Por Federico Andahazi/Tribuna de Periodistas.- El saqueo del Estado durante doce años no se detuvo en el vaciamiento sistemático de las arcas públicas. Hubo una apropiación más profunda: la de los bienes simbólicos. En efecto, el kirchnerismo se ha ocupado de adueñarse de la historia nacional para ir por el presente y el futuro de los argentinos.
Las cartas entre San Martín y Simón Bolívar que estaban en poder de la ex presidente son acaso la metáfora más expresiva para entender la naturaleza del kirchnerismo: no sólo muestran el interés material, sino también el carácter alegórico de investirse del espíritu de los libertadores que les es completamente ajeno.
Un afán semejante al de Hannibal Lecter en el Silencio de los inocentes: disfrazarse con la piel de sus propias víctimas. Una operación simbólica que, según Sigmund Freud, aplicaban las tribus caníbales al comerse a sus presas: convertirse en ellas luego de aniquilarlas.
Hoy, exactamente hoy, podemos ser testigos de este sistema de apropiación de la historia. En este mismo momento estamos viendo cómo Alberto Fernández intenta arrebatarle al radicalismo la figura de Raúl Alfonsín, mientras los herederos del ex presidente resisten el saqueo como pueden. Estos episodios del presente no son una discusión menor ni un intercambio vacuo de chicanas.
Al contrario, este tironeo nos permiten comprender cómo, quiénes, cuándo y por qué pretenden adulterar la historia.
Veamos cómo funciona el mecanismo: en un encuentro con dirigentes que se dicen radicales, Alberto Fernández dijo: “Yo también soy el resultado de Alfonsín, un hombre que siempre puso la política en el mejor de los lugares, y siempre respondió con política a cada desafío”.
Y agregó: “Siempre se plantó diciéndoles a los argentinos, con franqueza, lo que correspondía. Un día se subió a la Sociedad Rural a explicar lo que tenía que explicar, y un día se subió a un púlpito a explicar lo que tenía que explicar”.
En el intento por resistir el robo de la imagen de Alfonsín, el presidente del bloque de Diputados de la UCR y del Interbloque Cambiemos, Mario Negri, le contestó: “Me acordé de cuando (Fernández) era el jefe de Gabinete y en la ESMA le dijeron que no había hecho nada por los Derechos Humanos.
También cuando no le permitieron entrar a la Casa Rosada para hacerle un homenaje a Arturo Illia”.
Negri evocó así aquellos acontecimientos que, dijo, “le hicieron mucho daño al ex presidente radical, que tuvieron como protagonista al Gobierno de Néstor Kirchner, del que Alberto Fernández fue su ministro coordinador”.
Y detalló: “El primero sucedió en 2004, cuando en un acto en la ESMA, Kirchner sostuvo: “Pido perdón por haber callado durante 20 años de democracia las atrocidades cometidas por la represión ilegal de la última dictadura”.
En ese momento, Alfonsín, muy molesto, le contestó a Kirchner: “No puede afirmarse que durante mi gobierno se haya guardado silencio. Si queremos alcanzar la verdad y la justicia algún día, será necesario recuperar el valor de las palabras y no permitir que la emoción borre la diferencia ética que existe entre los indultos y el Nunca Más o el Juicio a la Juntas”.
El segundo episodio del que habló Negri sucedió en 2006, cuando Alberto Fernández le impidió el ingreso a Alfonsín, quien escoltado por medio centenar de dirigentes, quiso dejar una corona ante el busto de Arturo Illia, cuando se cumplían 40 años de su derrocamiento.
Sin soltar a Alfonsín, tironeando del brazo y dispuesto a desmembrarlo, Fernández le respondió a Negri con el mismo tono furioso que suele emplear con los periodistas: “Negri miente. Como siempre mintió Cambiemos y como siempre les mintieron a los argentinos. Miente y confunde como mintió Macri. Los argentinos ya los conocen y saben lo que hicieron con las banderas del radicalismo”, aseguró Fernández.
Y Negri, abrazado con fuerza a la figura de Alfonsín para evitar el robo descarado, le contestó con una frase apropiada del repertorio de Perón: “No te enojes Alberto. La única verdad es la realidad: Alfonsín debió hacer el homenaje a Illia en la calle”, escribió.
En efecto, la tapa del diario Clarín del 29 de Junio de 2006, dice en uno de los titulares: “Alfonsín quiso homenajear a Illia en la Rosada y no lo dejaron entrar”. Esto es historia. Esta es la verdad de los hechos y así lo registraron los diarios: “Personal de seguridad le impidió llevar una ofrenda floral al busto del ex presidente”, decía la bajada de la noticia.
¿Quién miente? “Lo cierto -dice la información de Clarín de la época– fue que Raúl Alfonsín no pudo acceder al Salón de los Bustos acompañado por otros dirigentes de la UCR, tal como era su intención, para colocar una ofrenda floral junto a la imagen de Arturo Illia, desplazado del poder por el general Juan Carlos Onganía el 28 de junio de 1966″.
“La comitiva –dice la nota– integrada por unos 200 radicales llegó a pie desde la Catedral Metropolitana, donde participó de una misa en homenaje a Illia, figura emblemática de ese partido centenario. El personal de seguridad del Gobierno la contuvo frente al vallado de seguridad montado sobre el asfalto de la calle Balcarce. Y no logró traspasarla”.
“No tienen autorización para pasar”, fue la tajante respuesta que recibieron Alfonsín y sus acompañantes, tras las consultas de rigor.
En el encuentro con los ex radicales con Alberto Fernández que motivó el entredicho estaba, impertérrito y callado, Leopoldo Moreau. Si Moreau hubiese tenido la valentía que Fernández destacó de Alfonsín, habría tomado el micrófono para responderle a Fernández. Entre los miembros de aquella comitiva a los que Fernández les negó la entrada estaba el propio Moreau que asistía imperturbable al robo de su propia historia.