EL JUEGO DE LA ONCCA

Hay aproximadamente tres mil millones de dólares de soja durmiendo en los silos-bolsa desparramados por los campos argentinos. Y mil millones que no ingresan en las arcas fiscales del gobierno nacional. Al 35% de retenciones, ese es el porcentaje que el gobierno no termina de recaudar. Un año y poco más, es el tiempo extra que puede aguantar el grano acopiado de esa manera. Mucho tiempo para los productores, que lo van liquidando a cuentagotas en la medida de sus urgencias impostergables. Una eternidad para Kirchner que tiene que hacerse de toda la plata junta y pronto. La Oficina Nacional de Control Comercial Agropecuario, ONCCA, es en realidad un dificultoso y costoso peaje manejado de forma exclusiva y arbitraria por un hombre de Kischner, Ricardo Echegaray. Este organismo que sirve principalmente para apretar la billetera del productor agropecuario, también es un itinerario o sendero que puede conducir al triunfo, como en el juego de la Oca. A condición, sostenían sus inventores los Templarios, de conocer determinados acertijos. En este caso el triunfo es la designación en la AFIP, y el acertijo no es ningún misterio: la obediencia debida. Curiosa voltereta la de Echegaray para terminar siendo jefe del organismo, cuyo anterior jefe, Alberto Abad que actualmente milita en el duhaldismo, lo tenía a mal traer. Echegaray y Aguad fueron renunciados de la Aduana y de la Afip por un feroz enfrentamiento por el control aduanero del tráfico de droga en la Argentina. Al tomar excesivo estado público un tema tan espantoso, Cristina no tuvo más remedio que echar a los dos, para disimular. Uno se fue del gobierno y el otro ha profundizado su pertenencia a manos de Néstor. Reivindicado, ahora también, como jefe de la AFIP, Echegaray no va a ser más que otro perro guardián de las directivas recaudatorias del matrimonio presidencial. Al salir del Calafate, los Kirchner demuestran una vez más, que sus encierros no son precisamente un mero juego inocente.