Por Diario HOY.-
La caja de Pandora era un artefacto que, según la mitología griega, contenía todos los males del mundo. La historia cuenta que después de que Pandora (la primera mujer creada por Zeus) recibió esa caja, su creador le advirtió que jamás debía abrirla. Pero, día tras día, se sentía cada vez más curiosa y finalmente decidió ver qué había dentro, liberando así a todos los males.
En los últimos días, tanto el gobierno nacional, como el mandatario cordobés José Manuel de la Sota, cometieron el mismo error que Pandora. En lugar de empezar a buscar soluciones de fondo ante una crisis económica y social que se está volviendo insostenible, dejaron que se abriera la caja de los males que se venían acumulando, desatándose así un estallido en la provincia mediterránea, cuyo antecedente más inmediato nos retrotrae a los tristes acontecimientos que se vivieron en toda la Argentina en diciembre de 2001, con decenas de muertos y la huida en helicóptero de Fernando de la Rúa de la Casa Rosada.
Por más que ahora De la Sota intente diferenciarse del gobierno K, la realidad es que forma parte de la misma matriz política de Cristina. Al igual que los Kirchner, De la Sota fue menemista y duhaldista, y formó parte activa de las políticas que le pusieron bandera de remate a nuestro país, acompañando al actual gobierno nacional durante casi una década.
En el caso cordobés, esa provincia pasó de ser un pujante centro industrial, con fábricas automotrices que daban valor agregado a la economía y generaban miles de puestos de trabajo genuino, a ser un territorio donde campean las formas más infames del clientelismo político, con bolsones de pobreza e indigencia que no tienen nada que envidiarle a los asentamientos que proliferan en el Conurbano bonaerense. A ello se le suma, el desenfrenado accionar del narcotráfico, que ha llegado hasta el corazón mismo de las fuerzas de seguridad cordobesas.
No por casualidad el kirchnerismo y De la Sota fueron estrechos aliados hasta unos meses antes de las últimas elecciones legislativas. La gestión delasotista tiene muchos rasgos del mismo feudalismo que predomina en casi todas las provincias del interior del país, gobernadas por mandatarios K.
Estragos sociales
La inflación está generando estragos, no sólo en los sectores de la clase media que ven como su poder adquisitivo se derrumba aceleradamente, sino también en los sectores populares que ven como, ante estas fiestas que se avecinan, ni siquiera podrán tener una sidra y un pan dulce en sus hogares.
Obviamente, en los incidentes en Córdoba actuaron algunas bandas de delincuentes organizados. Pero semejante explosión social nunca podría haberse producido, sino existía un caldo de cultivo. Es decir, una creciente marginalidad, que lleva a que cada vez mas argentinos pasen a formar parte de la pobreza, dependiendo del asistencialismo miserable del Estado, sin posibilidad de poder acceder a un empleo que le garantice dignidad a sus familias.
Estamos pagando las consecuencias del miserable clientelismo político, mediante el cual el propio gobierno condenó a miles y miles de familias a sobrevivir con las dádivas discrecionalmente distribuidas por punteros, sumado a un Estado elefantiásico -que se alimenta de los impuestos que recaen con mayor fuerza en la vapuleada clase media y las pymes-, que alberga a miles de ñoquis y militantes rentados.
La llamada “década ganada”, nunca existió. Los únicos que parecen haber ganado fueron los integrantes de la familia Kirchner, cuyo patrimonio creció más de 10 veces desde que llegaron a la Casa Rosada, mientras que gran parte del pueblo argentino se encuentra en la más absoluta indefensión.
Tenemos más de un millón de jóvenes que no estudian ni trabajan, que prácticamente están condenados a ser parias sociales, no teniendo otra alternativa, en la mayoría de los casos, que recurrir al delito.
Lamentablemente, hasta el momento, la presidenta viene demostrando que no escuchó el mensaje que le dio la ciudadanía, a través de las urnas. Las modificaciones que introdujo, tras la cirugía que se le practicó en el cráneo, demostraron lo que siempre dijo nuestro diario: fue un mero gatopardismo para que nada cambie.
Una muestra de esta situación es que, en momentos en que todo el país está conmovido por los saqueos, Cristina –que es la presidenta de todos los argentinos, tanto de aquellos que la votaron como los que no- ayer encabezó un acto en la Casa Rosada y no pronunció ni siquiera una palabra sobre lo sucedido. La presidenta tuvo tiempo de hacer chiste durante la asunción de los nuevos funcionarios como Cecilia Rodriguez y Juan Carlos Molina, que estarán a cargo del Ministerio de Seguridad y de la Sedronar, pero no le dedicó ni siquiera 30 segundos a hacer un llamado a la paz social.
El gobierno K ha decidido profundizar el llamado modelo, que nos ha llevado a esta penosa situación. Y lamentablemente todo indica que le malestar social, a medida que se acerquen las fiestas de fin de año, irá en aumento.
CFK sin luto
El mismo día en los argentinos estaban conmovidos por los tristes acontecimientos de Córdoba, la presidenta decidió dejar definitivamente el luto, que le duró más de tres años.
Ayer, en su aparición en la Casa Rosada por la tarde, la mandataria vistió enteramente de blanco.
Desde que regresó del reposo por la operación a la que se sometió a comienzos de octubre, la jefa de Estado fue abandonando el luto, pero siempre mantenía alguna prenda en tonos oscuros para que el final de esta etapa no fuera tan brusco. Ahora, por primera vez en este tiempo, la jefa de Estado llevó un look sin usar el color negro.
Fue en la jura de los nuevos funcionarios que se realizó en Casa de Gobierno, donde Cristina decidió mostrarse en un vestido blanco con encaje en la parte superior y drapeado en la falda. Acompañó el diseño con una torera del mismo tono, y así dio por finalizada una etapa en su vida: el luto.
