El gobierno optaría por un plan electoral similar al del 2011. Los cambios en la percepción de la marcha de la economía por parte del gobierno modifican rápidamente sus planes políticos. El cristinismo está festejando por anticipado la supuesta salida del estancamiento de la economía. Y además da por hecho que no habrá caída del empleo y que el consumo se irá reactivando progresivamente, aun cuando la inflación siga alta. Empezar el 2013 con un horizonte económico más tranquilo le permitiría a CFK manejar con mucha más comodidad la estrategia electoral. Esta idea de que vienen tiempos mejores habría contribuido decisivamente para que el oficialismo haya bajado en la última semana la intensidad de sus preparativos para la reforma constitucional y la reelección de CFK. Pero habría otro motivo para desacelerar: ¿Para qué resucitar ahora a la oposición regalándole la bandera de la resistencia a la reelección? Parece claro que si la reelección sale del centro de la agenda política, la oposición vería relativizado su principal argumento para trabajar juntos. Operando en este mismo sentido, el gobierno giró estos días hacia el discurso contra las corporaciones -empezando por Techint- y profundizaría los ataques a Clarín.
Siguen así las batallas contra los grupos económicos y la épica oficial de la soberanía hidrocarburífera (expropiación de YPF), monetaria (expropiación de la ex Ciccone) y, por último, “la soberanía del éter”, proclamada por Julio De Vido para justificar el regreso estatal al mercado telefónico. Este relato apunta a la seducción de los votantes y la dirigencia del Frente Amplio Progresista y la UCR. Así es que la centroizquierda no kirchnerista, en los hechos -y en el Congreso- está avalando la política de profundización del modelo, lo que abre las puertas para un acuerdo para la reforma constitucional. Las críticas que estos días Ricardo Alfonsín y Hermes Binner lanzaron contra Cristina se refieren a las formas -su estilo ya a esta altura mesiánico- pero no al fondo de la cuestión, que es el avance del estatismo.
En la Casa Rosada también consideran exitosa la neutralización de Daniel Scioli y Sergio Massa como potenciales disidentes que podrían fracturar el año que viene el voto oficialista en Buenos Aires, dando por tierra con el proyecto reeleccionista. El intendente de Tigre ya habría decidido mantenerse al margen de la contienda y, si prosperan sus negociaciones con Olivos, su esposa Malena Galmarini hasta podría sumarse a la lista para diputados nacionales que encabezará Alicia Kirchner. En cuanto a Scioli, parece fiel a su estilo de no tomar la iniciativa para especular, en cambio, con que las circunstancias impidan la reforma constitucional y entonces él pase a ser el candidato natural del peronismo.
La neutralización señalada tiene un beneficio extra para el gobierno, porque Hugo Moyano les suele decir a sus interlocutores: “Daniel y Sergio arreglaron con Cristina y me dejaron solo, así que no me pidan milagros”. En el entorno de Moyano dudan sobre un acercamiento público con Mauricio Macri, que podría costarle caro, ya que algunos sindicatos del moyanismo -y desde ya la CTA de Pablo Micheli y la Federación Agraria de Buzzi- se opondrían a una alianza con el jefe del PRO.
En el entorno de Cristina las cuentas son claras: si el FpV obtiene el año que viene al menos el 45% en Buenos Aires y se impone por alto margen en las provincias chicas, los dos tercios en ambas cámaras del Congreso estarán al alcance de la mano. Es que el triunfo del PRO en Capital y del delasotismo en Córdoba, sumados a los buenos resultados que pueda obtener Miguel del Sel en Santa Fe, no serían suficientes como para contener la ola oficialista.
Las incógnitas
Con un año por delante, el cristinismo se prepara para ejecutar una estrategia similar a la del 2011. Esto es, instalar que “Cristina ya ganó”, para sumar a los sectores que se alejarían del gobierno si lo vieran débil. El año pasado, la presidente jugó hábilmente con su silencio hasta el último día que se lo permitió el cronograma electoral, hasta que finalmente admitió que quería ser candidata. Después de ganar el 30 de octubre, confesó que jamás había dudado sobre su candidatura. Ahora el plan sería parecido. Ella no admitiría en ningún momento que quiere un tercer mandato y, en cambio, daría señales de que está cansada y pensando en retirarse. Pero si consigue un triunfo contundente, la maquinaria reformista se pondría en marcha al día siguiente del escrutinio. Algunos consultores del oficialismo creen que le será fácil al oficialismo instalar el Cristina ya ganó. Piensan que si las encuestas le dan bien al gobierno, Macri no se involucrará demasiado en la campaña electoral para reducir el impacto negativo que tendría sobre su imagen un resultado regular y que lo mismo harían Hermes Binner y José Manuel de la Sota. Si los principales líderes opositores, que no serán candidatos en el 2013, optaran entonces por no jugar a fondo y de este modo preservarse para el 2015, el kirchnerismo tendría aún más margen para aumentar su ventaja. Y el broche de oro sería la incorporación como votantes de los jóvenes de entre 16 y 18, innovación que ampliaría aún más la brecha a favor del gobierno. Y ni que hablar si se sanciona el otro proyecto de ley que les otorga el derecho a elegir a los extranjeros con dos años de residencia.
Claro está que no hay plan perfecto. En este caso, porque hay síntomas de reaparición de la oposición social que pueden influir en las variables políticas. Este jueves se realizará la MARCHA POR LA LIBERTAD Y LA DEFENSA DE NUESTRA CONSTITUCION NACIONAL, convocada desde las redes sociales, y para el 1 de octubre se prepara una concentración ante el Monumento de los Españoles. Si la clase media de los grandes centros urbanos saliera masivamente a la calle impulsada por las recientes restricciones a la compra de dólares y al uso de tarjetas de crédito en el exterior, el macrismo y el peronismo disidente podrían potenciarse y se modificaría así la ecuación de fuerzas en el distrito clave, Buenos Aires. Lo cierto es que, hasta ahora, es imposible predecir los alcances de la reacción social contra la profundización del modelo.