Por Julio Blanck/Clarín.-
De Vido y Boudou en juicio oral. El "Pata" Medina detenido. Y Cristina negando culpa del Estado en la tragedia de Once.
El esperado espectáculo de Julio De Vido escuchando las acusaciones por la Tragedia de Once, el miércoles pasado en el inicio del juicio oral, ya resultaba un insumo de campaña apetitoso para el Gobierno. Es la mezcla de corrupción y muerte poniendo al desnudo lo peor del ciclo kirchnerista. A ese paquete le pondría moño el comienzo del juicio oral por el caso Ciccone, el próximo martes, con Amado Boudou afrontando su responsabilidad por intentar apropiarse de la imprenta que fabrica billetes.
Pero ni el estratega más agudo de Mauricio Macri pudo prever que Cristina Kirchner afirmara que en la Tragedia de Once, 52 muertos y 789 heridos, “el Estado no tuvo la culpa, el maquinista no accionó el freno”. Ni que en la imperdible entrevista que le hizo el jueves el periodista Chiche Gelblung, dijera que en las causas por corrupción que acechan a ella y a sus hijos “está todo armado”. Cuando Fernanda Vallejos, primera candidata a diputada de su lista, había dicho algo así, la hicieron callar de inmediato.
La estrategia de ablandamiento de imagen de la ex Presidenta tropezó malamente. Esa expresión profunda de su pensamiento y su naturaleza no le ayudará a remontar la cuesta electoral que le están dibujando las encuestas.
Tampoco ningún genio de la táctica al servicio de María Eugenia Vidal pudo siquiera soñar que un día antes de que De Vido ocupara el lugar de los acusados, personal de la Gendarmería y la Policía Federal –en cumplimiento de una orden judicial- detuviera en La Plata al sindicalista de la construcción Juan Pablo “Pata” Medina, acusado de prácticas mafiosas.
Fue después de una jornada violenta, en la que una patota sindical desplegó su tarea de amedrentamiento en las calles. Aunque al final su jefe se entregó mansamente. Tenía la manzana rodeada.
En sus últimas declaraciones antes de que se lo llevaran, Medina acusó a Macri de dar la orden de meterlo preso. Y a Vidal de haberle cortado el diálogo. Mejor favor no les podía haber hecho.
La estrategia del “tren fantasma” es habitual en quienes intentan demonizar al adversario en la competencia electoral. Lo que está fuera de libreto es que el propio adversario contribuya a construir ese imaginario con tanta torpeza y entusiasmo.
El principio de la desgracia del “Pata” Medina puede ubicarse hacia fines de marzo, cuando Macri viajó a Holanda y llevó en la comitiva al jefe nacional de la UOCRA, Gerardo Martínez. El dato fue revelado por el periodista Ignacio Miri ayer en Clarín. Durante ese viaje, el Presidente le planteó a Martínez la necesidad de terminar con el imperio de negocios ilícitos que Medina había montado en La Plata desde hacía demasiados años atrás.
Se entendieron fácil. A Macri le preocupaban las trabas en la obra pública y el sobrecosto laboral de hasta el 40% para los privados, por el alto precio de la “paz social” que Medina prometía si todos se ajustaban a sus demandas. Para Martínez, que conduce la UOCRA desde 1990, el cacique platense –con sus métodos brutales y su indisciplina política- era una piedra en el zapato desde hace muchos años.
Con el acuerdo abrochado, era cuestión de ponerse en movimiento. La Municipalidad de La Plata, conducida por el intendente macrista Julio Garro, empezó a presentar denuncias judiciales contra Medina. La última fue por las presiones contra empleados de una empresa contratada para pintar sendas peatonales y señalizaciones callejeras. Medina reclama que toda obra pública sea hecha por afiliados al gremio de la construcción.
Los trabajadores tercerizados abandonaban el empleo: preferían eso antes que quedar al alcance de las patotas que los abordaban en plena tarea. Con Medina detenido, algún empresario afectado por esas presiones habría prometido ahora a Garro ser testigo en la causa.
La gota que rebalsó el vaso fue una apretada conjunta a Garro y al jefe de Gabinete, Marcos Peña, el pasado 20 de setiembre. Ese día Peña fue a La Plata para participar en actos por el Día del Jubilado con el intendente. Después del almuerzo pidió visitar las obras hidráulicas en el arroyo El Gato, que con su desborde había causado la trágica inundación de 2013. Fueron los dos, acompañados sólo por sus chóferes. A punto de llegar, a Garro le avisaron que la UOCRA acababa de declarar un paro en esa obra. Los funcionarios estacionaron 150 metros antes del lugar. Vieron acercarse a un grupo de activistas gremiales. No parecía un comité de bienvenida. Garro le aconsejó a Peña: “vámonos, porque podemos pasar un momento de mierda”. Se fueron. Al día siguiente en la obra se volvió a trabajar normalmente.
