Por Carlos Tórtora/El Informador.- El jueves de la semana pasada, el director de la ANSES, Diego Bossio, y Sergio Massa conversaron a puertas cerradas en Tigre durante cuatro horas. De esta larga reunión hasta ahora trascendió poco. Bossio habría concurrido en carácter de embajador de CFK y esto es sugestivo, ya que Massa también fue, antes que él y Amado Boudou, director de la ANSES. Según fuentes kirchneristas, la conversación giró en torno a la inminente decisión crucial del intendente de Tigre: encabezar o no una lista para diputados nacionales y, en el primer caso, hacerlo como aliado del gobierno o como opositor. La misión de Bossio habría consistido en presionar a Massa para que concentre su campaña en atacar a Daniel Scioli y Francisco de Narváez, quitándole votos a este último y que además incorpore en su lista varios candidatos aprobados por la Casa Rosada y que, ya en la Cámara de Diputados, votarían por la reforma constitucional y los proyectos del Frente para la Victoria. La otra variante sería la que proponen los sectores antikirchneristas que rodean a Massa: la ruptura con el gobierno y un acto de lanzamiento en la cancha de Platense antes de fin de mes, convocando a De Narváez y al macrismo una alianza para ganar las elecciones del 27 de octubre en Buenos Aires. Semejante golpe de efecto plantearía un escenario bastante distinto al actual. No sólo el cristinismo sino también Scioli correrían serios riesgos, ya que, en caso de ganar la elección, Massa tendría condiciones favorables para instalarse como el principal precandidato presidencial del PJ para el 2015.
En Olivos, esta última hipótesis generaría preocupación en algunos y escasa credibilidad en otros. Es que el pasado de Massa como jefe de gabinete de Cristina y antes director de la ANSES lo habría ligado en forma indisoluble al cristinismo. A horas de las definiciones, en el massismo también se habla de una salida intermedia: una lista para diputados encabezada por Malena Galmarini (esposa del intendente) y Felipe Solá. Una veintena de intendentes que responden a Massa -en su mayoría de la primera sección electoral- esperan ansiosos la definición de su jefe. Muchos de ellos, por las dudas de que el tigrense dé un paso atrás, ya están conversando con De Narváez para armar en sus municipios listas de concejales donde las candidaturas se repartirían, una y una, entre ellos y el empresario. Para los alcaldes, lo único esencial es no perder la mayoría en sus consejos deliberantes, porque en caso contrario correrían serios riesgos de ser removidos y enjuiciados. El massismo, todavía de contornos imprecisos, se insinúa como una gran operación de fuga del kirchnerismo ante las obvias muestras de declinación de la figura presidencial. Pero Massa, igual que Scioli, no cree en la confrontación y apuesta a que la transición al postkirchnerismo sea incruenta. En el entorno de Cristina, estos planes son vistos cada vez más con mayor desconfianza.
Sin happy end
A todo esto, la larga negociación entre Mauricio Macri y Roberto Lavagna sea el candidato a senador nacional por el PRO en la Capital estaría naufragando aceleradamente. La foto de Lavagna junto a José Manuel de la Sota, de Narváez y Hugo Moyano potenció la desconfianza del jefe el PRO. Éste temería que, si el ex ministro de economía hace una buena elección, se proclame luego precandidato a presidente por el peronismo disidente, dejándolo a él en una posición desairada. El primer consultor del PRO, Jaime Durán Barba, se opone además tenazmente a que el macrismo, que dice representar a la nueva política, aparezca asociado a un ex ministro de economía de Néstor Kirchner que también fue candidato presidencial de la UCR en el 2007. Si Lavagna diera finalmente un paso al costado y no fuera candidato, Alberto Rodríguez Saá daría un paso al frente y se presentaría para senador. El ex gobernador puntano intentaría así captar los votantes peronistas porteños que podrían apoyar al PRO.
