El ocaso del narcisismo. |
Por Andrés Hatum/Para La Nación.-
Según la mitología griega, un vidente le había hecho una predicción a Narciso: que viviría muchos años siempre y cuando no se viera reflejado a sí mismo. Pero su arrogancia pudo más y al verse reflejado en una fuente se enamoró de su imagen y acabó arrojándose al agua. Suicidio para Narciso, suicidio profesional para cualquier líder que quiera abrazar la filosofía de Narciso.
El mito de Narciso nos permite analizar uno de los peores defectos de un líder: un exceso de amor propio y arrogancia que hace que esa persona transmita una idea desproporcionadamente positiva de sí misma. De esa forma, sobreestima sus habilidades y éxitos. Cristina Fernández de Kirchner es un ejemplo de líder narcisista que lleva esta patología a un punto de no retorno.
Para un líder político como Cristina Kirchner o un líder empresario, un cierto grado de narcisismo podría ser beneficioso siempre y cuando esto pueda ser controlado por la persona y no al revés: que la patología domine las acciones del líder. ¿Cuáles son las características del líder narcisista? La expresidenta de los argentinos nos permite entender claramente rasgos de esa personalidad y las consecuencias que ese tipo de liderazgo puede tener a nivel organizacional.
Cristina ha tenido un desproporcionado sentido de su importancia. Ha estado más preocupada por fantasías exageradas de su éxito y poder que de la realidad que el contexto le imponía. Ella también cumple con otra condición del líder narcisista, que es sentirse un ser especial, "la arquitecta egipcia" reencarnada, tal su propia descripción. Demuestra que ella solo puede ser comprendida y relacionarse con otras personas especiales como ella. Esto genera aislamiento del líder del mundo que lo rodea, ya que él o ella se centran en sí mismos. Ese es el centro del mundo, su mundo.
Cristina ha exigido una admiración excesiva esperando que sus palabras y deseos se cumpliesen automáticamente. Esto genera una sordera intelectual a cualquier sugerencia que al líder narcisista le hagan. Como Cristina, los líderes narcisistas carecen de empatía. Esto significa que no reconoce o se identifica con los sentimientos del otro. Cristina, sin embargo, es una líder carismática, con llegada a las masas. Pero un líder carismático y no empático genera alguien distante, arrogante y soberbio. Vale recordar la tragedia de Once y su imposibilidad de acercarse a los familiares a compartir ese momento tan terrible con ellos.
Al líder narcisista le cuesta tener un grupo directivo que lo rodee donde él o ella pueda establecer relaciones saludables. El equipo directivo de ese líder sufre el egocentrismo de su jefe y termina siendo un equipo de profesionales obsecuentes.
Recordemos el maltrato de Cristina a Parrilli (ex Director General de la AFI) en los audios que dieron vuelta por todas las redacciones del país.
Cristina ha exagerado sus logros, comparando al país con Alemania y Australia, al inflar y manipular las cifras de crecimiento e inflación. Es que el líder narcisista es híper sensible a las críticas, por lo que necesita exagerar sus resultados. Cristina nunca ha sido propensa a reconocer el error como así tampoco reconocer que ha perdido una elección. Esto es típico del narcisismo: reconocer el error o el fracaso sería reconocer una debilidad, algo impensado para los narcisistas. Sería minar las bases de su propio liderazgo y poder: "No nos alcanza para superar a nuestros adversarios" dijo al perder las elecciones generales de octubre 2017. "Debemos estar orgullosos de esta construcción porque el resto de las fuerzas opositoras no han resistido el avance del oficialismo y nosotros hemos crecido" enfatizó Cristina, que no fue capaz de saludar a su adversario y se encapsuló junto a aquellos que la idolatran.
La relación con el jefe narcisista es tóxica y, quienes eran aliados del líder, terminan separándose y se convierten en acérrimos críticos, producto del cansancio moral que el líder les provoca. Massa, de hecho, es una creación del narcisismo de Cristina.
El líder narcisista termina quedándose solo, marchitándose y recordando sus logros, reales o exagerados. El ejemplo de Cristina Kirchner puede bien ser tomado por cualquier otro líder, político u organizacional, para evitar, al final de la vida profesional, mirarse al espejo y quedar enamorado de su propia imagen.