El líder de Uatre es la cara obrera del espectacular crecimiento del campo argentino de los últimos veinte años. Negociador nato, construyó en dos décadas el tercer gremio del país. La relación con Hugo Moyano y el día que vaticinó su detención. El 11 de marzo de 2008, cuando Martín Lousteau anunció las retenciones móviles, provocando la rebelión del interior que terminó infringiendo la primer derrota del kirchnerismo, los políticos de las ciudades no pudieron ocultar la sorpresa, incluídos los más férreos opositores al Gobierno. Pero Gerónimo “Momo” Venegas, en cambio, no fue sorprendido por la protesta. Las miles y miles de empresas de todos los rubros que pueblan las provincias argentinas, produciendo alimentos o brindando servicios logísticos, financieros, de investigación y desarrollo, de marketing, transporte, comunicación, capacitación –por listar algunos- pequeñas, medianas y grandes empresas que aprendieron a agregar valor a través del conocimiento y los trabajos en red, son la cara de un fenómeno nacido hace 20 años en la Argentina.
Igual que los duros productores agropecuarios, que en plena convertibilidad siguieron apostando por el campo, aprovechando las ventajas tecnológicas de los 90, Venegas decidió luchar por el control de su sindicato rural cuando lo único que había eran deudas, unos 30.000 afiliados, y desprecio en el conjunto de la sociedad por la tarea sindical. Era 1991.
Enrique Crotto presidía la Sociedad Rural Argentina. Para marcar la cancha, Venegas consiguió que el Ministerio de Trabajo de La Pampa hiciera una inspección en su campo, y lo denunció por tener trabajadores sin registrar. No sólo logró que todos los empleados de la estancia de Crotto fueran blanqueados. A partir de ahí, Venegas inició un largo recorrido que le franqueó el respeto de las patronales del campo, y también de las empresas, incluídas las grandes.
Por eso, la UATRE hoy tiene 800.000 trabajadores, y los empresarios no se quejan. Es que con una creatividad que le envidian en los foros de trabajadores rurales de otras latitudes, logró sentar a una misma mesa a todos: de eso se trata el RENATRE, un organismo que es tomado como modelo en los sindicatos rurales del mundo, porque logra registrar personal con el acuerdo de trabajadores y empleadores. Ahora mismo, por ejemplo, tiene una propuesta de las empresas denunciadas por trabajo esclavo que supone un compromiso taxativo para evitar la inclusión de personal sin registro ni obra social.
La cara obrera de un cambio estructural
La UATRE es la cara obrera de un proceso estructural en la Argentina competitiva. Si la Mesa de Enlace es el emergente de la crisis provocada por el intento de Néstor Kirchner de domesticar la economía argentina del siglo XXI con sus modales morenianos (por Guillermo, no Mariano, claro), el Momo es el líder obrero –también político- de esa Argentina nueva, con otras bases productivas y también distintos modales.
Junto a Comercio y Construcción, la UATRE es uno de los tres sindicatos con más afiliados en el país, tiene 500 seccionales en todas las provincias y rincones del país, y la obra social con más socios. Su poder real es innegable. Pero algo más: es nuevo. Se forjó desde que Venegas llegó, en 1991, y fue acompañando el crecimiento de la producción agroindustrial nacional.
Sólo la persistente incapacidad de la Ciudad de entender al campo y los prejuicios que provocan las ideologías cuando dejan de mirar los acontecimientos, pueden explicar la ignorancia en torno a Venegas y el respaldo inmediato que provocó en distintos sectores donde se lo conoce.
Es que Venegas es un hombre respetado, pero no temido. Cumple los pactos a rajatabla, y hasta el final. Recoge a todos los heridos sin preguntarles de dónde vienen. Genera lealtades firmes, y hasta devoción. Jamás lastima a nadie. Y así como hay quienes tienen una habilidad sorprendente para sacar lo peor de cada uno, con él pasa todo lo contrario: apacigua a las peores fieras.
El único objetivo
Cuando Página/12 llevaba varias tapas denunciando el trabajo esclavo en campos de varias empresas, e involucrándolo directamente, dio una conferencia de prensa en la sede del sindicato en la calle Reconquista, en la que se presentó junto a todo su secretariado. Sin vueltas, y ante todos los periodistas dijo: “el único objetivo de estas denuncias soy yo, que soy un opositor a este Gobierno”.
Increíble. Cualquier otro dirigente, hubiera tirado la pelota afuera: le hubiera echado la culpa a las empresas o a la filial local de la UATRE o al responsable del área en su sindicato. Venegas, en cambio, se hizo cargo, asumiendo los costos que paga en su propio gremio, el que hizo grande, por sus posiciones políticas.
Distinto a otros líderes sindicales, Venegas no toma alcohol, ni consume drogas. Lleva una vida austera y sin ostentaciones. Ahora que la CGT salió a respaldarlo, buscan asimilarlo a Hugo Moyano. Es cierto que crecieron sindicalmente juntos, entre Mar del Plata y Necochea, donde ambos fogoneaban la Juventud Sindical Peronista, en abierto enfrentamiento con las juventudes peronistas ligadas a Montoneros, y que espalda contra espalda se protegieron para enfrentar al menemismo. Sin embargo, difícilmente Moyano obtenga el respaldo espontáneo de quienes lo conocen, si alguna vez algún juez se anima a detenerlo sin indigatoria ni procesamiento previo.
FUENTE: lapoliticaonline