Golpeado por los escándalos de corrupción habidos y por venir, el oficialismo imagina que el nombre de Eugenio Zaffaroni le daría una nueva dimensión ética al Gobierno.
A pocos días de que la presidenta Cristina Fernández defina si va a ser o no candidata a la reelección, el kirchnerismo no gana para sustos. De pronto, comenzó a producirse un fenómeno de implosión que desmorona algunas de las columnas que sostienen el tan difundido relato oficial. Los últimos escándalos de corrupción, que dejan al descubierto situaciones que eran conocidas y venían siendo toleradas desde distintos escalones del poder, relativizan la capacidad del Gobierno para salir indemne de semejante sacudón.
Lo curioso de estos episodios es que no fueron provocados por la oposición, como podría esperarse en un clima de lucha preelectoral, sino desde el interior de la estructura kirchnerista. La desvinculación de Sergio Schoklender de la Fundación Madres de Plaza de Mayo llegó a la prensa por un “puntero” bonaerense de los camioneros y en cascada se conocieron los más oscuros manejos de esos 765 millones de pesos que salieron de las arcas públicas.
Facturas cruzadas.
Si el Gobierno quería despegarse del caso diciendo que uno de los símbolos en la construcción de su imagen vinculada a los derechos humanos
–Hebe de Bonafini– sólo fue víctima inocente de un estafador, no lo consiguió. ¿De dónde salieron las fotos de la fiesta de disfraces en la casa de las Madres con los rostros de los desaparecidos como fondo? De alguien de adentro, claro. ¿Cómo fueron las declaraciones de Estela de Carlotto, la titular de Abuelas? ¿Qué dijeron otras integrantes de las Madres sobre Bonafini? Todas ellos echaron más leña al fuego, en lugar de intentar apagarlo. Salvo el caso de Elisa Carrió, que volvió a demostrar que no tiene pelos en la lengua para analizar y calificar la relación Gobierno-Madres, fueron más duras las voces ligadas al kirchnerismo que las de la oposición. Pega más la palabra de Carlotto que la de cualquier diputado opositor. Eso demuestra que
hay talonarios de facturas pendientes en el interior del poder y que de a poco van apareciendo. Lo sucedido en el Instituto Nacional contra la Discriminación (Inadi) es otro ejemplo. Allí, por la pelea entre su presidente Claudio Morgado y su vice, María Rachid, el Gobierno intervino el organismo. ¿Tiene la Presidenta una exacta dimensión del impacto que estos episodios están produciendo en su fuerza? Por lo pronto, los encuestadores oficiales salieron apresurados a medir cómo los valora la opinión pública. En algunos
despachos de la Casa
Rosada, admitieron que los números preliminares son preocupantes.
Apoyos conflictivos.
También alteró a los funcionarios el reconocimiento que el titular de la CGT, Hugo Moyano, hizo de los niveles reales de inflación y su convencimiento de que ese es “el déficit del modelo”. La relación del camionero con el Gobierno se ha enfriado aún más y el kirchnerismo desea un recambio en la cúpula de la CGT. Pero, claro, no será a la medida de esos deseos. Dicen en los gremios grandes que el próximo secretario general saldrá de un grupo de dirigentes que ronde los 50 años de edad, bien formado y con un concepto moderno del sindicalismo. Ese perfil descarta a cualquiera de los llamados “gordos” y también a Gerardo Martínez (Construcción), con quien estaría entusiasmada la Presidenta. Aseguran en el ámbito gremial que, salvo alguna disposición judicial que complique seriamente a Moyano, el proceso de reemplazo no será antes del año que viene. Por la indefinición de Cristina sobre su candidatura y sobre quién sería su compañero de fórmula, el clima preelectoral se vive con más intensidad en la oposición que en el oficialismo. En la Casa Rosada celebraron la decisión del gobernador santafesino, Hermes Binner, de candidatearse a la presidencia por un espacio de centroizquierda, que agrupa a las huestes de “Pino” Solanas, Luis Juez, Margarita Stolbizer y Víctor De Gennaro. Los funcionarios creen que esa representación cumplirá una doble función: restará votos a Ricardo Alfonsín y, en una segunda vuelta electoral, apoyará al Gobierno. De todos modos, en el kirchnerismo la inquietud sigue latente. En la semana que pasó, las versiones sobre que la Presidenta no irá por la reelección tuvieron repercusión cierta en los mercados financieros. Esos rumores también incorporaron el nombre del juez de la Corte Suprema Eugenio Zaffaroni como probable candidato a vicepresidente si Cristina decide reincidir. Cerca del magistrado aseguran que, si esa idea se concreta y hay un ofrecimiento, Zaffaroni aceptará. Golpeado por los escándalos de corrupción habidos y por venir, el oficialismo imagina que ese nombre le daría una nueva dimensión ética al Gobierno. Pero hay otras razones para que, esta vez, el vicepresidente de Cristina tenga una enorme proyección. El peronismo que acompañó hasta ahora, ¿tolerará no ocupar ese lugar?