PARA ADULTOS
ARGENTINOS
Por Jorge Camarasa - La Voz del Interior
En lugar de atacar el conflicto, se enseña a sobrevivir a sus consecuencias y se responsabiliza indirectamente a quienes las sufren. La televisión mejicana mostraba, la semana pasada, un video que si no fuera por lo dramático, sería curioso. En un par de minutos, en lo que parecía una cancha de básquet, se veía a chicos de una escuela primaria, con ropas de gimnasia, tomando clases que les impartía una oficial de policía sobre cómo protegerse en caso de quedar en medio de un tiroteo.
Como si fuese una profesora de educación física, la oficial les enseñaba cómo echarse cuerpo a tierra, cómo protegerse la cabeza con las manos y los brazos, y cómo rodar a ras del piso hasta algún sitio más seguro. La idea era que ante la escalada de violencia de los narcotraficantes, los alumnos debían aprender técnicas que les permitieran defenderse a sí mismos. Es decir, se les enseñaba cómo sobrevivir a una situación no prevista.
En las últimas semanas, como esos niños mejicanos, también los adultos argentinos debimos ser instruidos para sobrellevar algunas situaciones que alguien que debía prever, no previó.
La respuesta a las salideras bancarias fue que la gente no saque plata de los bancos o que a futuro deje sus celulares en lockers, y la respuesta a la inseguridad fue que no use efectivo (que como todo el mundo sabe, tienta a los ladrones), sino tarjetas de débito o de crédito. Una versión autóctona de estas instrucciones la dio Epec, que amablemente ilustró a sus usuarios sobre las bondades de ahorrar energía.
En los tres casos, las soluciones que se encontraron a los problemas parecen las más rebuscadas y, de alguna manera, ponen la culpa en las víctimas potenciales: si a uno lo agarran en una salidera de banco es porque estaba sacando plata, si lo asaltan es porque llevaba efectivo encima, y si le cortan la luz es porque la tenía prendida.
En lugar de atacar el conflicto, se enseña a sobrevivir a sus consecuencias, y se responsabiliza indirectamente a quienes las sufren.
El razonamiento es absurdo pero, en cierto sentido, también filosófico. Con la misma lógica, un gobernador no podría demoler la Casa de Gobierno si antes alguien no la hubiese construido, o la radiación ultravioleta no haría daño si no fuera porque existe el sol.
No está muy claro si las autoridades mejicanas pudieron o no haber supuesto que los narcos llevarían su guerra más allá de los límites de Ciudad Juárez, pero parece más cierto que alguien, aquí, debió imaginar a tiempo que el delito descontrolado devendría en violencia; que la inflación que no existe consumiría más billetes, o que el calor haría subir la demanda energética.
En el mejor de los casos, lo contrario de prever es remediar, y es mejor eso que nada. Pero sugerir que el damnificado es quien provoca el daño, ya es otra cosa. Es como si se dijera que en las sierras falta el agua porque este verano vino mucha gente.
FUENTE: LA VOZ DEL INTERIOR