El escándalo del cuasi playboy y ex obispo Fernando Armindo Lugo Méndez, actual presidente de la república hermana del Paraguay, parece no tener fin. Una suerte de pesadilla se cierne sobre su vida desde el mismo momento en que decidió asumir o tuvo que reconocer la paternidad de un hijo. A partir de allí se disparó una seguidilla de denuncias de varias mujeres que van en busca del mismo derecho. Impensable acontecimiento que embarra a toda la grey católica. No solo para los fieles guaraníes. Pareciera a propósito, como el culmen de una campaña orquestada contra la integridad del orden sagrado. Aunque él ya no pertenecía al mismo por disposición de Benedicto XVI, la poco estable paternidad de Lugo fue durante el ejercicio de sus funciones como sacerdote y responsable de una diócesis. Inicialmente quizás se haya prestado alegremente a este sinceramiento de los comportamientos, con ánimo de polemizar con Roma sobre el celibato, aunque esto va más mucho más allá. ¿Su decisión de incursionar en política, habrá sido también una huida hacia adelante desde una insostenible situación como alto prelado? ¿O será un envanecido personaje inducido a la vida política para luego ser descubierto miserablemente como ahora, y pasar a una instancia de manipulación o directamente de destitución? Tanta promiscuidad encarnada en la jerarquía, se paga. En realidad la promiscuidad se paga en cualquier caso. Pero el costo y el daño del antitestimonio crecen proporcionalmente al lugar que se ocupa en la sociedad. La Iglesia Católica sufre en todos estos tiempos una batería de acciones de todo tipo para provocarla y/o desprestigiarla. Los hechos producidos por el parlamento belga en la dirección de pedir la prohibición para Bélgica del Magisterio Papal, suena muchísimo menos peligroso para el universo de la catolicidad, que los acontecimientos altamente corrosivos del tipo affaire Lugo. Poca autoridad como máximo laico del Paraguay puede pretender ahora, y sobre aquellos pecados van a cargar hasta el fin. Falta que le descubran, además de proponer en los hechos la poligamia clandestina, algún aborto o el uso de profilácticos para detener la procreación de tanta descendencia. Una verdadera vergüenza.
HANNAH ARENDT
En 1951, Hannah Arendt escribió: "El sujeto ideal de un régimen totalitario no es el nazi convencido o el comunista comprometido, son las personas para quienes la distinción entre los hechos y la ficción, lo verdadero y lo falso ha dejado de existir".
jueves, 23 de abril de 2009
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