A falta de otra alternativa mejor, los operadores sindicales de la Casa Rosada apuntan a que se concrete la fractura de la CGT, probablemente impulsada por un grupo de sindicatos independientes con la UOCRA, UOM y SMATA a la cabeza. Se trataría de un triunfo táctico para CFK, que debilitaría al moyanismo, cuyo control de los gremios del transporte sigue siendo un as en la manga. El sindicalismo tiene, por otra parte, una larga práctica en dividirse en blandos y duros.
Ubaldini II
Con los números de la economía cada vez más complicados, la división sindical le permitiría al gobierno aflojar la presión por los fondos de las obras sociales adeudados a los gremios, así como el reclamo por el aumento del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias, dando además la imagen de que las grandes corporaciones sindicales se encuadran con la presidente. Pero sobre todo, convertirlo a Moyano en una versión aggiornada de Ubaldini sería para Cristina un triunfo político. En otras palabras, la sociedad -y sobre todo el peronismo- recibirían el mensaje de que el líder camionero pagó su rebelión con la pérdida del control del sindicalismo en su conjunto. Para la forma de ejercer el poder del cristinismo, este mensaje no sólo es necesario, es indispensable. Daniel Scioli y Sergio Massa encabezan la lista de destinatarios. La derrota del moyanismo, aunque sea parcial, le permitiría entonces a Cristina retomar la senda triunfal iniciada el pasado 23 de octubre. Un gran triunfo oficialista en las elecciones legislativas del año que viene podría provocar un colapso opositor aún mayor que el actual, barriendo con las resistencias a la reforma constitucional y la eternización de CFK en el poder. Pero el 2013 está muy lejos para un gobierno que profundiza el ajuste con cuentagotas para que el drenaje de votos sea también pequeño. Ésta es la traducción política de la sintonía fina, que esta semana llevó a que unos 72.000 usuarios, de los cuales 50.000 residen en barrios cerrados de todo el país y el resto son vecinos de los partidos bonaerenses de Almirante Brown, Hurlingham, Ituzaingó, San Fernando, San Isidro, Vicente López y Tigre, deban decidir si renuncian a los subsidios en las tarifas de servicios públicos. Se trata de apenas 228 millones de pesos anuales y rebela la extrema prevención de la Casa Rosada ante la posibilidad de que aparezcan en escena los cacerolazos de una clase media agobiada por la inflación y los aumentos de las prepagas y los colegios privados.
Más optimista es el gobierno en relación a la tensión empresaria por el freno a las importaciones impuesto por Guillermo Moreno. Habría una media promesa oficial de que en el segundo trimestre se flexibilizarían las medidas que están privando de insumos necesarios a una larga lista de industrias.