En su casa de Argel, murió ayer Ahmed Ben Bella, el apasionado revolucionario de la Argelia rebelde, el carismático líder del movimiento que le arrebató a la poderosa Francia su colonia predilecta. Aunque apenas fueron tres años de mandato, pasó a la historia como el primer presidente de la Argelia independiente. Tenía 95 años y había pasado gran parte de su vida preso o exiliado. El legendario periodista Ryszard Kapuscinski, quien vivió el turbulento período de la revolución argelina, trazó un claro perfil de su temperamento: “Tenía una naturaleza inconstante. Todo en él era líquido, mal coordinado, contradictorio. Era como una fuerza hirviente, electrizada, imposible de contener en ningún cauce. Fácilmente, y de un momento a otro, Ben Bella cambiaba de humor. Impulsivo, impetuoso, agitado por pasiones. Impaciente. Fue su impaciencia la que lo llevó al fracaso”. Ver más
Ben Bella nació en la profunda Argelia colonial, marcada por la opresión que los franceses le imprimieron durante 130 años. Hijo de campesinos, se crió en una aldea del noroeste, en la frontera con Marruecos, junto a siete hermanos. Temprano se volcó a la acción: con sólo 17 años se unió al Partido del Pueblo Argelino (PPA). Nunca más dejó la política.
Convocado por ley al servicio militar francés, combatió en la II Guerra Mundial como integrante de la infantería. Al regresar a su país, la lucha fue otra. Desde 1954 participó activamente para organizar el famoso Frente de Liberación Nacional (FLN), que enloqueció de ira a Francia. Luego, como jefe del FLN, eludió varias veces los atentados de la inteligencia francesa.
Cuando cayó, pasó largos años en prisión. Fue liberado como parte de los acuerdos de Evian, que otorgaron la independencia a Argelia en marzo de 1962. Al año siguiente, en elecciones libres, se convirtió en presidente por una mayoría esperanzada.
Intentó aplicar una política de corte socialista, pero alejada del comunismo imperante en Rusia o China . Se lo consideró un tercermundista, más ligado a pragmáticos como el egipcio Gamal Nasser. Pero el país estaba devastado por una guerra de liberación de más de siete años. Fiel a sus ideas, Ben Bella nacionalizó varios sectores económicos, instauró la medicina gratuita y la escolarización obligatoria. Pero cometió errores y el modelo económico no funcionó, se vino a pique la producción.
Las luchas internas aparecieron con toda su crueldad.
Siempre fue humilde. Incluso como presidente él mismo manejaba su viejo Peugeot 404. Pero había adquirido un autoritarismo irritante hasta para sus seguidores . Manejaba el gobierno, la economía y las Fuerzas Armadas. También era el secretario general del FLN, al que había convertido en el único partido legal. Se volvió autocrático y personalista, quitándole democracia al país.
Una madrugada de junio de 1965, el coronel Hoari Bumedien, que había sido su mano ejecutora, se puso a la cabeza del “Consejo de la Revolución” y destituyó a Ben Bella. El hombre que había luchado por la liberación colonial volvió a la cárcel, pero ahora en manos de sus propios compatriotas.
Pasó 14 años recluido.
Cuando lo liberaron, partió al exilio. Volvió en la década del 90, con la victoria del Frente Islámico de Salvación. Convertido en un pacifista, en los últimos años intentó encontrar una salida a la crisis de Argelia y las luchas internas. No pudo, la muerte lo encontró antes.