Scioli y Macri, perjudicados. La media sanción a la reforma fiscal bonaerense bastó para que las entidades rurales nucleadas en la Mesa Agropecuaria de Buenos Aires -que nuclea a las entidades de la Mesa de Enlace- lanzaran una medida de fuerza por nueve días. Por la decisión política de la Casa Rosada se reproduce así un escenario similar al que se inició con la célebre Resolución 125, en marzo del 2008. Por distintos motivos, el kirchnerismo vuelve así a la confrontación directa con el campo que, dada la capacidad de movilización de éste, se convertiría en el eje de la política nacional. Esta repetición de la historia tiene, sin embargo, unas cuantas diferencias. Para empezar, esta segunda guerra del campo encuentra a la Mesa de Enlace profundamente fisurada por las diferencias entre la Federación Agraria, por un lado, y la Sociedad Rural, CRA y Carbap por el otro. Durante su gestión como Ministro de Agricultura, Julián Domínguez fomentó hábilmente las divisiones entre los ruralistas, que ahora se unen por razones de estricta necesidad ante la voracidad fiscal del gobierno. VER MÁS
Otra diferencia, en este caso desfavorable para el gobierno, es que entonces Hugo Moyano era un firme aliado y sus camioneros se movilizaron en las rutas intentando frenar a los dirigentes agrarios. Hoy, el líder camionero es prácticamente un aliado de la Mesa de Enlace y seguramente aprovechará la nueva crisis para reforzar su postura en la lucha por el control de la CGT. La ecuación de poder del kirchnerismo también ha variado desde el 2008. El gobierno puso desde entonces en marcha un proceso de acumulación de poder inédito en la democracia, a través de la estatización de las AFJP, la ley de medios, la reforma política, la reforma del Consejo de la Magistratura, la modificación de la carta orgánica del Banco Central y la expropiación de YPF. Esto le permite a CFK cabalgar hacia la segunda guerra con el campo segura de que cuenta con todos los resortes del poder.
Otra situación a tener en cuenta es que en el 2008-2009, la presencia de Néstor Kirchner garantizaba la unidad política del oficialismo. Hoy, el desgaste y la falta de vocación de Cristina por la conducción política se hacen sentir. La nueva confrontación con el campo le permitiría al gobierno exigir obediencia incondicional a gobernadores, intendentes y legisladores. A partir de ahora, la más mínima divergencia sería tomada como traición. Un mensaje que deben leer especialmente Daniel Scioli, José Manuel de la Sota y Juan Manuel Urtubey.
Los políticos atrás
Sin duda que el efecto político más importante del nuevo escenario sería el mismo que se produjo en el 2008. La oposición podría ahora verse obligada a caminar detrás de la Mesa de Enlace, desdibujándose sus principales figuras. Es un riesgo para Mauricio Macri, que necesita dar señales que le permitan sostener sus pretensiones presidenciales. Pero peor parece irle a la UCR. La nueva guerra con el campo puede profundizar la división entre el sector más cercano a Macri, representado por Oscar Aguad y los amigos de la Casa Rosada, como Leopoldo Moreau. Por su parte, Scioli, un oficialista que se esfuerza en pretender que lo vean como opositor, está en uno de sus momentos políticos más complicados. El cristinismo lo obligó a iniciar un ritual suicida con la firma del decreto de revalúo fiscal. A partir de ahora, su capacidad de convocatoria sobre el electorado independiente puede verse seriamente afectada, para gran alegría del entorno presidencial. Arrinconado por la psicosis por el dólar y la tendencia descendente de la actividad económica, el cristinismo optó por hacer lo que mejor sabe. Emprendió una nueva guerra para evitar la pérdida de poder político recurriendo a la polarización de la sociedad. Una apuesta de riesgo y con final incierto.
