Sin duda que el Decreto 1127 difundido esta semana es el hecho más relevante producido por el gobierno en los últimos tiempos. Y no sólo porque consagra la intervención directa del Estado en el mercado energético a través de la nueva Comisión de Planificación y Comisión Estratégica del Plan Nacional de Inversiones que estará bajo el control del viceministro de Economía, Axel Kicillof. Se trata, además, de un indicador incontrastable de que la tendencia estatista se expandirá en otros mercados -por ejemplo, el comercio de granos y oleaginosas- en forma tal vez inmediata.
Pero hay al menos otras dos tendencias que están marcando el horizonte político: la evolución del conflicto entre CFK y Daniel Scioli y el impacto político que tendrá la creciente expectativa por una supercosecha de soja que podría el año que viene producir ingresos por U$S 27.800 millones. En el primer tema, se cumplen ya dos meses desde que escaló la tensión entre la presidente y el gobernador alrededor del eje de la crisis del aguinaldo. Superada ésta, los dos bandos parecen volver a una situación de guerra fría. Esto es, se mantiene intacta la confrontación por el sillón de Rivadavia para el 2015 y el principal operador político de Scioli, Baldomero “Cacho” Álvarez, acaba de ratificar que aquél sigue aspirando a la presidencia. En síntesis, la gravedad de las últimas escaramuzas no modificó en lo más mínimo la naturaleza del conflicto. Pero no es menos cierto que el cristinismo reafirmó un rumbo: optó por recortar el poder del ex motonauta a través del cepo financiero o de condicionar su gestión, pero nada indica que haya puesto en marcha un verdadero operativo destituyente, como sería un pedido de juicio político o la promoción de focos de violencia social. Significativamente, en Olivos hasta siguen tolerando que el odiado gobernador continúe presidiendo el PJ. En cuanto a la actitud de Scioli, ésta es coherente con sus antecedentes. O sea que no confrontará con el cristinismo pero tampoco se asimilará al mismo, manteniendo su cuota de diferenciación. Esta línea marcada por la ambigüedad, que coincide con la ambigüedad de la Casa Rosada, tiene varias lecturas posibles. Para algunos, se trata de un equilibrio inestable que no puede prolongarse mucho tiempo más. Desde este punto de vista, antes de que empiece la campaña electoral del año que viene Scioli tomará distancia definitiva del kirchnerismo y se desatará una guerra abierta que adelantará la disputa por el poder del 2015.
Sin embargo, y tal vez con mejores argumentos, hay una fuerte probabilidad de que la tensión siga administrándose como hasta ahora, con picos de crisis periódicos, pero sin que se desate la crisis final. De ocurrir esto último, Scioli podría llegar a ser funcional a la estrategia presidencial, porque alimentaría las expectativas del antikirchnerismo para luego frustrarlas con un gesto de obediencia a la Casa Rosada, por ejemplo aceptando las listas de candidatos que Cristina redactaría de su puño y letra el año que viene. De hecho, hoy por hoy, tanto el macrismo como el moyanismo y hasta en alguna medida la UCR están semiparalizados por la posibilidad de la ruptura entre Scioli y CFK.
Si el jefe del primer estado argentino se convirtiera en líder de la oposición, todos los cálculos electorales para el año que viene serían distintos. Pero la posibilidad de que Scioli termine siendo una falsa expectativa para los que confrontan con el gobierno ya está en el aire. Hugo Moyano visitó días atrás a José Manuel de la Sota y en esa charla se habría descartado que Scioli encabece la rebelión. El líder camionero sufre un cerco económico que se estrecha día a día. Es que, con precisión matemática, el gobierno va cercenando una por una las fuentes de financiamiento -directo e indirecto- que sostienen al moyanismo. La última novedad es que Julio de Vido habría emplazado a los municipios del conurbano para que rescindan de inmediato los contratos con COVELIA, la empresa de recolección de residuos copropiedad del jefe cegetista. Es así que los intereses de Moyano y Scioli se van separando, porque al primero el tiempo le corre en contra y al segundo a favor. A medida que se acerca el tiempo electoral, el gobernador sabe que la presidente lo necesitará para traccionar votos y que entonces el castigo disminuirá. Sería suicida para el cristinismo dinamitar el distrito que concentra el 40% de los votos en el medio de una campaña electoral. En otras palabras, que si aguanta hasta el primer trimestre del año que viene, Scioli puede encontrarse con un horizonte más despejado. Dentro del oficialismo, por supuesto.
La magia electoral de la caja
El otro factor que empieza a funcionar como un rayo paralizante sobre la ya debilitada oposición es la expectativa de que el gobierno dispondrá el año que viene de una enorme caja proveniente de la gran cosecha de soja que se está anunciando. Si efectivamente esto ocurriera, es probable que un repunte económico le permita al gobierno repetir en alguna medida su saga del 2010, cuando la presidente subió hasta el 60 por ciento de imagen positiva luego de haber tocado fondo en el 2008 con un 20 por ciento, gracias al conflicto con el campo. Un repunte así se traduciría en un fácil triunfo electoral, que abriría las puertas de la reforma constitucional y la reelección.
Igual que como ocurre con los mercados financieros, el mercado político también estaría adelantándose a las expectativas.
No es de extrañar entonces que Mauricio Macri, escuchando los consejos de Jaime Durán Barba, se muestre cada día más prudente. El síndrome de la supersoja hasta podría llevar al PRO a una estrategia electoral “de mantenimiento” en el 2013. Esto es, ganar la Capital, tratar de que Miguel del Sel haga una excelente elección para diputado nacional en Santa Fe y disputar con la UCR el segundo lugar en Buenos Aires, pero sin apostar a fondo en todo el país, ante la evidencia de que el peronismo correrá en apoyo de un gobierno que consiguió recuperar la solvencia de su chequera. Una prudencia similar estaría predominando en muchos dirigentes de la UCR, que pensarían que la supersoja hará que los planteos contra el autoritarismo oficial tengan escaso efecto en las urnas, porque la gente votaría una vez más con el bolsillo y no con la constitución.
Aunque sin duda que el más perjudicado en caso de concretarse esta tendencia sería el peronismo antikirchnerista. Síntomas de derrotismo no faltan. Los Rodríguez Saá están profundizando sus acuerdos con la Casa Rosada, Mario Das Neves acaba de aterrizar en el aeródromo de Scioli, donde también circula Francisco de Narváez. Y Felipe Solá, que el año pasado diagnosticaba el fin del imperio Kirchner, ya estaría negociando un tercer o cuarto puesto en la lista para diputados nacionales del Frente para la Victoria.