Por Guillermo Cherashny/El Informador.- El gobierno juega sus últimas cartas para alcanzar una diferencia aceptable con Massa.
Ayer fue dada de alta la presidente y retorno a Olivos con una opinión pública dividida entre los que creen que el gobierno exageró la gravedad del problema ante una operación de bajo riesgo y los que, por el contrario, suponen que la presidente padece de un mal mayor y que sería difícil para ella continuar ejerciendo su mandato normalmente hasta el 2015. Dada la esmerada política de desinformación seguida por el gobierno nacional, cualquiera de estas dos hipótesis puede ser cierta. En su desesperación, no hay duda de que el cristinismo intenta sacar rédito político de una supuesta empatía que causó en la población el traumatismo craneal. Pero en general los encuestadores no afirman que cierta mejoría de imagen que transitoriamente podría beneficiar a CFK se traslade automáticamente a la intención de voto a favor de los candidatos del Frente para la Victoria.
El diario Perfil publicó ayer un sondeo de la consultora de Federico González que la da a Martín Insaurralde el 35,2%, es decir 4 puntos más de los que tenía antes del hematoma. En sintonía con esto, un coro de encuestadores ligados al gobierno están repitiendo a través del multimedios oficial que la ventaja de Massa se reduciría a apenas algo más que 5 puntos. Así es que estaría en marcha la operación “Derrota Digna”, que se justificaría si Martín Insaurralde pierde con el tigrense por menos del 10%. No le resultaría fácil al gobierno que tanta acción psicológica se traduzca en resultados concretos en las urnas. Por las dudas, Massa ya alertó que si esto ocurre, es decir, si el intendente de Lomas pasa la línea del 35%, se pondría en marcha un nuevo intento de reelección presidencial.
En cambio, desde la interpretación de Daniel Scioli, la derrota K del próximo 27, por el margen que fuere, lo colocaría a él en carrera para el 2015. Sin duda, por eso declaró que ella dejará al país en buenas condiciones para el que tome la posta, cerrándole así preventivamente el camino a cualquier nuevo intento reeleccionista. Aunque nada es seguro, es obvio que la mayor parte de los encuestadores de primera línea son muy prudentes en asignarle influencia electoral a la enfermedad de Cristina. O sea que piensan que la modificación de la intención de voto en Buenos Aires sería mínima y que Massa mantendrá una ventaja de entre 10 y 12 puntos. Poliarquía, por ejemplo, se inclina en este sentido y sostiene que el 95% de los consultados no piensa cambiar el voto por la intervención quirúrgica de la presidente.
No way
Parece claro que en las primarias del pasado 11 de agosto las causas principales de la derrota en Buenos Aires fueron la estanflación y la inseguridad. Se trata de dos problemas que se agravaron más desde entonces, a tal punto que, en realidad, se justificaría una mayor pérdida de votos del gobierno. Por otra parte, cada vez es menos la gente dispuesta a aceptar el argumento central de un eventual autogolpe oficial: Cristina o el caos. La mayoría de los consultados para los últimos sondeos creen que ella volverá a gobernar sin mayores problemas. Cabe analizar las consecuencias de la alternativa inversa. Esto es que, por razones de salud, en algún momento la presidente opte por renunciar. Que una asamblea legislativa termine eligiendo interinamente a Daniel Scioli para que complete el mandato hasta el 2015 sería una solución equilibrada que garantizaría mayor razonabilidad en la política económica, lo que no ocurre ahora. Hoy, políticos, empresarios y sindicalistas tienen un ojo puesto en la cuenta regresiva de las reservas del Banco Central, que puede llevar a una disminución alarmante de las mismas, lo que podría disparar una crisis bancaria y cambiaria, si es que el gobierno no toma ninguna medida racional antes.
La incipiente negociación por los reclamos de distintas ex concesionarias de servicios públicos ante el CIADI alientan a que los optimistas vean un tímido giro. Ayer, los matutinos hablan de una negociación con el Club de París, lo que le facilitaría al gobierno la etapa de transición hasta el 2015.
En lo inmediato, la operación “Derrota Digna” tendría claramente un objetivo de mínima: evitar que se instale un clima de catástrofe que deje anémico al oficialismo. De ocurrir esto último, a CFK no le quedaría más remedio, para evitar la huida masiva de legisladores, intendentes y hasta gobernadores a las filas de Massa y Scioli, que instalar oficialmente un candidato oficialista a la presidencia, por ejemplo Sergio Urribarri, como un modo de demostrar que el kirchnerismo tiene proyecto y no está en disolución. El caso es que Cristina, tanto o más aferrada al poder que su desaparecido marido, querría posponer al máximo la hora de designar un heredero. Seguramente sabe o intuye que, a partir de entonces, todo el universo político empezará a girar en torno a otro sol.