentes, lo insultó.
Alberto Fernández muestra un patrón de conducta. Ahora bien, el ejercicio del poder suele exacerbar la omnipotencia y estas actitudes que antes se muestran como indicios que podrían anticipar que harían
Ya conocemos la forma de ejercer el poder de la candidata a vicepresidente por el Frente de Todos. En cuanto al candidato a presidente, nadie podrá alegar que no vio las señales de alerta.