El femicidio que a Cristina se le pasó por alto. Podrán compartirse o no los argumentos esgrimidos ayer por la Presidenta defendiendio la política correccional de su Gobierno, y señalando la reinserción de los presos como factor importante de su idea de seguridad. Podrá compartirse o no su necesidad de utilizar todo acto público (ayer fue el anuncio de un sistema de seguridad para el fútbol) para criticar el modo en que editan las noticias los diarios que menos le agradan. Podrá compartirse o no su discurso en el que intentó relativizar la influencia de los barrabravas en la violencia, la corrupción y la decadencia que rodea a la gran mayoría de los clubes de fútbol.
Pero lo que resultó verdaderamente extraño es que Cristina Kirchner no haya tranquilizado a la sociedad asegurando que un preso como el baterista del grupo de rock Callejeros, Eduardo Vásquez, condenado hace muy poco a 18 años de prisión por incendiar y asesinar a su mujer (Wanda Taddei), ya no podrá participar de actos políticos o culturales afines al Gobierno.
Es el mínimo gesto que merecían Wanda y tantas mujeres víctimas de una de las prácticas más extendidas y menos castigadas en el país: el femicidio. Atenta siempre a los derechos de género, es raro que lo esencial se haya vuelto invisible a los ojos de la Presidenta.