HANNAH ARENDT

En 1951, Hannah Arendt escribió: "El sujeto ideal de un régimen totalitario no es el nazi convencido o el comunista comprometido, son las personas para quienes la distinción entre los hechos y la ficción, lo verdadero y lo falso ha dejado de existir".

viernes, 4 de febrero de 2011

FURIA Y TERROR
EN EL CAIRO

Elisabetta Piqué Enviada especial del diario LA NACIÓN.

EL CAIRO.- Adiós a ese Cairo vibrante, con el tránsito caótico en sus calles congestionadas de autos, con gente sonriente que repite una y otra vez Welcome to Egypt , con los negocios abiertos las 24 horas, con los restaurantes sobre el Nilo rebosantes de turistas, música, comida árabe, danza del vientre, buena vida. Ese Cairo no existe más. La revuelta contra el régimen ha dado lugar a un escenario surrealista, que nadie se habría imaginado hace diez días: El Cairo como Bagdad.
Si muchos veteranos corresponsales de guerra que cubren la revuelta venían percibiendo la paulatina y dramática transformación de esta metrópoli de 20 millones de habitantes, cuna de los tesoros más antiguos de la civilización, ayer llegó la confirmación de que ya nada será como antes. Al menos, por un largo tiempo.
Pasé una noche en vela debido a los impresionantes disparos de artillería pesada provenientes de la plaza Tahrir -donde seguía la batalla entre manifestantes contrarios al régimen y simpatizantes de Mubarak-, que me hicieron pensar que Egipto estaba viviendo una nueva Tiananmen. Pero eran los tanques del ejército que estaban disparando al aire, hacia el Nilo, intentando calmar a los dos bandos en pugna.
A la mañana, en el desayuno, las conversaciones con los demás enviados giran en torno al creciente clima de inseguridad y hostilidad hacia los medios, considerados espías de fuerzas internacionales que conspiran contra el país.
Dos colegas de una radio alemana me cuentan cómo tuvieron que escapar del edificio donde funciona su sede porque ahí también opera la TV satelital Al-Arabiya (considerada enemiga porque muestra lo que pasa, a diferencia de los canales estatales) y fue asaltado por simpatizantes de Mubarak.
El ejército se interpuso para defenderlos, cuentan. Arrecian las noticias de colegas agredidos. La última información es que, en el hotel donde me alojo -el Hilton Ramses, lleno de periodistas porque está ubicado a 200 metros de plaza Tahrir-, la consigna es que los reporteros extranjeros se tienen que ir.
Quienes quisieron extender su estadía porque la reserva había expirado no pudieron: dicen que no hay habitaciones disponibles. Una mentira evidente en un hotel inmenso, solamente ocupado por periodistas, en un país sumido en el caos del cual en los últimos días han sido evacuados miles de turistas y extranjeros.
"Hablé con el gerente, que admitió que sí, que podíamos suponer que el gobierno le había dado orden de desalojar el edificio de periodistas internacionales", me dice el enviado de El País , Enric González, ex corresponsal en Italia.
Enric cuenta que los militares irrumpieron en la casa de la corresponsal de su diario en El Cairo, en Garden City, en otro ejemplo de la intimidación. Ante la inseguridad, la colega debió dejar su departamento y alojarse en otro hotel.
Está por llegar Sayed, mi intérprete, a quien no dejan entrar al hotel desde hace tres días por cuestiones de seguridad. Aunque desaconsejan salir del hotel, porque hay una suerte de caza del extranjero, voy a su encuentro junto a mi colega italiano Luigi Geninazzi, con quien me muevo. No logramos avanzar ni 20 metros cuando viene hacia nosotros un matón con un palo de madera en la mano y ojos furiosos. Retrocedemos hacia el hotel, donde un vigilante advierte: "Big problem" .
Aunque hace unos días avisé que iba a extender mi estadía en el hotel, me dicen que no hay disponibilidad y que tengo que hacer el check out . En mi situación hay muchos otros periodistas, todos desalojados en contra de su voluntad. "Es mejor que se vayan, van a atacar el hotel", dice un egipcio, como para aumentar el clima de intimidación.
Antes de mudarme a otro hotel que sí acepta periodistas internacionales -en el nuevo El Cairo estilo Bagdad pasan estas cosas-, decidimos con Luigi ir a dar una vuelta. Por supuesto no a pie, porque sería suicida -el hotel está rodeado de turbas de manifestantes en favor de Mubarak listos para atacar a periodistas-, sino en un taxi destartalado manejado por un tal Faruk.
Las calles alrededor de la plaza Tahrir siguen cortadas. El centro es un escenario de guerra: negocios con las persianas bajas, carcasas de autos quemados, basura, piedras.
Vamos a un hospital: un médico cuenta que durante la noche llegaron cientos de heridos de los choques en la plaza, con contusiones leves, que ya fueron atendidos y dados de alta. No hay nadie internado. El médico, que no quiere darnos cifras exactas, es gentil, pero se niega a responder preguntas. Es evidente que se siente incómodo al hablar con los periodistas. Probablemente, le fue ordenado no dar información.
En la calle hay bandas armadas con palos y varas que cada 50 metros nos detienen, revisan el baúl y abren puertas en busca de cámaras. Cuando piden identificación, ya no damos el pasaporte, sino la cédula de identidad, porque es más seguro. Hay noticias de que también comienzan a sacar los pasaportes, lo que sería terminante.
El clima de hostilidad es tal que, para ser menos identificable como extranjera, decido comprar en uno de los pocos negocios de ropa abiertos un chal para cubrirme la cabeza, como en los tiempos de Bagdad. "Tenga cuidado, porque si está con extranjeros es peligroso, lo pueden atacar", le dice un vendedor del negocio al intérprete.
Tierra de nadie
La calle es un infierno. Parece tierra de nadie: deambulan grupos exaltados armados. Pasamos al lado de la sede del partido opositor Ghad, que está siendo asaltado por simpatizantes de Mubarak.
Veo a una persona con un inmenso martillo que, usando el cordón de la vereda de apoyo, golpea insistentemente una viga de hierro, como si estuviera fabricándose un arma. Aparecen también policías y hasta veo un chico que no tendrá más de 12 años con un palo de madera en la mano. También él mira con mala cara.
Los matones parecen recién salidos de la cárcel, sucios y con ropas zaparrastrosas. En algunas veredas hay hombres que venden el clásico pan árabe y puestos de frutas con bananas y naranjas.
Pero el clima es totalmente anormal. Casi no hay mujeres en la calle. El ambiente de intimidación es tal que ni siquiera sacamos la libreta para tomar apuntes.
Es difícil distinguir quién es quién, quiénes son los buenos y quiénes son los malos en esta guerra civil en ciernes, donde también hay muchos agentes de civil y gente recién salida de la cárcel, tal como sucedió en los últimos días del dictador iraquí Saddam Hussein.
Cierro el seguro del auto de mi lado: en cada control, que no se pude llamar check point , abren la puerta violentamente.
Vivimos un momento de pánico cuando un hombre intenta sacar del auto a Luigi, que es salvado por otro joven que le dice al matón que nos deje ir y lo suelta.
Visto el clima, le decimos al intérprete que no diga que somos periodistas, que somos simples turistas, versión totalmente inverosímil... Explicamos que no estamos yendo a la plaza Tahrir e inventamos que vamos camino al aeropuerto para escapar del caos.
Porque hoy El Cairo es Bagdad.

FUENTE: LA NACIÓN

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