Desde hace un tiempo se viene deliberando acerca del proyecto de reformas a introducir en el Código Civil de la Nación. El Episcopado Argentino se ha pronunciado varias veces, y con toda claridad, proponiendo objeciones a ciertos temas muy importantes que tienen que ver con el matrimonio, la familia, la procreación, el derecho a la vida; todos ellos giran alrededor de una concepción del hombre y de la sociedad. Tengo la impresión de que los autores del proyecto profesan una especie de fundamentalismo; parece que son fundamentalistas del positivismo jurídico”. ¿Por qué digo esto? Porque se intenta legislar como si la ley pudiera elaborarse prescindiendo de una relación esencial con la ética y el orden natural. Para poner un ejemplo: uno de los redactores del anteproyecto ha dicho que la fidelidad en el matrimonio es una cuestión moral, no legal. Con esta afirmación está postulando una escisión entre la ley y la moral.
Este dato, como otros aspectos de la reforma que se prepara son para preocuparse, sobre todo si se tiene en cuenta que se podría suscitar una objeción acerca de la legitimidad social de esta reforma. Los legisladores que se van a pronunciar sobre ella nunca habían propuesto en sus plataformas electorales, antes de ser electos, que iban a emprender semejante transformación de las estructuras básicas de la sociedad argentina. Por otra parte, dos de los tres redactores del anteproyecto son miembros de la Corte Suprema de Justicia. Si eventualmente, después de la promulgación del Código, se suscita una acción de inconstitucionalidad porque alguien considera que algunas de las disposiciones del mismo se oponen a la Constitución: ¿cómo puede ser que aquellos mismos que han intervenido en la redacción vayan a pronunciarse, en la máxima instancia de justicia de la Nación, sobre aquello mismo que han inspirado?.
Este dato, como otros aspectos de la reforma que se prepara son para preocuparse, sobre todo si se tiene en cuenta que se podría suscitar una objeción acerca de la legitimidad social de esta reforma. Los legisladores que se van a pronunciar sobre ella nunca habían propuesto en sus plataformas electorales, antes de ser electos, que iban a emprender semejante transformación de las estructuras básicas de la sociedad argentina. Por otra parte, dos de los tres redactores del anteproyecto son miembros de la Corte Suprema de Justicia. Si eventualmente, después de la promulgación del Código, se suscita una acción de inconstitucionalidad porque alguien considera que algunas de las disposiciones del mismo se oponen a la Constitución: ¿cómo puede ser que aquellos mismos que han intervenido en la redacción vayan a pronunciarse, en la máxima instancia de justicia de la Nación, sobre aquello mismo que han inspirado?.
Quiero hoy subrayar un aspecto de esta reforma controvertida. No me refiero al conjunto del futuro Código Civil y Comercial donde hay muchas cuestiones técnicas sobre las cuales yo no puedo pronunciarme ni corresponde que lo haga. Me refiero en cambio a aquellas fundamentales relacionadas con la estructura del matrimonio, la familia, la procreación, el derecho a la vida. Entre los valores que están en juego hay que destacar la dignidad de la mujer, que queda menoscabada con la introducción de nuevos paradigmas en la estructura del orden familiar. A propósito, quiero leerles una declaración debida a una personalidad que siempre fue reconocida como adalid de la dignidad y los derechos de la mujer.
Dice así: “Nuestro siglo no pasará a la historia como el siglo de las guerras mundiales ni el de la desintegración atómica, sino con otro título mucho más significativo: el siglo del feminismo victorioso; el cual se apoya sobre dos pilares que constituyen el afán de la mujer argentina: el valor insustituible de la presencia de la mujer en el hogar y la vigencia efectiva de la indisolubilidad del vínculo matrimonial. Por que las mujeres argentinas sabemos, sin necesidad de sutiles raciocinios, que sólo en el hogar y en el matrimonio indisoluble el amor puede lograr su más plena expansión”.
Habrán notado ustedes, por las expresiones usadas, que se trata de una personalidad femenina. ¿Quién pronunció esas palabras? Fue Eva Perón.
Para Eva Perón el auténtico feminismo, a cuyo triunfo quiso contribuir, se basa en dos fundamentos: la presencia de la mujer en el hogar y la indisolubilidad del vínculo matrimonial. Dos valores que han sido ya muy deteriorados. Pero en lugar de favorecer su recuperación, la propuesta de reforma del Código Civil los sepulta legalmente.
Mons. Héctor Aguer, arzobispo de La Plata