EL LLANO EN LLAMAS

El escritor mexicano Juan Rulfo (1917-1986) testigo presencial de hechos de la guerra Cristera en su amada patria, nos obsequia desde su maravillosa literatura, una oportuna denominación para nuestros paisajes campestres, su lamentable realidad y su probable escenario agravado en un futuro previsible de no mediar políticas de estado. Aridez y sequía. Polvo, muerte de la tierra y de los animales, se han instalado de manera profunda en la Argentina por segunda vez en un siglo. A las desproporciones de una siembra que busca rentabilidad, como geografía de escape de la mayoría de los productores agropecuarios (es sabido el efecto impermeabilizante que a la larga produce la soja en los suelos), se le suma la desidia, impericia y manifiesta enemistad del gobierno nacional con el campo. Con todo el campo y desde antes de la sequía. Ya ni con lluvia se arregla este problema. Porque la ganancia viene siendo cuestionada desde hace décadas y agravada ahora con las frívolas e irritantes medidas en todo el universo agropecuario que Kirchner se ha dado el lujo de experimentar. A muchos productores, demasiados, les va la vida en estas instancias. “Viñas de ira”, he titulado un anterior artículo sobre el tema, parafraseando el de la excelente obra de John Steimbeck. Cuando la situación no era tan grave. ¿Son, entonces, extraños los incidentes de chacareros contra legisladores nacionales? La metodología elegida (hacerse el malo porque sabe que su política es mala e injusta) por Kirchner, que tenía margen hace dos años, hoy está llevando al suicidio político a más de uno. ¿Es necesario que Agustín Rossi acceda a una especie de autoinmolación en nombre de una supuesta lealtad política a la nada?