Es trágico que un ignoto economista neoliberal como Amado Boudou, convertido en un vicepresidente puesto a dedo, ayer se haya llenado la boca -durante el acto por el 199º aniversario de la Batalla de San Lorenzo- diciendo que se siente “ofendido” por la presencia del príncipe de Inglaterra en las islas Malvinas.
El exministro de Economía, desde hace varios años, forma parte de un gobierno que profundizó la destrucción de las Fuerzas Armadas, iniciada por el menemismo. Argentina está absolutamente desprotegida, con fronteras que son coladores y mares saqueados diariamente por buques extranjeros al no contar nuestro país con los más elementales instrumentos que requiere la defensa de nuestra soberanía. Y a ello se le suma que la Patagonia es, prácticamente, un territorio desértico, repleto de recursos naturales que están en manos de un puñado de empresas transnacionales que transan con el poder político.
El kirchnerismo, que antes de llegar a la Casa Rosada gobernó Santa Cruz durante doce años, fue y es cómplice de la nefasta entrega del patrimonio nacional. Y cualquier queja que realice ante el accionar británico es de una hipocresía absoluta cuando, al mismo tiempo, favorece y permite los negocios en territorio nacional de compañías como British Petroleum, que en la actualidad está realizando tareas de exploración en el archipiélago del Atlántico Sur, en clara violación a la soberanía argentina.
Con palabras y berrinches no se defiende los intereses de un país. Y la realidad, que siempre es la única verdad, es que el Gobierno siempre buscó destruir las Fuerzas Armadas, cuando se trata de una institución intrínsecamente ligada a los orígenes de nuestra nación. No hay que olvidarse que don José de San Martín, que es el padre de la Patria y nuestro libertador, fue general del Ejército. Y por eso su legado necesariamente debe canalizarse a través de las Fuerzas Armadas. Este legado, a su vez, nada tiene que ver con los genocidas de la última dictadura militar, que nos llevaron a un irracional y sangriento enfrentamiento bélico en 1982 contra una de las naciones más poderosas del mundo, que se cobró la vida de numerosos jóvenes argentinos.
Pero así como no se deben cometer los mismos errores del pasado, es indispensable entender que es imposible defender los intereses nacionales -con potencias que tienen en la mira al Cono Sur por sus importantes recursos naturales que escasean en otras partes del planeta- sin contar con políticas de Estado que permitan que haya fuerzas armadas altamente profesionalizadas y equipadas.