Por Jorge Oviedo/La Nación.-
Siete veces fueron los Kirchner en las misma boleta electoral que Carlos Menem, recordaba siempre Ricardo López Murphy a quienes, defendiendo a la actual familia gobernante, le decían que él era "menemista". Evidentemente, Cristina Kirchner aprendió bastante del riojano. Repite las técnicas de cómo cubrir a sus amigos y socios acusados de irregularidades. Cuando LA NACION reveló que las empresas constructoras de Lázaro Báez, siendo nuevas y pequeñas, habían recibido una inconcebible cantidad de contratos de obras públicas, difundió una lista con detalles del total de contratos que habían recibido muchas otras empresas. Y lanzó sobre algunas de ellas una sombra de sospecha.
Primero: ¿quiso decir que si hay alguna irregularidad con los sospechosos y monumentales contratos con las empresa de Báez no importa, porque también hay muchos otros casos? O más bien: ¿tiene algo de raro que las más grandes empresas del país, con mejores antecedentes y más experimentados planteles profesionales, ganen muchas licitaciones? Lo raro es que una pequeña empresa recién creada por un empleado de un banco provincial, de la noche a la mañana, adquiera a varios competidores y comience a quedarse con montones de adjudicaciones, y encima tiene negocios con la familia gobernante.
"Menem lo hizo" era un eslogan de campaña hace muchos años, pero ahora es totalmente cierto. A principios de los años 90, el diario Página 12 demostró que el empresario Armando Gostanian, amigo muy cercano de Menem, además de la famosa camisería Rigar's, había sido dueño de una financiera liquidada por el Banco Central.
Furioso, Menem hizo divulgar una lista muy extensa de todas de las personas que habían recibido en décadas alguna sanción, por mínima que fuera, incluso apercibimientos, de parte del BCRA. Lo importante era encontrar nombres famosos. La lista fue entregada muy tarde, en la noche previa al inicio de una Semana Santa, en un acceso diminuto del BCRA a unos pocos periodistas, entre los que se encontraba este cronista.
El objetivo obvio era que los "acusados" no tuvieran tiempo de defenderse.
Casi un operativo propio de las series de TV que tanto le gustan a la Presidenta. Aunque a ella le fascinan las de contenido histórico.
Una vez más, "lo que más importa es el relato". Si no, ¿cómo se explica que el ministro de Economía, Axel Kicillof, diga en una entrevista con LA NACION que el dólar blue es "insignificante" y "la nada misma". ¿Tenemos a un émulo de Jean-Paul Sartre, preocupado por "El ser y la nada"? Aunque más bien debería ser "El CER y la nada", por el coeficiente de estabilización de referencia, o CER.
El ministro pertenece al gobierno que cambió la legislación para perseguir como a terroristas a quienes se atrevan a participar de ese mercado insignificante. Resulta que ahora no sólo son terroristas, sino además "nihilistas". ¿La Gendarmería, la AFIP, la CNV se movilizan los días en los que la cotización se desmadra para combatir el avance de la nada? Que se cuiden el dibujante Liniers, el músico Kevin Johansen y su banda The Nada, no vaya a ser que la Gendarmería les interrumpa un show y los aprese, dirigida por las confusiones mentales del ministro.
Si a la Presidenta le gustaran otras series, como la primera temporada de True Detective, podría encontrar un interesante monólogo del nihilista Rust Cohle, brillantemente interpretado por el genial Matthew McConaughey, donde asevera que, según algunos antropólogos neurolingüistas, las creencias no son otra cosa que un virus lingüístico que ataca el cerebro y disminuye el pensamiento crítico.
¿De qué otra manera puede considerarse si no al ya famoso "relato" kirchnerista"? El que para sostenerlo, como dice Cohle, hay que repetir en poco tiempo varias veces frases que van contra las leyes del universo.
Como decirle a Mauricio Macri "menemista", para defender a Scioli, que llegó a la política justamente apadrinado por el riojano y para defender su "modelo" en el Congreso.