Parece extraño, debería serlo al menos. Cada vez que debo analizar el escenario político, la ficción se hace presente indefectiblemente. Recién recordaba a Josef K, peculiar personaje de un cuento del genial Franz Kafka.En la obra El Proceso, aquel es acusado pero no sabe de qué, en consecuencia no puede defenderse. Los abogados consideran que la causa es complicada. sin embargo, Josef K mientras le ocurre todo esto sigue amando, alimentándose, leyendo el diario… Es decir, continúa con su vida. Cuando llega el día en que deben jugarlo, encuentra la sala del tribunal oscura, no logra ver ni comprender lo que está pasando allí dentro. Finalmente, el personaje muere en la guillotina. Sólo atina a decir “muero como un perro“ Lo extraño de este relato es que, el personaje central, encuentra natural lo que le está pasando. El modo, la tranquilidad con la cual acepta la condena llama la atención, no llega siquiera a asombrarse de su falta de asombro…¿Por qué justo ahora esta obra se me hace tan latente? Por la naturalidad con la cual nosotros también aceptamos lo inaceptable. Entonces, vienen a mi memoria una serie de utopías, que alguna vez fueran vendidas como inminentes propuestas. Advierto cuánto tiempo hemos perdido discutiendo temas que jamás pasarían de ser furtivas polémicas. Posiblemente para distraernos de lo que estaba sucediendo…
Así escuchamos hablar de nuevas leyes de coparticipación, del recambio de la dirigencia, de caras nuevas, del voto electrónico, de la boleta única… Y, finalmente, corroboramos cuán cierto es que el viento se lleva a las palabras.
Hoy nada a cambiado demasiado. Hasta quienes se jactan de tener el dato exclusivo , la medida reveladora que ha de implementarse, o de conocer la agenda de Cristina a pie juntillas, sólo tiene en su poder, un placebo, o quizás, simplemente, un cebo para que al divulgarlo, nos enganchemos. Mordamos una vez más el anzuelo.
La mente maniquea de la Presidente, seguramente, estará en las antípodas de aquello. Le gusta asombrar, pero el asombro está mermando en una ciudadanía, que tras cada anuncio en cadena nacional, sabe que cualquier cosa puede pasar. Y como Josef K, acepta con naturalidad.
Más que los dólares, el argentino está perdiendo rasgos de humanidad. También es cierto que, a fuerza de desencantos, la esperanza oscila entre mente y corazón, generando batallas impensadas. ¿De qué lado ponerse a luchar?
Lo cierto es que algo ha cambiado en los últimos meses. En la calle, se ha instalado la percepción de que las cosas andan mal. Algunos lo advierten en el supermercado, otros en la incomprensible irrupción de la re reelección. “Señores, no sabemos qué será de nosotros mañana, y ustedes nos hablan del 2015 con una liviandad que espanta”.
Y otra vez, a las palabras se las lleva el viento. En Balcarce 50 no escuchan a la gente. A no ser que ésta, se traduzca en porcentajes, entonces, es factible que de algún modo, se la considere. Cristina no lleva las cuentas como lo hacia Néstor Kirchner: que otros se ocupen del debe y el haber. Sólo cree en el poder de la soja, en cierto viento de cola, y en un operativo que, como sucediera el 25 de mayo del año pasado, de la mano de Hugo Moyano, clame desde la plaza: “¡Por favor, quédese!”.
Pero esta vez no será fácil montar ese teatro: el Vatayón Militante está enojado. Cree que lo usaron, y a muchos se les cortó (por ahora) la salida de los viernes y sábados.
Los chicos de 16 años de hoy, no son los de antaño. Pueden estar embutidos del espíritu de Eva y Perón, y sus “sucesores” por conveniencia, “Él y Ella“. Se viene trabajando denodadamente para que así suceda. Pero una cosa es llevar la remera del Che porque está de moda y provoca, y otra distinta es que se los utilice como ejército de salvación. Hay ignorancia al por mayor, mas subestimar es siempre un error.
Además, no hay manera de unificar esa franja social. Los hay más débiles, sumidos en la pobreza que todos los gobiernos han tendido a perpetuar, porque de lo contrario, se torna mucho mas difícil adoctrinar; y los hay interesados en lo que está pasando.
Hoy por hoy, las encuestas en torno a lo que harán unos y otros, frente a una elección presidencial deben leerse como se lee el horóscopo semanal. Son mentes inquietas, en un permanente devenir: adolecen. Ahora quieren rojo, mañana querrán verde. Y es natural que suceda así.
La Cámpora que vemos en esta coyuntura no es la misma que aplaudía a Néstor, y a Cristina cuando recién asumía. Han sufrido bajas, y han sumado altas. En tres años, esa dinámica puede inclinar su balanza hacia el lado menos pensado.
Si creemos que no hay alternativa ni candidato que se le enfrente a la dama, recordemos que hay algo inexorable que jamás falla ni falta en un escenario político: los imponderables. Esos episodios que no son planificados, pero que en un santiamén, hacen que la taba se de vuelta. No hay pues, dueño de verdad revelada acerca de lo que ha de pasar – ya no en el 2013 o en el 2015 – sino dentro de una hora, o cuando amanezca, mañana.
La algarabía de algunos por ver, en los titulares de domingo, que hay un 66% de argentinos que rechazan una reforma constitucional, no debería expulsar la cautela. En cualquier país serio, la Carta Magna es dogma y palabra santa, en Argentina ya es un compendio de páginas plagadas de silencios.
Una confesión que no debiera hacer quizás: personalmente, hubiese querido leer que un 99%, se opone al manoseo que pretende hacerse.
Sostienen que el rechazo de una mayoría (más allá de la cifra), debería archivar la intención kirchnerista de modificar la Constitución. Es una expresión de deseo o una ingenuidad, si tenemos en cuenta quién tiene la banda, el cetro y ocupa el sillón presidencial.
Me arriesgo a decir que el 100% de los ciudadanos brega por seguridad, y un freno al proceso inflacionario que viene ahogando. ¿Y…? Y a la jefe de Estado no le interesa un ápice. Nunca le ha interesado lo que pasa en la calle. ¿Por qué un 66% habría de frenar su objetivo y su plan? ¿Desde cuándo la Presidente cede algo para satisfacer a la sociedad?
Cristina apuesta a poder reactivar el festival de compras en cuotas, de electrodomésticos que venderá por cadena nacional, apuesta al carrito que en una esquinas, con 30 grados a la sombra, vende merluza para “todos y todas”…
Si esta especie de kermese regresara, ya sea de la mano del yuyo o del saqueo de alguna nueva caja, la duda no está tanto en qué hará Cristina, sino se ha de centrar en los Josef K kafkianos que solemos ser los ciudadanos. ¿Seguirá la gente preocupada por las libertades diezmadas? ¿Mantendrá el estado de alerta en que se encuentra, o lo relegará hasta que el bolsillo nuevamente, se resienta?
El temor se disipa, no para huir de la escena, sino para dividirse en dos planos simultáneos: hay que temer la hegemonía del poder, pero también la volatilidad de la sociedad.
A veces pienso que se nos acercan unos hombres y nos dicen que estamos arrestados. Igual seguimos trabajando, estudiando, etc…, pero empezamos a vivir El Proceso, acusados no sabemos de qué, llevados ante un tribunal que no nos explica ni lo básico… Esperemos, finalmente, no acabar degollados sin causa ni razón que sepamos…