HANNAH ARENDT

En 1951, Hannah Arendt escribió: "El sujeto ideal de un régimen totalitario no es el nazi convencido o el comunista comprometido, son las personas para quienes la distinción entre los hechos y la ficción, lo verdadero y lo falso ha dejado de existir".

lunes, 28 de octubre de 2013

Perdió Cristina Kirchner: el soberano hizo tronar el escarmiento

Por Diario HOY.- Finalmente, las elecciones de ayer ratificaron lo que nuestro diario venía informando en los últimos meses: la población masivamente voto en contra del gobierno nacional a lo largo y ancho del país. El kirchnerismo, cuya máxima figura es la presidenta Cristina Fernández, recibió un verdadero cachetazo en las urnas, que sepultó definitivamente los sueños de perpetuidad que había en la Casa Rosada. El voto contra el gobierno alcanzó al 70% del electorado, mostrando que la llamada “década ganada” nunca existió, fue una falacia absoluta.
Un castigo profundo 

 En realidad, el castigo va mucho mas allá de frenar los proyectos re reeleccionista. El soberano le dijo basta a una forma de gobernar de la presidenta, caracterizada por el ego, la soberbia y el autoritarismo de considerar a todo aquel que piensa distinto como a un enemigo. CFK, en muchos momentos de su gobierno, se asumió como la portadora de la verdad absoluta, sin la más mínima capacidad de hacer una autocrítica o de considerar algunas otras opiniones que le sugerían hacer correcciones para evitar que la Argentina esté padeciendo la crisis social y económica que actualmente se registra a lo largo y ancho del país. Tras una década de gobierno K, nos encontramos con la inflación más alta de los últimos 22 años, sólo comparable con las hiperinflaciones registradas a fines del mandato de Raúl Alfonsín y a comienzos de la era menemista. Asimismo, la destrucción del aparato productivo ha llegado a tal punto que nuestro país, que hace algunas décadas era considerado el granero del mundo, se está quedando sin carne, leche y trigo. 

Y esto tiene una consecuencia en la mesa de miles y miles de argentinos. Fiel al estilo de soberbia extrema, desde la administración K intentaron minimizar la derrota, en la fantasía loca de que en lo formal aún mantendrían la mayoría en el congreso. La realidad es otra, el proyecto político kirchnerista huele a cala: en apenas dos años perdió el 50% de su caudal electoral. Y una parte muy importante del voto que obtuvieron fue el sufragio clientelar, aportado por sectores muy humildes que son extorsionados con planes asistencialistas. Si algo caracteriza a los justicialistas es acompañar a los que eventualmente están en el gobierno hasta la puerta del cementerio, pero nunca ingresan. Los resultados de los comicios no hicieron más que mostrar la extrema fragilidad del armado político, constituido básicamente por militantes rentados, financiados con cargos y recursos del Estado, es decir, con los impuestos que pagamos todos los ciudadanos. 

 Rechazo a la fantasía K 

 La gente también le dijo basta a los intentos de querer reescribir la historia que buscó hacer la Presidenta y su marido fallecido, que pretendieron hacer creer que su acceso al poder constituyó un antes y un después en la Argentina. La realidad es que el kirchnerismo llegó a la casa Rosada, de la mano de un personaje oscuro como Eduardo Duhalde, vinculado a las peores prácticas del de la década pasada, socio del menemismo (al igual que los K) en la entrega infame del país. En ese intento de querer reescribir la historia, Néstor y Cristina inventaron un pasado revolucionario que nunca tuvieron ya que en los ’70 ni siquiera eran conocidos y no bien apareció la dictadura militar, se instalaron en la Patagonia para hacerse millonarios con la usura, rematando propiedades de deudores hipotecarios. A partir de este relato fantasioso, abrazaron “la causa de los derechos humanos”. Pero la circunscribieron sólo a determinados hechos de los años de plomo. Mientras tanto, en pleno siglo XXI, todos los días se violan los derechos humanos más elementales cuando mueren chicos desnutridos, o cuando ciudadanos inocentes pierden la vida como consecuencia de una ola de inseguridad alimentada por la crisis económica y social. 

 Los K tuvieron una oportunidad única para cambiar la historia y el resultado fueron negociados a diestra y siniestra. Por ejemplo, la llamada recuperación de YPF no fue más que un cambio de manos de una empresa saqueada durante años por parte de amigos del propio kirchnerismo. Y ahora las ruinas de la petrolera semiestatal están siendo utilizadas como plafón por parte de multinacionales para quedarse con Vaca Muerta, uno de los yacimientos de petróleo y gas no convencional más importante del planeta. Una situación similar se registra en la Aerolíneas Argentinas, con el agravante de que le fue entregada a los imberbes de La Cámpora, cuya pésima gestión lleva a que el conjunto de los argentinos debamos financiar una pérdida diaria de 3 millones de dólares. Esperemos que los resultados de estas elecciones, que significan el fin de una etapa política, sirva para que en el periodo de transición que se abre, que finalizará recién dentro de dos años, se sienten las bases para la conformación de un frente nacional que lleve a la Argentina a retomar el camino perdido. 

 Tal como lo afirmaba el recordado dirigente sindical Antonio Balcedo, “el frente nacional, una herramienta que además de conquistar a la mayoría en el proceso electoral, tiene que servir para mucho más que el mero cambio de personas en el poder: tiene que generar una conciencia y una fuerza con características que se han presentado en diversas etapas de nuestra historia, pero han estado ausente en los últimos años. Y es necesario reconstruirlas para que la Argentina supere su decadencia, su creciente sujeción a los intereses que no le son propios y se lance por un camino de grandeza, de la independencia y de justicia social“. A partir de esta línea de pensamiento, que tiene plena vigencia, este frente debería incluir partidos políticos, representantes empresarios, sindicalistas, representantes de la cultura, de la Iglesia y de las Fuerzas Armadas. Esta última institución nada tienen que ver con los genocidas que contribuyeron a la entrega del país a partir de 1976: el objetivo pasa por volver a recuperar el espíritu sanmartiniano que nos otorgó independencia y soberanía, y que tuvo a las fuerzas armadas, precisamente, como pilar fundamental.

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