Ponerse a discutir sobre la situación y eficacia de tal o cual empleado o funcionario del gobierno nacional, es estéril o distractivo. Lo haga el propio gobierno o la oposición. Es decir, hay que hacerlo en beneficio de la empresa, pero no es la empresa. Ponemos por caso una industria cualquiera que en medio de una caída generalizada de sus ventas a raíz de la calidad y mejores precios de los productos de la competencia, se pone a realizar cambios de personal subalterno. Decide enérgicamente cambiar al jefe de maestranza y al jefe de cafetería. Áreas estas, totalmente alejadas del meollo de la cuestión. Pero así se tratase de los jefes y gerentes de producción, gerentes de ventas y de comercialización, siguen siendo medidas alejadas de atacar el problema central. El centro de gravedad se encuentra en otro vértice, se quiera reconocer o no. Es la conducción general del proceso la que determina la marcha de la empresa o gobierno. La conducta o inconducta de la jefatura, pesa sobre todos los acontecimientos. Perón o cualquier conductor político que se quiera analizar, primero determinaba su objetivo y luego procedía a una selección del personal ad hoc para dicha tarea. También es el caso de los Kirchner con respecto a la utilidad que Moreno u otros les han prestado para los objetivos de acción sicológica que se proponían desde el gobierno, presidente él o presidente ella. Que ahora el gobierno pretenda iluminar con reflectores a tal o cual secretaría o ministerio, minimizando las propias responsabilidades sobre lo que sucede y se avecina, diríamos que es un clásico de toda debacle. Pero que los que no participan del gobierno y se dicen oposición, asistan al montaje por demás de obvio, nos induce a pensar en dos posibilidades: la imbecilidad para nada descartable, o la complicidad forzosa. Sobre la imbecilidad no se puede abundar mucho pese que abunda demasiado. Complicidad forzosa porque se pertenece, mal que les pese, a un mismo universo y lógica política. Si es que decidimos denominarla política. A ninguno de los dirigentes autodenominados opositores o disidentes, les resulta simpático aceptar estas reglas de juego proviniendo de personajes bastantes repudiables. Pero parece que otra no les queda, so pena de podrirlo todo, como correspondería y hacerse fuertes con los débiles, que son los millones de argentinos del subsuelo de la patria que otean en el horizonte buscando una oportunidad, y pareciera que ha llegado.
HANNAH ARENDT
En 1951, Hannah Arendt escribió: "El sujeto ideal de un régimen totalitario no es el nazi convencido o el comunista comprometido, son las personas para quienes la distinción entre los hechos y la ficción, lo verdadero y lo falso ha dejado de existir".
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