Lo que siguió es más conocido. La causa por la que Medina fue detenido se originó en el copamiento de una obra pública, en la estación Pereyra del Ferrocarril Roca. Macri celebró la detención y advirtió que irá a fondo contra las mafias y la corrupción. Perfecto libreto para la campaña. Y con garantía de razonable efectividad, al ir acompañado de acciones concretas.
Por su lado, Gerardo Martínez primero tomó rápida distancia de Medina (“dentro de la ley todo, fuera de la ley nada” dijo citando a Perón) y enseguida le intervino la seccional La Plata del gremio. Los aliados de Amsterdam demostraron ser gente de palabra.
Viendo de qué modo Macri exprime las cuotas sucesivas de poder que ha ido conquistando, gobernadores peronistas, empresarios y jueces están buscando cómo acomodarse a lo que viene después de la elección que se hará dentro de tres semanas.
Dan por descontado un triunfo de Cambiemos más amplio que en las PASO; apoyado en la mejora de la economía y con la posibilidad cierta de incluir Buenos Aires y Santa Fe donde el kirchnerismo duro, con Cristina y con Agustín Rossi, consiguió triunfos muy estrechos en las primarias.
Si sucede así, el horizonte del Gobierno podría despejarse por muchos meses; salvo errores groseros, desgracias imprevistas o un cambio brutal en el escenario internacional. Y quedaría abierto el camino hacia acuerdos políticos orientados en dirección a las transformaciones prometidas.
Los sindicatos son quienes más rápido se adaptan a las condiciones del tiempo por venir. Es una corporación de flexibilidad extraordinaria. Su principio rector es la sobrevivencia.
Hubo un cimbronazo duro en agosto, cuando la CGT convocó a una protesta que terminó de modo tumultuoso, días después que el Gobierno ganara las PASO. Macri reaccionó desplazando a funcionarios afines al sentir sindical, entre ellos a quien administraba los fondos de las obras sociales, y amagando avanzar en investigaciones sobre los jefes de esas entidades.
Cuando el ministro Jorge Triaca se reunió en setiembre con la CGT el clima se había distendido. Ya no se hablaba de plan de lucha ni de paro. La amenaza que permanecía sobre los gremialistas era la pelea interna. El sector más opositor a Macri apuntaba a disputar el control de la central sindical. El belicoso camionero Pablo Moyano y el bancario radical-K Sergio Palazzo asomaban como cabezas visibles.
El Gobierno empezó a operar entonces para ayudar a achicar el espacio de disidencias internas en la CGT. Triaca retomó el contacto con Juan Carlos Schmid, el más duro de los integrantes del triunvirato que conduce la central sindical, proveniente del moyanismo.
La puesta en escena del nuevo clima cegetista quizás tenga lugar en el Comité Central Confederal del martes próximo. Allí podrían regresar muchos de los más de treinta sindicatos que integran el MASA, que no adhirió a la unificación del año pasado. Estarían los taxistas, la Unión Ferroviaria, los telefónicos y los petroleros privados, entre otros. De los grandes gremios de ese sector sólo se ausentaría el SMATA.
La conducción cegetista, donde también se perfila fuerte Héctor Daer, cruza los dedos para que -como signo de apoyo político- participen de la reunión plenaria figuras de mucho peso como Hugo Moyano, Luis Barrionuevo y el jefe metalúrgico Antonio Caló.
Se espera un respaldo a lo actuado por la conducción, atenuando las aristas más conflictivas en la relación con el Gobierno. Pero esto no le va a quitar volumen a la polémica interna, ni a los discursos ásperos sobre la situación económica y social. Es Confederal es un lugar ideal para desfogarse.
Capítulo aparte es qué actitud tomarán al final los camioneros. Si el rumbo de colisión que propone Pablo Moyano, hoy cercano al gremialismo kirchnerista; o la actitud menos beligerante de Hugo, jefe del clan, quien igual mantiene zonas de conflicto con Macri por el negocio postal. Habría existido ya un entusiasta intercambio de ideas entre padre e hijo. Pero el asunto aún no parece resuelto.
La semana sindical terminó con otras novedades. María Cecilia Loccisano, subsecretaria de Coordinación Administrativa del Ministerio de Salud, fue protagonista en la reunión con jefes de la CGT donde se habló de los fondos para prestaciones médicas especiales de los sindicatos. Es una bonita caja de 7.000 millones de pesos al año, de cuyo manejo Macri había desplazado a Luis Scervino después de la marcha de agosto.
Scervino es hombre de José Luis Lingeri, jefe del gremio de Obras Sanitarias y negociador en temas económicos con todos los gobiernos. En su lugar entró Sandro Taricco, colaborador de Triaca. Eso fue reforzado ahora por el protagonismo de Loccisano, que es la esposa de Triaca.
A Macri le gusta ese lenguaje de gestos. Los que tienen poder lo entienden.