Por Carlos Tórtora/El Informador.-
La presidente parece haber encontrado para Amado Boudou una misión útil a los intereses del gobierno. En apenas 48 horas el vicepresidente procesado dio la nota dos veces, colocándose por distintos motivos en primer plano. Primero fue el 9 de julio en Tucumán, cuando apareció, cumpliendo instrucciones presidenciales, presidiendo el acto del día de la independencia, provocando los gestos de tensión de la primera línea del oficialismo. Segundo, en la sesión del Senado de ayer, Boudou brilló por el motivo contrario: su ausencia. El oficialismo necesitaba darle media sanción al proyecto de inmunidad a los bancos centrales extranjeros y entonces pactó con la oposición que Boudou no presidiera ayer la sesión en el Senado, ante la advertencia de que recibiría un fuerte repudio en el recinto. Estos hechos -y otros- instalaron la presunción de la dudosa existencia de una crisis interna en el oficialismo en torno a si CFK debe obligar o no al vice a que pida licencia y se aleje de la escena pública. Cristina contribuyó a instalar la polémica al realizar dos movimientos contrapuestos de su alfil vicepresidencial. El primero, respaldándolo para presidir el actor oficial en la máxima fecha patria, y el segundo, escondiéndolo en lo que parecería ser una concesión a la oposición.
Da la impresión de que la presidente tomó la decisión de utilizar a su ex mano derecha como pantalla mediática para canalizar el malhumor social y las críticas opositoras. Hasta ahora, el gobierno había administrado la exhibición pública de Boudou de un modo más prudente y en los últimos meses lo hizo recorrer muchos miles de millas en avión para reducir su presencia en el país.
Da la impresión de que la presidente tomó la decisión de utilizar a su ex mano derecha como pantalla mediática para canalizar el malhumor social y las críticas opositoras. Hasta ahora, el gobierno había administrado la exhibición pública de Boudou de un modo más prudente y en los últimos meses lo hizo recorrer muchos miles de millas en avión para reducir su presencia en el país.
Una sacrificada misión
El nuevo rol de sol negro que acaba de asumir el vicepresidente no parece ser casual. Cada día más alto, su perfil ayuda bastante a distraer la opinión pública de otros problemas, algunos más importantes que el caso Ciccone. El principal objetivo de esta permanente inmolación que está aceptando cumplir el vice estaría sirviendo, por ejemplo, para que pase a un segundo plano el curso de las negociaciones en Nueva York con el juez Thomas Griesa y los holdouts.
Anteayer en Nueva York, funcionarios del gobierno delinearon una propuesta de pago a los fondos buitre con la que intentarán sortear la cláusula RUFO de los bonos de la deuda reestructurada, que prohíbe elevar la propuesta de los canjes de 2005 y 2010. La opción consiste en establecer un mecanismo que permita activar el pago de la sentencia por u$s 1.500 millones desde el 1º de enero.
La propuesta de pago que está en estudio consiste en entregar a los holdouts un bono pagaré intransferible, que quedaría en poder de los acreedores hasta el primer día de 2015, cuando vence la cláusula RUFO.
Esos pagarés luego se cambiarían por bonos negociables, que los fondos buitre podrán trasformar rápidamente en efectivo en los mercados, como hizo Repsol con los títulos que recibió como pago por su parte de YPF.
Es obvio que, aun con su retórica agresiva contra los holdouts y Griesa, al kirchnerismo le cuesta disimular que el acuerdo con Paul Singer y demás vencedores en el juicio de Nueva York marcha viento en popa. Para el gobierno, lo ideal es ir arreglando para evitar el default y sus consecuencias pero, fieles al estilo que impuso Néstor Kirchner, mientras acuerdan el pago montan un escenario internacional belicoso contra los acreedores.
Así actuó Kirchner con el primer canje de deuda en el 2005 y con los pagos al FMI. Entonces, mantener el relato antiimperialista clásico sigue siendo vital para un gobierno, que marcha hacia la batalla electoral en malas condiciones económicas.
Ahora, el supuesto misterio acerca de si a Boudou le quitarán o no la escalera y la final del Mundial son las dos cortinas de humo con que cuenta la Casa Rosada para que se hable menos de lo que está ocurriendo en el despacho de Griesa.
