Por Jorge Oviedo/La Nación.-
El kirchnerismo cerril se complace en desafiar a sus críticos a demostrar dónde están los desastres que supuestamente habían pronosticado. Como si la inflación a no menos del 20% anual, el cepo cambiario, la caída de las exportaciones y el monumental déficit energético mostraran situaciones de prosperidad.
La presidenta Cristina Kirchner tiene escasa puntería con sus diagnósticos y previsiones. Anunció que inversiones como las de la brasileña Vale serían un enorme negocio y que el precio del producto que se utiliza como fertilizante no iba a bajar nunca. Pero no sólo bajó, se desplomó. Alguien había creído que allí estaba la gallina de los huevos de oro. Y procedió a matarla para obtenerlos por anticipado. Los "sobrecostos", dijeron los brasileños, habían llevado la inversión necesaria al doble. ¿Sobrecostos es una manera elegante de decir coimas? Todo terminó como en la fábula: Vale se fue, las inversiones se perdieron.
Algo parecido ocurre con Vaca Muerta. Hasta fines de 2014, Cristina Kirchner decía que los precios del petróleo y el gas no bajarían por cuestiones geopolíticas. El semanario inglés The Economist, como se advirtió entonces desde esta columna, pronosticaba caídas de valores por la proliferación de proyectos similares al de Vaca Muerta que estaban entrando en producción. No había que ir tan lejos. Aquí el economista Ricardo Arriazu decía que el precio del petróleo cambiaría por cuestiones geopolíticas, pero que lo harían bajar. Es lo que ha ocurrido.
La Presidenta ha demostrado tener enormes dificultades con las cuestiones técnicas.
Si en 2009 cambió la fórmula del agua por "hache-dos-cero" (sic), la semana pasada cometió una falla garrafal con unidades, que ha pasado más o menos desapercibida. Al anunciar la puesta en marcha de la central Río Turbio, habló de cantidades de energía, a la que mensuró en megavatios (MW), que es una unidad de potencia. No es lo mismo. Debió referirse, si quería hablar de energía, a megavatios hora (MW/h). "De esta energía, que va a representar el 1%, del total de la energía que producimos, 24.000 megavatios, un 1%, va a salir de acá", dijo con el entusiasmo propio de quienes lejos están de advertir que están metiendo groseramente la pata. Es como si hubiera querido mensurar el peso de algo en litros.
Otro tanto ocurre con la valoración de la situación internacional y su impacto en el país. Durante la gran crisis la Presidenta casi se mofó de Estados Unidos cuando desde allí surgieron opiniones que decían que la Argentina necesitaría "un plan B". Entonces dijo que el plan B lo necesitaría Washington y que desde la mayor economía mundial se expandía un "efecto jazz", que la Argentina no iba a sufrir. Lamentablemente, no fue así. Pero la Presidenta, que niega el efecto del "viento de cola", ahora dice que todos los males vienen de "el mundo", que supuestamente "se nos cae encima".
Es verdad que el menor ritmo de crecimiento de China está afectando el precio de las materias primas y eso afecta a países como la Argentina. Pero no era nada que no se hubiera previsto un año atrás.
En España el gobierno prevé 3% de crecimiento para este año y la evaluadora Fitch, menos optimista, lo sitúa en 2,8%, aunque todavía se advierten riesgos bursátiles.
El Banco Central de China ha anunciado que las correcciones han llegado a su fin. El economista Luis Palma Cané dice que se trató del pinchazo de una burbuja que "era obvia". Y agregó que ocurrió lo que "ocurre siempre, y los fondos huyen hacia los lugares donde se sienten más seguros, como Estados Unidos y Alemania".
La eurozona también dio sorpresas. Las ventas minoristas en julio pasado crecieron 2,7%, mientras el consenso de los especialistas esperaba sólo 2%. Los préstamos al sector privado han comenzado a subir, lo cual demostraría que las inyecciones de liquidez del Banco Central Europeo han comenzado a surtir efecto, incluso en préstamos para el consumo.
De que la Argentina está en problemas no hay duda; que el mercado internacional es muchísimo menos favorable que hace un tiempo es verdad. Que todos los problemas y soluciones de la Argentina están afuera es meridianamente errado. El inconcebible déficit fiscal, justo cuando la presión impositiva es la más alta de la historia, no es culpa de la recesión en Brasil.
El uso de políticas policiales de más que dudosa legalidad agrava el problema. El desplazamiento de la cúpula de la filial local del banco HSBC es un dato muy preocupante, que demuestra que las soluciones autoritarias son las preferidas.
Es un formato tradicional del cristinismo, porque el kirchnerismo tuvo mucho cuidado en no embestir contra la banca y arriesgarse a aterrorizar a los clientes. El cristinismo contraría la ley de gravedad, y cuando las cosas caen, denuncia una conspiración y lanza una persecución policial. Con Néstor en vida se buscaba evitar lo que pudiera alentar una corrida bancaria. Cristina prefiere correr el riesgo, y si algún pequeño ahorrista corre a tratar de rescatar sus pesos, allí está esperándolo la ley antiterrorista para aleccionarlo con la cárcel. Como desde el triunfo electoral de 2011 alertó Rosendo Fraga: "El cristinismo es muy diferente al kirchnerismo. Cristina no es kirchnerista".